61 años de amor

Felix Peyre
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Unieron sus destinos en 1957. Formaron una familia y siguen unidos con la misma fe y el mismo amor de los años juveniles. 6 meses de novios, y luego compromiso y casamiento el mismo día. Luna de miel ajustada a las posibilidades de aquel tiempo. Precisiones sobre los vínculos amorosos y la clave para convivir tantos años. La importancia de ser felices con lo que se tiene.

Corría el verano del ‘57. Día de yerra. Allí se vieron por primera vez. “Flechados” ambos. Agustín Vicente (85) oriundo de Bellocq, conocido por todos por el apodo de “Pichón”, y María Elena Crivelli (79), conocida con el seudónimo de “Chela”.

“Trabajábamos con el mismo patrón. Yo, con Cozzarin en la casa de familia y él, en el campo”, rememora Chela y agrega: “Yo estaba de niñera de los dos chicos de Alberto Cozzarín. Llegó la temporada de vacaciones y los patrones se fueron. ¿Y adónde mandarno a Chela? A la estancia El Caballito no, porque hay muchos peones. Y me llevaron a San Justo, donde había un matrimonio con dos chicos. Ahí nos conocimos”.

Pichón, interviene: “Ya nos habíamos conocido. Ella vino un día con los patrones y estábamos de yerra, capando potros. Justo que ella baja, yo estaba con las cosas en la mano para cortar, y vi que se entusiasmó”, comenta sonriente y con un gesto de sana picardía en su rostro.

“Ese día pasó y después cuando venían chicos del campo donde estaba ella, yo preguntaba: ‘¿Che, y la Chela?’. ‘Allá quedó, te mandó un beso’, me decían. Y más adelante, estaba de vacaciones, y me aparecí un sábado de a caballo, ella sale corriendo y se queda mirándome. Yo la miré y me dije: ‘ésta va ser para mí’”.

CORTO NOVIAZGO, APENAS 6 MESES
Y así fue. Ella tenía 18 años; él, 24. Ahí comenzó el romance que ya superó las seis décadas. Unidos, luchando juntos, en las buenas y en las malas.

Eran tiempos muy distintos a los actuales. Los vínculos se formalizaban conforme a las costumbres tradicionales y respetando los valores inculcados por los mayores. “Hacer el novio” tenía sus requisitos. A propósito, recuerda Chela: “Cuando se enteró Cozzarin, porque yo vivía con ellos, tenía cama adentro. Y había que pedir permiso, no era como ahora. Cozzarín estaba en la vereda y le dice a Pichón ‘¿Qué andás haciendo vos acá?’. ‘Ando buscando la empleada’. ‘Para qué?’, me dice. Y le contesto: ‘Y quería hablar para venir a visitarla’. Y me dijo que sí”.

El sí del patrón colmó la expectativa de Pichón, pero el trabajo de uno y de otro marcaban distancias, especialmente los días descanso, los fines de semana. Él vivía en Bellocq y ella en Pehuajó. Pero el amor había calado hondo en el alma de cada uno. Seguramente la distancia hizo apurar la decisión de convivir y pensar en formar una familia.

Y la afirmación de Chela es terminante y no deja margen para otras suposiciones: “Anduvimos de novios seis meses nada más y nos casamos. Venía una vez por mes, y repito solo anduvimos 6 meses. Y acá estoy, hace 61 que lo aguanto”, exclama jocosa y feliz.

COMPROMISO Y CASAMIENTO EL MISMO DÍA
La unión matrimonial se concretó el 8 de agosto de 1957, cumpliendo todos los pasos. A las 12 del mediodía, se formalizó el compromiso. A las 15 horas, ante la Ley en el Registro Civil. A las 17 horas, la boda se consagró ante Dios, en la Iglesia San Anselmo, con el padre Keegan.

Luego el flamante matrimonio viajó a Bellocq donde tuvo lugar el festejo, muy simple y sencillo, una “picada” coordinada por una hermana de Pichón. “Anduvimos todo el día en remis, porque la señora María Beatriz Polo, como regalo de casamiento, nos puso un remis a disposición todo el día. Íbamos para Bellocq y le decía al remisero: ‘Son las siete de la tarde y tengo que esperar hasta las doce de la noche, porque en ese tiempo, contrariamente a lo que sucede actualmente, los casamientos terminaban a la medianoche’.

Y llegaron las doce de la noche. Comenzaba la vida en común para el flamante matrimonio. La luna de miel ya se tocaba con las manos. “A las 12 todos se iban, -acota Pichón- ella se fue a la piecita a sacarse el vestido de novia y yo me quedé esperando. Por ahí me llama una de sus compañeras: ‘Pichón vení un momentito’. ‘¡Que pasa?’, le pregunto. ‘No le podemos desprender el vestido a tu señora’. ‘Epaaa, ¿y por qué?’, le digo. ‘No ves que tiene botoncitos uno al lado de otro y no se puede desprender’, me contesta. Fui, agarré la cuchilla del fiambre y de un saque le corté todo”, recuerda entre risas.

