Observaba el movimiento en silencio. “Ahí están, de ellos depende el futuro. Son otros tiempos pero el desafío es el mismo”, reflexionaba y como buen cultor filosófico, añadía: “porque el hombre es producto de las circunstancias que le toca vivir...”.
Comenzó el 2015 y el deterioro de su salud se hizo sentir. El organismo pasó las facturas todas juntas. Él lo sabía, quizás le restaba importancia. Y se produjo el retorno a la casa del Padre. Congoja generalizada en los Arive, los amigos y la comunidad.
No era para menos. El “azul y basta” de ese domingo no fue festivo. Dios quiso que partiera en domingo, sinónimo de encuentro, familia, descanso, reflexión. Pero al mismo tiempo día con sabor a fútbol, que amó tanto como a la familia y el trabajo.
Tito, el carpintero que hace 50 años junto a su hermano Tomás, realizaba trabajos domiciliarios, con una caja de herramientas y en bicicleta. Tito, el alumno salesiano que aprendió y practicó las lecciones de buen cristiano y mejor ciudadano. Tito, el número 4 de “Depo”, el que jugaba y enseñaba, pensante, prolijo. Tito, el que “hizo el bien”, como lo remarcó en la despedida Carlitos, hermano sacerdote.
Un “gajo” se ha desprendido del mundo terrenal, pero desde la dimensión celestial se multiplica y se expande con la certeza de tu nombre: Tito (“seguro, a salvo”) Heraclio (“gloria de los héroes”).
Duele la ausencia pero reconforta la vigencia de los valores que con perfil bajo y pura humildad inculcó a sus semejantes.
Descansá en paz.
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