“Nunca pensé llegar a 50 años como peluquero y no imagino la vida sin este oficio”

Felix Peyre
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Hace medio siglo instaló su peluquería. Aprendió el oficio con un recordado peluquero. Recuerdos de su infancia y juventud. Acciones solidarias y su devoción por la Virgen de Luján. Una vida de esfuerzos compartidos en familia.


Rodolfo Luis “Bocha” Ayello (71), nació en Pehuajó, sus padres eran tamberos en la zona de Francisco Madero, por ello en esa localidad cursó primero inferior y superior. Luego vienen a Pehuajó y al poco tiempo se radican en la zona de Cuartel II. Allí concurre a la escuela 11, para concluir más tarde en la escuela 15 de nuestra ciudad.

Lo apodaron “Bocha” apenas nació. “Desde siempre me dicen Bocha” y acota: “Yo nací en el Centro Materno de Pehuajó. El dueño del campo donde estaba mi papá, se llamaba Pico. Ese hombre cuando me vio dijo que mi cabeza parecía una bochita. Y me quedó para toda la vida”.

UNA LINDA INFANCIA Y JUVENTUD
La escuela primaria fue suficiente para encarar una vida plena de esfuerzos y trabajo. “Tuve una infancia linda. Siempre luchando, hubo momentos duros pero se pudo salir. Fuimos a la escuela, nos criamos en libertad. A los 6 o 7 años andaba lustrando botas en el pueblo. Para mí, fue una infancia linda, sana. Con las peripecias de esa época, no solamente ahora hay miseria, siempre hubo, toda la vida”.

Y en los años adolescentes, compartió las vivencias propias de la edad, pero el trabajo fue prioridad en todo momento. Afirma al respecto: “La juventud también fue linda. Entré a la peluquería casi a los 13 años. Hasta esa época lustraba y un día Jose Lucero me llamó. Le dije a mi papá y fue a hablar con él. Al poco tiempo, empecé a lustrar botas y pasar el cepillo en su peluquería. El sueldo eran las propinas y las lustradas. Después, empecé a enjabonar porque en esa época se afeitaba mucho en las peluquerías”.

LOS PRIMEROS CORTES Y LA PRIMERA AFEITADA
En la peluquería de Lucero, ubicada en calle Alem, casi esquina Rivarola, al lado de la mueblería el Hogar y “la Gallina”, comienza a identificarse con el oficio de peluquero. Allí nace su vocación. “Me acuerdo que la primera vez que empecé a pasar la máquina, tendría 14 años, fue a Eulogio Avendaño. Otro de los primeros fue Arias, que le decían el ciruja y jugaba en Estudiantes. Así empezó, recuerdo que tenía que practicar mucho con las tijeras y las máquinas manuales, hoy son eléctricas. Me pasaba 15 o 20 minutos practicando detrás de una puerta, esas de dos hojas, y con los cortes, lo mismo. Si querés aprender el oficio tenés que practicarlo”.

Y entre los recuerdos de los primeros tiempos revive la primera afeitada. “Fue a Don José Lucero. Él me lo pidió, ´vení afeitarme´, me dijo. Era una gran responsabilidad y lo hice como él me indicaba. Siempre decía que estuviera parado a su lado cuando trabajaba. Uno de los grandes recuerdos que tengo de él, es cuando me decía ´Ud. nunca haga propagandas en los diarios ni en los vidrios, hágala acá arriba´ y me señalaba la cabeza. ¡Y qué razón tenía! Yo jamás puse un cartel, siempre trabajé de la mejor manera posible”.

UNA PAUSA Y LA APERTURA DE SU PROPIA PELUQUERÍA
La primera experiencia fue definitoria y el camino a seguir estaba abierto, si bien se alejó algunos años de maquinas y tijeras. “Cuando salí de ahí, porque enfermó Lucero y falleció a los 62 años, estuve trabajando un tiempo con Camiolo. Después, trabajé un tiempo en la estación de servicio Esso Servicentro, después un tiempo con Ciminari, también anduve con un camión jaula. Me alejé del oficio más o menos tres años y un día me fue a buscar don Vicente Castaño. Me pidió que fuera a darle una mano porque andaba complicado a raíz de un accidente en auto. Y ahí volví a la peluquería. Luego de unos meses me fui a revisación militar, me salvé de la colimba y al poco tiempo, abrí mi propia peluquería, el 22 de junio de 1970”.

