“La peluquería es un servicio”

Felix Peyre
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Parte de una familia numerosa desde niña sintió atracción por la peluquería. Lleva 55 años en la profesión, que la considera un servicio que permitió formar una gran familia. Comenzó cuando Pehuajó era muy diferente al actual. Conserva clientas desde los orígenes. Irma Esther Deladino se siente inmensamente feliz y transmite a sus semejantes una actitud positiva de vida.

Tarde gris en la ciudad, pero luminosa espiritualmente en la peluquería de “Goga”, junto a Pety una de sus clientas de años y Rosana otra asidua concurrente. Es el día de San Cayetano, los panes entregados evidencian la sentida celebración y los deseos compartidos.

Finaliza la tarea y Goga, sonriente y feliz, rememora su trayectoria de 55 años en la profesión. Hay una pregunta obligada ¿Por qué “Goga”: “Éramos 8 hermanos, ninguno tiene sobrenombre, solo yo. Se le ocurrió a uno de los hermanos más chicos por una palabra que no pronunciaba bien y quedó Goga”.

Nació en Francisco Madero donde pasó la niñez. Fue alumna de la escuela 4. “Vine a Pehuajó cuando abrí la peluquería, más tarde se vinieron mis padres también. Siempre me gustaba la peluquería. En aquella época en Madero no había secundaria y pienso, a veces, que si hubiera habido secundaria no hubiera sido buena alumna”.

La decisión no habrá sido fácil, pero era ineludible y fruto de una vocación dominante. “Éramos muchos, una familia muy pobre. Mis padres trabajaban, mamá lavaba y papá era empleado municipal. Y siempre los hermanos mayores ayudaban a los más chicos. Mi hermano mayor, que vivía en La Plata, vio que a mi me gustaba peluquería. Peinaba a todas las chicas para los bailes. Él me ayudó, me llevó a La Plata y ahí aprendí”, remarca Goga con evidente sentimiento de gratitud.
Reconocimiento que perpetuó al instalar su peluquería en Pehuajó, que bautizó con el nombre de “Govi”, “Go” por Goga y “Vi” por Víctor, su hermano. Después de acotar que la primera peluquería la instaló en Varela 659, en 1963, donde estuvo 9 años y luego se trasladó a la calle Alem donde aún persiste, recuerda: “Mis hermanos vinieron a Pehuajó para ir a la secundaria y luego vinieron mis padres, que estuvieron conmigo hasta que fallecieron”.

MÁS DE MEDIO SIGLO

Los años pasaron y Goga siempre aferrada a sus propósitos y objetivos con la misma fe del primer día. “Tengo clientas de la primera época, no las nombro por temor a olvidarle de alguna. Y hay muchas que ya no están, pero todavía hay algunas de las primeras”.

“Hubo épocas donde atendía al grupo familiar, venía la mamá, la abuela, las hijas, había mucho trabajo. Se usaba el peinado, el lavado del pelo todas las semanas. Ahora no, por ejemplo la señora que recién se fue sacó turno pero para dentro un mes”.

Eran otras costumbres y la realidad social y comunitaria muy distinta. A propósito la experimentada peluquera recuerda: “Cuando abrí Pehuajó no tenía agua corriente, no tenía cloacas, no tenía electricidad (era corriente continua). Se apagaba, se cortaba la luz, los secadores no andaban, y acarreábamos el agua, lavábamos con una jarrita”.

Todo era diferente pero todos se adaptaban con empeño y buena voluntad. La peluquería de Goga generó trabajo, además: “Muy buena gente trabajó conmigo. Tuve empleadas buenísimas, las que les gustaba la peluquería fueron las que más años estuvieron, nueve, diez, diecinueve la última. Dos de las chicas que tuve pusieron peluquería, una murió muy joven. Era muy importante estar acompañada por personal bueno, ahora no sé si podría formar gente así”.

Hablando de la clientela, señala: “Atendí a algunos varones, pero pocos. Algunos niños que venían con sus madres. Tengo todavía alguno, pero no es mi tendencia. En más de 50 años peiné novias en cantidad, atendí chicas para actos de fin de curso, egresados, había que quedarse hasta las 11 de la noche. A veces me encuentro con alguien en la calle y no los conozco. Me dicen vos peinaste cuando me casé o me peinaste cuando egresé”.

