Han pasado los años y el Teatro
Independiente de Pehuajó es una de las entidades culturales sobresalientes de
Pehuajó. Su formación tuvo vaivenes diversos y el logro de la sala propia tuvo
matices de toda índole. Vueltas y contramarchas. Discusiones, desencuentros,
broncas. Pero siempre prevaleció la actitud y el empeño de un hombre que se
jugó con todo para que el grupo tuviera su propia sala. Compartimos el
testimonio de Pérez, revelaciones de una historia que los cercanos al TIP
seguramente conocen pero gran parte de la comunidad la ignora.
“A fines del 79 aparece Panchi Ananía.
Estaba estudiando en Buenos Aires con la Boero y nos propone juntarnos, hacer algo. Es muy
difícil en verano, le dije. Y me pidió si me animaba a juntar la gente. Dije
que sí. Hicimos una reunión en casa, había gente que se conocía pero no se veía
asiduamente. Y ahí surgió el TIP. Él propuso hacer “Mateo” y no hubo oposición.
Tuvimos algunas diferencias. Conseguimos
el club Atlético para ensayar. Allí estrenamos Mateo, El Reñidero, Los
expedientes. Panchi volvió a seguir estudiando y nos mandó a Ignacio Alonso,
por recomendación de la
Boero. Fue muy bueno. Panchi y él tenían otra visión del
teatro independiente.
Más tarde apareció el tema del galpón de
calle Varela. Provocó un conflicto y una separación del TIP. Hubo gente que se
opuso a ocupar el galpón. Hubo un choque más que nada ideológico. Yo no soy un
tipo nada fácil. Teníamos la oportunidad de tener algo para manejarlo nosotros
y cómo lo íbamos a desperdiciar. Al final me quedé solo, me pelee con todos mis
compañeros”.
“Teníamos un grupo de colaboradores pero
todo era difícil, recién entraba la democracia. Había cosas muy feas,
acusaciones de zurdos, asique chocamos y nos abrimos.
Después compré yo el galpón y después me
lo pagó el TIP. Lo compré con dinero que me dio la madre de mis hijos, que
había vendido un pedazo de campo que tenía de herencia. Silvia puso la mitad y
la otra mitad la juntamos con una rifa. El boleto de compra-venta decía Joaquín
Saporta vende a Jorge Oscar Pérez. Era indivisa porque estaba integrado a todo
el terreno, cuando se haga la subdivisión se va a escriturar. No sé cuántos
años pasaron y se hizo.
Ahora estoy más que satisfecho estoy
orgulloso. Más allá de todas las diferencias que pudo haber, el TIP tiene su
sala propia gracias a la locura de un tipo y un grupo de colaboradores.
En realidad en el 83 quedamos
distanciados, peleados con algunos. En el 87 después que habíamos comprado el
galpón, Pancho terminaba su carrera en Buenos Aires y se venía. En el 89, yo ya
vivía en Buenos Aires con Fabiana, Panchi dijo que quería hacer una obra pero
necesitaba convocar actores y actrices. Le dije que yo personalmente no quería
hablar pero si era para el bien del TIP que convocara a los que se habían ido,
pero con la condición de ser actores invitados. Así se hizo, tal vez una
pelotudes, y con el tiempo dejaron de ser invitados y se instalaron. Y en buena
hora porque la aportaron a la institución.
Estas son las realidades del TIP. Puede
haber otras versiones. Yo entiendo que soy un tipo difícil pero esta es la
verdad. Yo choco con la gente porque digo lo que pienso”.
MÁS DETALLES
DEL POLÉMICO GALPÓN
“Cuando en la época de la dictadura se
formó en el país un movimiento por la reconstrucción cultural nacional, estaba
integrado por gente de izquierda y en ese tiempo te marcaban. Nosotros, con
gente ideológicamente de izquierda, como Víctor Delgado, Jorge González, Anita
Francia, Manolo Vicente, Daniel Errecart, formamos un grupo y nos adherimos a
ese movimiento.
Cuando yo descubro ese galpón, yo estaba
sin trabajo. En el diario aparece un aviso pidiendo representante del molino de
Chivilcoy, condición tener auto propio (yo tenia uno) y disponer de un galpón.
Me postulo y me aboco a buscar galpón. José Laserre publica que tiene uno para
alquilar, me lleva a lo que hoy es el TIP. Cuando lo abre y lo veo, dije ‘no,
qué fideos, esto es para hacer una sala de teatro’. A la miércoles los fideos.
Llamé a los chicos del grupo y decidimos. Lo alquilé yo y Daniel con la
garantía de Víctor, con la idea de hacer un espacio, centro cultural adherido a
aquel movimiento nacional, traer charlas, cursos, etc.
Cómo hacemos, porque era un galpón,
había sido gimnasio pero no tenía nada. Había que armarlo. Empezamos a hacer
conferencias, exposiciones. Y dijimos vamos a proponerle al TIP, yo era el
presidente pero a la vez transitaba con este grupo (éramos los zurdos). Le
proponemos que vengan a ensayar, a dar sus obras, con los elementos que tenía comprados gracias a
una tómbola. Había 21 spots de iluminación, telones, etc. Hablamos pero nos
decían que no, que estaban bien. Yo seguía insistiendo.
