Transcriptos a máquina, impresos por sistema de duplicación, los versos de Severo Cáliz exaltan a numerosos pehuajenses que honraron la música ciudadana en su real dimensión, a través de una minuciosa rememoración.
Hace 40 años, el recordado Severo Cáliz, identificado con el movimiento tanguero de la época, escribió "Rememoración Tanguera Pehuajense", una creación poética a su particular estilo, traducida en un sentido homenaje a la mayoría de los convecinos que hasta el año 1981 fueran protagonista del cultivo y proyección de la música ciudadana.
En momentos tan especiales como el presente, cuando el tango está un tanto eclipsado o adormecido, como quizás nunca estuvo, creemos oportuno revivir los versos de Severo Cáliz y evocar a quienes en distintas etapas lo exaltaron con sumo afecto y admiración.
Compartimos la primera parte:
REMEMORACIÓN TANGUERA PEHUAJENSE
También aquí en Pehuajó
el tango sabe de gloria.
Por su larga trayectoria
desfilaron mil cultores,
y hubo entre ellos valores
que figuran en su historia.
En el 30 Emilio Flores,
un maestro verdadero.
Fue un bandoneón primero
que con fecundo historial,
llevara el tango triunfal
a escenarios extranjeros.
"Golo" Díaz dio ejemplos
a muchos ejecutantes,
entre los fuelles de antes
cuando tallaban los ases,
fue artista de los compases
y ritmo de tango elegante.
Carlitos Bravo en el tango
marcó una etapa gloriosa,
con aquella voz hermosa
de sublimes vibraciones,
que entraba en los corazones
como ofrenda generosa.
Alma y figura del tango
y artista del bandoneón,
Pancho Lo Giocco, un pendón
en enseñanzas fecundas,
sagrados dones que inundan
de gloria su corazón.
Ramón Rosito, un cantor
de una época distante.
Con su actuación descollante,
fibra, estilo y vocación,
cobró el tango promoción
y perfiles más brillantes.
Entre músicos locales
conquistó un alto sitial,
y su conjunto orquestal
brilló en la línea tanguera.
Se llamó Antonio Tejera,
bandoneón excepcional.
Cantó con "Los diablos rojos"
y con "Los Rítmicos" después,
Carlos Vidal, que a través
de su carrera exitosa,
dio al tango en verso y prosa
emoción y brillantez.
Nicolás Potenza al tango
le impuso un ritmo notables.
Fue director admirable
de su conjunto selecto,
y bandoneón predilecto
de una etapa memorable.
Jorge Ángulo, voz de tango
con acentos melodiosos,ç
que volcaba generoso
en cada interpretación.
Cantor de ideal expresión
gozó un concepto grandioso.
Con su singular talento
y la magia de sus manos,
Maderna le arrancó al piano
páginas raras y bellas,
como su "Lluvia de estrellas"
ese tango soberano.
El nombre de Aldo Bustos
en el recuerdo perdura,
por su recia envergadura
y su interminable gola,
ganó en el tango una aureola
proyectada hacia la altura,
Omar Riboira nos trajo
en su acordeón a piano,
los acordes soberanos
que hacen del tango un primor.
Un capítulo de honor
de este sentir ciudadano.
Alejo y Fulvio Rivas
dos cantores de excepción,
dos voces hechas emoción,
hecha tango, hecha cadencia.
Ganaron la preferencia
de una entusiasta legión.
Fulvio aún sigue cantando
con esa fibra de otrora,
cuando Spósito y Mora
allá en la gran Capital,
lo sumaron al caudal
de sus voces triunfadoras.
Fue el violín un maestro
y del tango un pedestal,
con su ritmo original
se marcó otro derrotero,
por eso Aquiles Roggero
es un símbolo inmortal.
Confirmando sus virtudes
de extraordinario cantor,
en su tiempo de esplendor
Adolfo Alonso fue dueño,
de los lugares porteños
que al tango rendían honor.
Allá en el año cuarenta
cristalizando su anhelo,
formó una orquesta Novello
como primer bandoneón,
dio al tango distinción
con su ritmo de alto vuelo.
Con su orquesta "Refasí"
logró éxitos rotundos,
violín de saber profundo
y portentosa vocación,
Juan Biafore dio lección
y ejemplo de tango fecundo.
(II parte: en una próxima publicación)