Y así terminó el inolvidable día del casamiento. Y llegó, como Dios manda, la luna de miel. ¿A dónde? “Nos fuimos a Nueva Plata y Magdala”, exclaman los dos con una placentera carcajada a flor de labios. “Y vino bien -agrega Chela- porque yo no conocía ni Nueva Plata ni Magdala”.

Otro detalle que pone en evidencia la corriente amorosa que invadió a ambos. No importaba el viaje de bodas a la gran ciudad. El amor y el deseo de estar juntos y formar una familia era más fuerte que cualquier otro atractivo, además no había recursos económicos suficientes, era necesario ajustarse a la realidad de cada uno.

LA FAMILIA SE HIZO REALIDAD
Y comenzaron la hermosa aventura de vivir en familia y trabajar codo a codo para que los sueños acunados se hagan realidad, primero en Bellocq y después en Pehuajó. De la unión de Chela y Pichón, nacieron dos hijos, Miguel y Juan José, quienes le dieron cuatro nietos varones y éstos dos bisnietos también varones. Todavía ninguna nena en el grupo familiar, si bien Chela dice que “le encantan los varones”.

En cambio, Pichón deseaba tener una hija mujer. “Cuando nació mi hijo Miguel quería una nena. Estaba en la estancia y me avisaron que fuera que mi señora estaba por tener familia, Llegué y ya había tenido. Llegué contento y pregunté ‘¿qué es?’. ‘Varón’, me dijeron. ‘Paaaaa…’, exclamé”.
“La hija mujer no pudo ser pero los dos varones son buenísimos, están en todas y nos ayudan. Tanto los hijos como los nietos, todos muy buenos”, coinciden en señalar al tiempo que contemplan sus rostros en fotografías que forman parte del ornamento de la casa en calle Mármol.

¿CUÁL ES EL SECRETO?
Y sobre final del gratísimo encuentro, pleno de simpatía y jocosas anécdotas. la pregunta obligada: ¿Cuál es el secreto para llegar a los 61 años de matrimonio?

“El secreto -dice Pichón- es quererse, llevarse bien, no pelear. Si querés comprar alguna cosa, consultar y decidir. Y trabajar eso sí, los dos. Siempre mi vida fue mi casa y el trabajo. Cuando podíamos íbamos a un baile, pero los dos. Si no se podía no se iba. Nos respetábamos. Hoy los matrimonios no duran nada porque no se llevan de acuerdo. Uno agarra para un lado, la otra se va al baile. Yo no, siempre nos consultábamos”.

Menos -acotamos- cuando los domingos se iba a la cancha para alentar a su amado Calaveras, revoleando el poncho entre la hinchada. “Ahhh, ahí sí me iba siempre”, afirma Pichón, pero replica Chela: “Íbamos los dos”.

61 años de convivencia. 61 años de amor. 61 de tolerancia, comprensión y respeto. Chela sostiene que “son muy felices” y valora la ayuda permanente de su marido porque padece algunos problemas de salud. Y Pichón, afirma: “Mi madre me decía cuando vas a tener una novia y te casás. Yo la voy a buscar a la muchacha, a gusto mío. Iba a los bailes, pero nunca tuve novia, hasta que gracias a Dios y la Virgen un día encontré a ella, que es muy buena”.

Brindamos por muchos, muchos años más… “Seguiremos hasta que Dios diga basta”, dice ella, y él rubrica: “Yo no tengo problemas porque mi madre cuando nací hizo un contrato hasta los 108 años”.


La clave: ayudarse y aguantar
-No se atreven a dar consejos a las nuevas generaciones en estos tiempos tan complicados. Consideran que las parejas “tienen que ayudarse para seguir juntos”, reflexiona Chela. Y “esa es la manera de aguantar”, reafirma Pichón.

-Chela comprende que la vida cambió, aunque no comparte tantas separaciones. A los dos le preocupa el futuro de sus nietos, pero por ahora priorizan disfrutarlos aceptando la realidad.
-Los días del sexagenario matrimonio son tranquilos. Siguen madrugando como lo han hecho toda la vida, pero ahora sin apuros ni horarios. Comparten todos los momentos y están siempre pendientes de sus hijos y nietos, a quienes le inculcaron siempre que debían estudiar.

EL VESTIDO EN EL MUSEO
El vestido de casamiento que lució Chela hace 61 años y que tanto costó sacarlo cuando terminó la celebración, está en el Museo Sergio Pantaleón Avalos, que funciona en la casa más antigua de Bellocq. “Pensé llevarlo a la Basílica de Luján, pero justo ya no recibían más, estaba lleno. Entonces opté por dejarlo en Bellocq”.

Y también en ese ámbito histórico de Bellocq están depositados fotos y elementos que usó Pichón en su vida laboral y en su actuación futbolística, tanto en Bellocq como en nuestra ciudad. Hasta el poncho que revoleaba en las canchas está en ese lugar.

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