Un día lo invito a Norberto Lobato a ver
el galpón. Me dijo que como ese había a montones, pero como este no, en el
corazón de una manzana sin ruidos externos. Al final, un día me dijeron que esa
agrupación donde estaba son todos de izquierda. Y se armó el quilombo. No
entendíamos como un teatro independiente no acepte ser independiente”.
TARJETA ROJA PARA OSCAR
“Se encendió la mecha. Con el tiempo
Ignacio Alonso me dijo vos no obraste políticamente. Está bien le dije, no soy
político. Cuando le cuento a Víctor Delgado, que nos hacía los afiches al TIP,
Manolo Vicente los comentarios para el diario, Errecart las fotos y Jorge
González, la escenografía, nos dijimos ‘¿asique ahora somos esto? Queremos
hablar con la gente del TIP’. Fuimos un domingo al club Atlético y pedimos
hablar, porque considerábamos que lo que hacían era una falta de respeto y
ponernos a nosotros, en este momento de historia argentina, como que somos
subversivos o qué sé yo, es muy feo y nos puede perjudicar. ‘Nosotros no
dijimos eso’, dijeron, ‘son cosas de Oscar’. Lo negaban delante de mí y se armó
un quilombo, quilombo.
Me pidieron que me vaya. Dijeron que
había armado un lío descomunal. ‘Yo no me voy’, les dije. No falté a la verdad.
Y con la verdad me paro. Una noche, Penedo me llevó a mi casa y me dijo ‘vos
sabes que te quiero mucho, pero vos te tenés que ir por el bien de la
institución’. ‘Yo también te quiero, pero no me voy’. Con la verdad encaro una
pared.
Y no me fui. Me quedé solo en el TIP,
con dos alumnos de Ignacio Alonso, Oscarcito Bethouart, Alfredito Canepa y su
novia Alejandra Martín, nos instalamos en el galpón. Y ahí nos atrincheramos,
no teníamos nada, empezamos a tirar como un cielorraso con bolsas de arpillera.
Laburamos muchos, Víctor y Daniel también le pusieron el hombro. Empezamos a
laburar pero no pasaba nada, era difícil. Ensayábamos una obra “El día de los
colores”.
“UNA CHICA EN UNA FIESTA”
“En setiembre se hacía la fiesta del
maestro. Silvia, la mamá de mis hijos, me dice ‘hay una chica que vino hace
poco de La Plata ,
tenés que ver lo que hizo anoche’. Un mes después, yo tenía una vinería en
calle Varela, voy a llevarle vino a Olga Errea. No estaba Olga, entro a la casa
y había una chica ahí. ‘Te dejo el vino y me voy’, le digo. Y ella me dice,:
‘¿Ud. es el señor que enseña teatro?’. ‘No’, le digo, ‘hago teatro pero no
enseño’. ‘Ah, porque yo estuve en La
Plata estudiando teatro y me gustaría hacer acá’. Era Fabiana
Continanzia, novia de Juan Eduardo, el hijo de Olga. Preciosa ella. Le dije que
nos reuníamos todos los días en el galponcito. ‘Mañana voy’, me dijo.
Les comento a mis compañeros que iría. Vino, en el medio de la sala
había 3 sillones viejos. Ahí se sentó Fabiana y empezó hablar. Acá podemos
hacer tal cosa, porque si ponemos eso para acá podemos hacer esto. Guaaau, una
tromba. Se metió de lleno, empezó a convocar gente, a hacer talleres para
niños, jóvenes y adultos. Trajo los amigos, toda su familia”.
EL TEATRO VIVIÓ Y EL AMOR FLORECIÓ
“El TIP se transformó, voló con su
impulso. Fabiana fue un motor, una inyección. Contagiaba. Y se reavivo todo.
Después hubo inundaciones y un poco se apagó, y después una historia un poco
privada pero es una realidad.
Empezamos a tener cierto acercamiento.
No queríamos saber nada. (absorbe el mate y piensa). Yo tenía mi familia,
peleábamos entre los dos para que no pasara nada. Ella estaba por casarse.
Después le apareció un trabajo en Buenos
Aires y dijo ‘me voy’. Acá había poca movida, inundaciones. Se fue y después me
fui yo. A los 6 años volvimos y seguimos con el TIP. Fabiana creó la escuelita
de artes y oficios, generó las cenas de Las Tipazas, entre tantas cosas”.
El motor se apagó, la inyección no hizo
efecto en la alicaída salud de Fabiana. Un día nos dejó. Hoy, la sala del TIP
la honra con su nombre. Su lucha, como el empecinamiento de Oscar no fueron en
vano. El TIP va rumbo de la cuarta década y un ícono de la vida cultural
pehuajense. Y es cierto, los seres humanos pasan, las obras quedan…