“Amo ser bombero”

Felix Peyre
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Tiene 19 años, cursa el profesorado de biología. Hace un año ingresó como bombero al cuerpo de voluntarios de nuestra ciudad, luego de dos años de aspirante. La vocación de servicio la lleva en la sangre, la vive, la siente, la transmite. Aspira al crecimiento y capacitación de la institución. Nada es imposible, todo se puede lograr.

Integra una familia bomberil y desde niña sintió atracción por el servicio solidario. «Tomé la decisión de ser bombero debido a que mi vida siempre giró en torno de esta vocación; mi abuelo, de Francisco Madero, fue Bombero y papá hoy en día sigue siendo bombero. Al escuchar la sirena y ver a mi papá irse corriendo y quedarme, con ganas de saber qué era lo que había ocurrido. Esperarlo para que venga y saber lo ocurrido. Siempre lo llevé en la sangre, pero también siempre me llenaba de incertidumbre el titilar de la sirena y el ayudar a la comunidad fue otros de los factores por el cual me interesó. Demás está decir que los bomberos salvan vida y bienes de las personas. Gracias a eso decidí un día entrar a Bomberos Voluntarios».

Fue una decisión fruto de una vocación que latía en su interior. No fue fácil, pero Fátima está convencida que nada es imposible. «Al ser mujer al principio fue difícil pensar en una buena integración, lo primero que pensé fue que era un lugar, donde todos eran hombres y nunca iban aceptar que una mujer pueda llegar a trabajar a la par de ellos. En cambio al entrar, al aprobar el curso de ingreso y al comenzar a convivir en nuestro cuartel día a día, me iba dando cuenta que era una más, en el buen sentido de la palabra, hasta nos hacían sentir cuidadas, protegidas y también seguras de nosotras mismas y de lo poco o mucho que sabíamos».

LOGRAR UN GRAN SUEÑO

Y las expresiones de Fátima son contundentes, demostrativas de una innegable vocación. «En la primera formación del 2 de junio del año 2015, donde me tocó formar en una larga fila como aspirante, mis sentimientos y emociones estallaron al oír la sirena por un minuto.

También sentí que estaba superando mi primera meta, mi gran sueño, y estaba ahí, lográndolo a medio camino del curso de ingreso, el seguir los pasos de estos dos seres amados mi papá y mi abuelo. El día que me recibí, al ver presente a mis familiares, sentí que ya había terminado y comenzado una etapa, un maravilloso camino en mi vida, en el cual no importa quién o qué esté en peligro, porque se palpa el compañerismo y la lealtad entre el grupo de bomberos a la hora de ir a un servicio».

Las experiencias de un bombero son notorias, fuertes. «Por la poca trayectoria que tengo -dice Fátima- uno de los momentos que más quedan marcados a un bombero es las caras de personas desesperadas porque debido al fuego están perdiendo mucho o lo poco que tienen y al ver llegar a los bomberos se tranquilizan un poco, aunque todo esté perdido. Otra situación fue un gran incendio de un galpón donde trabajamos arduamente 12 horas, tapados de rollos. El cansancio, las ganas de estar en casa, de estar higienizados, de tomar un mate con la familia o simplemente estar sentado en el sillón de casa no nos venció, hasta que todo no se apagó no regresamos. Ahí estuvimos todos los bomberos de nuestro cuartel trabajando hasta el final”.

PREOCUPACIÓN Y ADRENALINA
Siempre indagamos sobre el efecto o sensación que provoca la sirena. “La verdad que desde que tengo uso de razón la sirena siempre causo algo en mí, tal vez cuando era más chica, lo me causaba era más preocupación que adrenalina, debido a que mi papá se iba y esperábamos ansiosamente que volviera. Hoy esa preocupación se convirtió en adrenalina, de querer llegar, de querer ayudar y de querer que no sea nada grave porque siempre una sirena hasta en lo más mínimo es desgracia ajena. Al sonar la sirena y mi handy, corremos con mi padre hacia el cuartel. Si al llegar al cuartel y el móvil no ha salido todavía más adrenalina, querer cambiarse y subir. Se recupera la tranquilidad es cuando el móvil regresa al cuartel, con nuestros compañeros a salvo”.

El rol de la familia es fundamental. En este caso es diferente, porque la familia de Fátima gira hace años en torno a Bomberos. “Mi madre apoyó siempre la decisión que yo entrara a bombero. Hoy en día al verme salir su cara se transforma en preocupación, más cuando la sirena es de madrugada, prácticamente no duerme hasta que yo y mi papa no volvemos, mi hermano menor tiende a seguir el mismo camino que yo y papá, ya que es cadete en otra ciudad, pero nunca le falta la pregunta del ¿Qué paso?”.

NADA ES IMPOSIBLE
A modo de mensaje al final de la entrevista, Avendaño afirma: “A todo aquel que quiera ingresar a bomberos lo primero que le diría es que nada es imposible que todo se aprende y todo se puede. Que no hay nada más lindo que la satisfacción de salvar los bienes y las vidas de las personas. Nuestra comunidad es muy agradecida por ello. En el instituto que estudió comenté que era bombero y no creían que lo fuera. Todas eran expresiones fueron de asombro, pero el simple hecho que sea mujer no significa que no puedas lograr tus sueños. Me llena el alma de felicidad que mi trabajo sea para esta comunidad, la comunidad pehuajense”.

Fátima transmite sus sentimientos y convicciones. Desea seguir capacitándose consciente de su importancia para el bombero voluntario. “Nada es como antes y las tecnologías han avanzado muchísimo. Por ejemplo, muchas veces no se sabe que el humo es altamente tóxico para la salud, una de mis expectativas es que mi cuartel siga creciendo como institución, trabajar para seguir trayendo nuevos materiales o simplemente poder viajar para una capacitación”.

Al despedirnos su afirmación exime de mayores comentarios. “Amo mi profesión y lo hago con pasión y vocación”. Honra, sin duda, con su acción el camino que un día inició el abuelo en Francisco Madero y retomó su padre en nuestra ciudad.

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