María Elena Walsh, Manuelita y Pehuajó

Felix Peyre
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El origen de la popular canción que identifica a Pehuajó en el mundo. Por qué incluyó nuestra ciudad. Homenaje a la autora y una reflexión filosófica del tema.


Como parte de los actos contemplados en el Festival Infantil Manuelita de Pehuajó, propiciados por Cultura Municipal, se inauguró en el sector infantil del parque San Martín un monumento de homenaje a María Elena Walsh (01-02-1930 / 10-01-2011), poeta, escritora, cantautora, dramaturga y compositora argentina, autora de “Manuelita” que hizo conocer el nombre de Pehuajó en todo el mundo.

La obra de homenaje a la recordada poeta fue realizada por el pehuajense Carlos Osvaldo Citterio, quien hace poco tiempo sorprendió con su creación de Mafalda en plaza Italia. Ahora, convocado por la Municipalidad, llevó a cabo el aludido homenaje a María Elena Walsh.

La canción “Manuelita” fue creada alrededor de 1960 y se interpretó por primera vez en el álbum "Doña Disparate y Bambuco" (1962), por Leda Valladares y María Elena Walsh.



POR QUÉ PEHUAJÓ

A través del tiempo y como consecuencia del éxito alcanzado por “Manuelita” surgió el interrogante: ¿Por qué vivía en Pehuajó?, ¿por qué la autora eligió el nombre de nuestra ciudad?

Hubo respuestas de toda índole. Se tejieron diversas historias con distintos matices. Se dijo, por encima de la temática infantil, que se evocó a una tortuga gigante que hace años habitó en la plaza principal. Otros sostenían que existió frente a la plaza un comercio que tenía y vendía tortugas. No faltó quién citó la existencia de tortugas en el lago del parque y hubo otras interpretaciones que nada tienen que ver con Pehuajó ni con la niñez.

La cantante de tangos, Susana Rinaldi, amiga de María Elena Walsh, en una entrevista televisiva afirmó que María Elena escribió su célebre «Manuelita» inspirándose en su tortuga llamada «Lili».
Además, afirmó que aquella tortuga impresionó a María Elena por sus especiales características y que en sucesivas visitas a su casa la observaba hasta que logró dedicarle la canción que la hizo famosa.

Y en cuanto al nombre de la tortuga en la canción y el lugar de residencia, Rinaldi dijo que “sólo están relacionadas a la métrica poética y a la asonancia musical”.


EL ARGUMENTO DE LA AUTORA
Cuando en 1990 comenzó a celebrarse la Semana de Manuelita, el municipio pehuajense notificó la iniciativa a Maria Elena Walsh, quien se mostró complacida y agradecida por la idea. Por razones de salud nunca pudo venir a conocer la tierra de Manuelita.

Y en aquella ocasión se le preguntó a María Elena por qué eligió el nombre de Pehuajó. Acotó que una amiga solía venir con frecuencia a Pehuajó donde tenia familiares o conocidos y cada vez que se encontraban le hablaba de Pehuajó. Insistía tanto que un buen día se propuso escribir una canción e incluir el nombre de Pehuajó. "Nunca imaginé que alcanzaría semejante repercusión", sostuvo la talentosa poeta.

Sintetizando, Manuelita vivía y es de Pehuajó, cualquiera sea el motivo o por la feliz circunstancia musical y poética nacida de la inspiración de María Elena Walsh, cuya memoria ahora se perpetúa en el bello parque San Martín, con lo cual se fortalece aún más la identidad de “Manuelita”, para muchos sinónimo de Pehuajó en todo el mundo.

La eterna y tierna Manuelita vive en Pehuajó y la musa inspiradora de su autora late en nuestro parque junto al encanto y la inocencia de los niños:

"Porque me duele si me quedo,
pero me muero si me voy
con todo y a pesar de todo
mi amor yo quiero vivir en vos"

El artista Tete Citterio inmensamente feliz por la concreción de la obra.

LA LECCIÓN QUE NOS DEJA MANUELITA

A modo de corolario compartimos con los lectores de “mirá”, reflexiones de la filosofa argentina, Diana Cohen Agrest, publicadas el 12 de enero de 2011 en el diario “La Nación”, como homenaje a María Elena Walsh ante su fallecimiento, tomando como eje la canción “Manuelita”.

Expresa textualmente:

“Si hay una metáfora lúcida, profunda de la condición humana, ella se condensa en las desventuras de Manuelita. Lo cierto es que la tortuga partió de Pehuajó y a París ella se fue, aunque nadie supo bien por qué. Luego se supo que bastó un tortugo itinerante para que Manuelita cayera en la cuenta de ese tiempo que se le había adherido a su viejo traje de malaquita.

¿Acaso la belleza de una juventud reconquistada podría redimirla ante ese amor del que apenas digna se pensaba?

Dispuesta a desafiar cualquier obstáculo, ese entusiasmo amoroso torció su destino. Porque cautiva de su ilusión, e impulsada por las alas del deseo, Manuelita ni temió esa inmensidad oceánica ni se acobardó ante los riesgos de ese espejismo: como nos suele pasar toda vez que perseguimos un horizonte con la certeza de que encontraremos aquello que, las más de las veces, no puede darnos aquello que anhelamos y que, de sernos dado, será necesariamente efímero y transitorio, pero cuyo valor reside precisamente en su persecución.

París será ese espacio imaginario donde a fuerza de artificios -con peluquita y botitas en los pies, y hasta planchada en francés, del derecho y del revés-, Manuelita cree recuperar esa belleza alguna vez perdida.

Pese a todos sus desvelos, tanto tiempo tardó en cruzar el mar que ahí se volvió a arrugar. Ese retorno es el testimonio impiadoso de ese acto inútil que es querer volver el tiempo atrás, negando que estamos hechos de tiempo. Negando que el tiempo incluso es la madera de esa barca zozobrante en la inmensidad oceánica que nos constituye como quienes somos (¿pues qué otra cosa es la vida humana?). Pero también es el testimonio de que siempre, pero siempre, es posible recomenzar. Porque ya incapaz de sostener su malograda ilusión, Manuelita habría de atravesar tantas penurias como mares para volver con ese viejo amor que la esperaba en Pehuajó.

Ese reencuentro nos enseña que los sentimientos, y hasta los proyectos genuinos, aquellos que se sostienen más allá de esos dos impostores, el éxito y el fracaso, no se doblegan ni ante los ocasos. Y también nos enseña, por qué no, que aun cuando se pierdan en senderos jamás imaginados, hasta las utopías, a veces, pueden volverse realidad”.

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