Tributo al periodista que fue Intendente y soñaba con la unidad nacional

Felix Peyre
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Recordamos a Pablo Julián Landa al cumplirse el aniversario de su fallecimiento. Detalles de un vínculo inolvidable y precisiones sobre sus enseñanzas, su manera de ser y su vocación de servicio.




Hace 40 años, un día como hoy, se apagó la vida terrenal de un talentoso periodista pehuajense que por voluntad popular fue electo en dos oportunidades Intendente Municipal. En vísperas del Día del Periodista, nos anticipamos a la conmemoración, para recordarlo en esta fecha y rendir tributo a su acción comunitaria, desde las páginas de diarios como en su rol de gobernante.

Me refiero a Pablo Julián Landa, un periodista de campaña que modeló su vocación a pura tinta y papel en imprentas tradicionales. Un hombre público de conducta intachable y un ser humano que priorizó el amor al prójimo en todo momento. Dejando de lado connotaciones ideológicas, es justo resaltar los valores que cultivó e inculcó, aplicables a cualquier función o tarea comunitaria.

Tuve conocimiento de su labor periodística en los diarios Tribuna y La Lucha, por sus propios relatos y por testimonios de historiadores como Viterbo Ferrer y José María Amarillo. Y en cuanto a su función pública, tuve el inmenso placer de conocerla al compartir experiencias, de manera muy especial, durante catorce meses.

El vínculo comenzó horas antes de la Nochebuena de 1974. Había culminado mi gestión como Secretario de Redacción de “La Voz del Oeste” y me volvía a mi Henderson natal. Tenía las valijas listas para dejar Pehuajó y buscar nuevos horizontes. Antes de la salida de “La Flecha” me llama el entonces Intendente Pablo Landa. Tremenda sorpresa, lo había visto solamente en alguna conferencia de prensa.

Estoy necesitando alguien para que se ocupe de la parte de prensa y un amigo me habló de vos. Si te interesa, hay una vacante”, me dijo Don Pablo. “Mire Sr. Intendente – respondí– si quiere pruebo, si no sirvo tendrá que buscar otro”. No hablamos del sueldo, no tenía pretensiones económicas, solo necesidad de trabajar.

Acepté la propuesta con sabor a desafío, fácil de asumir cuando se tienen 24 años de edad. Ahí comenzó el vínculo. La tarea de prensa y algo de Ceremonial, exigía estar a su lado y la relación se afianzó. En aquellos tiempos algunas tormentas políticas, solían aislarlo circunstancialmente de colaboradores, y varias veces lo acompañé en las incansables giras de fin de semana, no de esparcimiento, sino para fortalecer el contacto con la gente del campo y pueblos del partido. Salíamos en el memorable Citroen Ami 8, muy temprano a la mañana y regresábamos pasada la media noche.

Las vivencias compartidas son numerosas. Habría para escribir un libro. Junto a él aprendí mucho. Me enseñó a diferenciar lo bueno de lo malo en los avatares de la política. “A veces, tenés que vulnerar tus propios principios -me solía decir- para defender o salvar necesidades imperiosas de los demás”. Sufría interiormente pero jamás claudicó. Seguía su lucha, superando obstáculos, sin descanso, pensando en los demás y olvidándose de él mismo. Dolía tener que resignar placeres familiares, pero se imponía la necesidad de hacer algo por la gente. Una vez me dijo que le hubiera gustado escribir un libro y titularlo “Una infancia sin juguetes”, a propósito de la dura niñez que lo hizo madurar de golpe y amar a sus semejantes.

El 24 de marzo de 1976 nos fuimos juntos de la Municipalidad. Por decisión del Interventor Militar fui el único empleado que quedó cesante, simplemente por haber estado cerca del Intendente destituido. Otra vez en busca de nuevos horizontes. Trabajé un tiempo en la Municipalidad de Hipólito Yrigoyen y luego en medios periodísticos de Trenque Lauquen.

Nunca perdí el contacto con Landa, al contrario era mi consejero. Hasta lo consulté, cuando me convocan, a fines de 1976, para reponerme en el cargo de prensa en la Municipalidad de Pehuajó. “Acepta –me dijo– sos joven y si tenés ganas, desde ahí podés hacer algo por los demás. No tenés militancia política y después de todo, hoy mandan “las botas” porque los demócratas no supimos unirnos para sostener las instituciones de la República. El precio va a ser caro, pero llegará el día en que recuperaremos la vida democrática, sobre la base de un fuerte unión nacional”.

Siempre estuvimos en contacto, por distintos motivos. Aquel 5 de junio de 1981, el destino quiso que fuera uno de los primeros en enterarme de su súbita muerte en Capital Federal. Una amiga me avisó. Aún su familia y allegados no lo sabían. No me atreví a decirles, pero al rato la noticia circuló vertiginosamente. Aquellas funciones que un día Landa me permitió ejercer, me obligaron a actuar como intermediario entre el municipio y la familia, y abordar detalles sobre las exequias. Fue duro, pero Dios me dio la entereza necesaria para afrontarlo más allá del dolor y la congoja.

Hoy, a 40 años de aquel triste 5 de junio y a pocas horas de un nuevo día del periodista, reconforta recordarlo y ratificar el aprecio, la gratitud y los valores que cultivó e inculcó. Pablo Julián Landa, el periodista de campaña, el Intendente que se consideraba un empleado más del Municipio. Cuando flaqueaba la economía y había dificultades para pagar los sueldos se hizo una Asamblea de empleados en el Club Social. El primero en llegar fue Landa. “Soy un empleado temporario puesto por el pueblo y tampoco cobro”, exclamó.

Jamás pensó en él. Cuando se retiró del Municipio, salió con una mano atrás y otra adelante. Los amigos siempre lo ayudaron. Humilde, desinteresado, simple, campechano. Siempre pensó en los demás. Vivió para el pueblo al que sirvió como periodista y como gobernante después. Priorizó atender a los conciudadanos sin distinciones de ninguna índole. Imitarlo sería una buena inversión para el futuro.

Don Pablo ya no está entre nosotros. Ya no mandan “las botas”. Se han recuperado las instituciones de la República. Sigue la búsqueda de coincidencias para cimentar la unión nacional, ese abrazo solidario y fraterno que tanto pregonó y que hoy, desde algún lugar del inmenso cielo celeste y blanco, seguirá proclamando, ansioso de que alguna vez sea realidad la verdadera unión de los argentinos.


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