HE FORMADO UNA FAMILIA

Finalmente, sonriente y feliz, hace un positivo balance. “Siempre me gustó la peluquería, me gusta, me encanta. He formado una familia con mis clientas. Todo muy lindo, siempre me he sentido bien”, al tiempo que considera “La peluquería es un servicio, cosa que hoy los chicos jóvenes no entienden. Charlo con chicos que han puesto peluquería y no lo toman como un servicio, en cambio para mí y mis empleadas siempre lo tomamos como un servicio, lo cual nos hacía tener una buena relación con la clienta”.

Al concluir el encuentro, párrafos aparte sobre las mentadas “charlas de peluquería donde suele aflorar un poco de psicología. “Yo no le puedo contar las historias que cuentan acá. Es parte del servicio, saber escuchar y callar. Nunca repetir lo que la clienta dijo, eso hace que tenga clientas de hace 50 años”.

La fría tarde del día de San Cayetano llega a su fin. La afectividad y las buenas ondas recogidas fortalecen. “Si volviera a nacer creo que sería nuevamente peluquera”, exclama Goga y añade: “Soy feliz, tengo 76 años, y hay veces que digo hasta cuándo voy a seguir. Pero seguiré mientras me levante a la mañana y diga Señor que suerte, tengo una clienta, me voy a levantar, voy a charlar…”


RULEROS SUELTOS
-”La gente habla de los signos. Yo tuve un profesor que decía: “Cuando en la peluquería hay mucha gente y la gente comienza a hablar de otro, hay que empezar a hablar de los signos. Y es verdad, nosotros lo practicamos. Y no hay mujer que no se prenda a hablar de los signos. Todos tienen algo que decir, y eso aliviaba otros comentarios”.

-“Cuando comencé había pocas peluquerías, pero se trabajaba a lo loco, por ejemplo Ernesto Diez, Blanquita Herrero que peinaba como los dioses, Marta que era muy chica y otra que no recuerdo, que vivía en calle Balcarce”.

-”Ser peluquera es una buena salida laboral. Hoy cualquier chico o chica hace un curso y con “buenas tijeras” tiene trabajo en sus manos, sin grandes inversiones”.

-”Requiere actualizarse. Para ser buen peluquero hay que invertir. Hoy muchos no lo hacen, se manejan con las redes, ven desfiles europeos, los laboratorios ya no dan los cursos como hacia Loreal. Las empresas ya no invierten en los peluqueros y el peluquero no invierte”.

PING PONG

-¿Un recuerdo?: “Cuando me vine a esta casa. Tenía una persiana de chapa, la levanté con mucho trabajo. Estaba llena la peluquería, me regalaron plantas. Fue muy bueno, sentí que me querían”.
-¿Una esperanza?: “Siempre se tienen. Que seamos todos felices. Que sea como antes, la gente buena. Que no haya tanta discordia. Merecemos ser un pueblo más feliz”.
-¿Una gratitud?: “A mi familia, a mi hermano que me puso la peluquería. A mi mamá, recuerdo que trabajaba hasta cualquier hora y siempre tenía la comida.
-¿Una ingratitud?: “No. A veces he tenido algún problema, pero fue una situación que se produjo. Lo he analizado, pero no lo vi con amargura”.
-¿Un amor?: “Las plantas, el patio de mi casa. Mi hija, mis divinos sobrinos, una hermosa familia”.
-¿Francisco Madero?: “Es mi lugar”.
-¿Pehuajó?: “También mi lugar. Como dice una clienta nunca me iría de Pehuajó”.
-¿Un ídolo?: “No tengo”.
-¿Un rencor?: “Le pedí a Dios que me libere de rencores, porque amargan, hacen sufrir. No podés ser feliz si tenes un rencor”.
-¿Dios?: “Siempre me ha acompañado, me ha sostenido”.
-¿Goga?: “Es testaruda, un poco caprichosa, idealista”.

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