Justo hoy se cumple 50 años. Al evocar la apertura, Bocha manifiesta: “La abrí en calle Alsina, al lado de la casa del Dr. Demichellis. Me ayudó mucho para instalarme Hugo Bartolomé. Me acuerdo de esa fecha porque trabajamos hasta el día viernes, y el sábado y domingo -con Hugo- armamos el saloncito y el lunes empecé. El primer cliente ahí fue Julio González, yerno de Narciso que tenía la agencia de lotería. Tal es así, que soy padrino de uno de los nenes de Julio”.

El recuerdo del primer cliente emociona al cincuentenario peluquero, porque la escena se duplicó. “Cuando me instalé donde estoy ahora, el primer cliente también fue él. La historia se repetía”. Y los sostenidos esfuerzos de Bocha y su familia han sido constantes y a cinco décadas de aquel 22 de junio comparten la inmensa satisfacción de haber cumplido los objetivos.

“LO QUE CUENTA EL CLIENTE ES SAGRADO”

Varias generaciones han pasado por el sillón de su peluquería y a medida que pasan los años se respetan determinadas limitaciones. “Hasta hace 7 meses atrás o un año, pelaba los nietos de las chicas que pelé en el año 70. Increíble. Ahora ya no pelo más, porque no me siento seguro. Trabajo tranquilo, no tengo ningún problema de vista ni de pulso, pero para esa tarea ya no. Tampoco le corto más a los chicos. Solo de diez años para arriba, nunca lastimé a ninguno y no quisiera hacerlo ahora”.

Las peluquerías siempre han sido centro de información, de intercambio de opiniones, de confesiones. Se hablan todos los temas. Y la experiencia de Bocha en tal sentido, es clara. “Me he enterado de tantas cosas. Problemas de parejas, noviazgos, separaciones, problemas económicos. Muchas veces, mi señora protesta porque me dice viste que se separó fulano. Y le contesto sí, hace cuatro o cinco meses que sabía. La gente te lo cuenta pero yo no le cuento nada a nadie. Para mí, es sagrado lo que te cuenta el cliente”.

ACCIONES SOLIDARIAS Y DEVOCIÓN POR LA VIRGEN DE LUJÁN
Y a esa línea de conducta se suma su constante accionar por las actividades solidarias que fortalecen su fe. Se ocupa de la conservación y mantenimiento de la imagen de la Santa Virgen sobre ruta 5 y acceso San Martín y de Nuestra Sra. de Itatí sobre la ruta 226.

Su proceder es trascendente. Ahora, ¿cuando surge su devoción por la Virgen?: “Cuando fui a revisación para el servicio militar, estaba en un playón junto a 400 o 500. Estaba parado, de izquierda a derecha, en el número 13. Y de adelante hacia atrás en el número 13. Qué casualidad. Ahí prometo a la Virgen de Luján que la iría a ver si me salvaba de la colimba.

Y me salvé. Ahí empezó la devoción. Pasó el tiempo, un año o más, y tenía esa deuda, esa mochila pendiente. Tenía que ir a Luján a ver la Virgen. Un sábado, cierro la peluquería y me voy al Sportman. Estaba comiendo una pizza y decidí ir a Luján. Fui a casa y le avisé a mi madre que no me esperara a almorzar el domingo porque me iba a Luján. No entendía nada mamá.

Tomé el tren a las dos menos cuarto de la madrugada y las 6 de la mañana o un poco más, estaba en Luján. Esperé que abrieran la Basílica, entré y pregunté donde estaba la Virgen porque no conocía nada. Fui, subí al altar y le dije: ¡Acá estoy Virgencita, gracias por haberme ayudado!. No sabía ni rezar, bajé y sentí que me había sacado una tremenda mochila de encima. A partir de ahí siempre junto a la Virgen, ahora más que nunca”.

Y Bocha sigue yendo a la ermita de ruta 5 y acceso San Martín. “Actualmente – acota – he abandonado un poco porque no me dejan pasar por esto del aislamiento social, pero además atiendo la otra que esta en la ruta 226, la imagen de Nuestra Señora de Itatí. Voy a limpiarla, a cortar el pasto. Me encanta lo que hago”.

LA FAMILIA, UNA ALIADA

Párrafo aparte para su familia, que siempre lo secundó en su trabajo y sus inquietudes. “Siempre me acompañaron. Con mi señora, lo que tenemos lo hicimos codo a codo. Yo firme en la peluquería y ella firme en el kiosco. Logramos tener todo lo que tenemos, gracias al trabajo compartido. Y hasta el día de hoy, seguimos trabajando, ayudando a las hijas. Así es la vida, no queda otra”.

Y así es Bocha Ayello, simple, frontal, solidario, trabajador. Hoy, seguramente pasarán por su mente todas las etapas de su vida. Desde aquel lustrador de botas hasta el incansable profesional de la peluquería. De los tiempos de limitaciones y carencias, hasta este promisorio presente.

“La verdad –afirma- que no pensé nunca en llegar a 50 años como peluquero. No imagino la vida sin este oficio, porque toda la vida estuve en la peluquería, trabajando y haciendo cursos en Buenos Aires, a los que iba con el Colorado Algosino, que hace poco falleció. Siempre íbamos juntos”.

¡Feliz cincuentenario Bocha! Desde el cielo Don José Lucero y tus seres amados comparten tu alegría. Y la Santa Virgen está contigo, como siempre, éste y todos los días.


PING PONG

-¿Un deseo?: “Cumplir una consigna con mi hija. Que tenga una casita”
-¿Un recuerdo?: “José Lucero”.
-¿Una ingratitud?: “Desgraciadamente en Bomberos, cuando me tuve que ir como Presidente”.
-¿Una gratitud?: “Muchas”.
-¿Un amigo?: “Se me fue hace muchos años, Julito González”.
-¿Un rencor?: “Ninguno”.
-¿Un amor?: “Mi señora”.
-¿Un capricho?: “Ninguno”.
-¿Una esperanza?: “Seguir ayudando a mi familia”.
-¿Un peluquero/a?: “Dos: José Lucero por un lado, y Goga Deladino por otro lado. Ah! también Tati Foglia, que cuando yo estaba con Castaño, ella estaba con la señora de Castaño en la peluquería”.
-¿Dios?: “El padre de toda la humanidad”.
-¿Pehuajó?: “Mi ciudad”.
-¿Boca Juniors”: “Mi segundo amor”.
-¿Bocha Ayello?: “Una persona sencilla”.


Entre tantas anécdotas, Ayello destaca
dos muy especiales.

EL CORTE ASIMÉTRICO
Una vez vino uno y me dice ¿me puede cortar el pelo?. Si, espere un momentito y le corto, le contesté. Se sentó en el sillón y le pregunto cómo quiere que le corte. Hágame un corte asimétrico, me responde. Yo ni idea que quería decir asimétrico. Medio me puse nervioso. ¿Cómo será el corte asimétrico?, me preguntaba a mi mismo.
Lo peinaba y le digo ¿Cómo quiere el asimétrico, ni largo ni corto? Si, un poco arriba y a los costados, no hay problema, respondió. Y me dije, no sabe lo que quiere. Y le metí nomas, era la época, década del 70, que estaba de moda el corte de pelo a lo Napoleón pero con eso de “asimétrico” me descolocó.

GARANTÍA PARA EL CORTE
“Otra vez, vino uno y me pidió garantía. Que garantía le iba a dar, una vez que te corte te gusta o no te gusta, ya está. ¿Qué hice?, le dije “vaya acá a la vuelta (estaba Arnol Galiani al lado de lo Pantanali) y hay un peluquero que da garantía. Te imaginas Arnol, la bronca que habrá agarrado. Y al poco tiempo se desquitó, me mandó un borracho. “Me manda el peluquero de acá a la vuelta, para ver si me puede afeitar”, me dice. No – le contesto – ahora yo no puedo, pero vaya acá a la vuelta, Del Valle 550, y ahí lo van atender. Bueno, bueno, me dijo. Y después no sé que pasó cuando llegó a la comisaria”.

TAMBIÉN BOMBERO VOLUNTARIO
Ayello, además de peluquero, durante años fue bombero voluntario. Pudo desempeñar ambas actividades. “Desde 1980 a 1986 fui bombero voluntario. Sobrelleve bien, claro que si estaba trabajando en la peluquería no iba, salvo que la emergencia fuera grande. Sonaba la sirena y cuando terminaba con cliente, si se trataba de algo grande me iba y explicaba”.

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