“Nunca dejemos de dar una sonrisa”

Felix Peyre
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Su historia con el yoga comenzó hace 25 años. Se acercó a la práctica por una dolencia personal. Se capacitó y desde entonces vuelca sus
conocimientos y vivencias a todos los que eligen esta actividad como filosofía de vida. Precisiones y sugerencias a tener en cuenta
en este tiempo tan dinámico y cambiante.



Es sábado. Llovizna en la ciudad. Desde la ventana del comedor, el gris del día se confunde con el verde de las plantas. Mate de por medio, con el árbol de la vida como ornamento y centro de mesa, se genera el clima pleno de armonía y buenas ondas. Es arte, ciencia, filosofía de vida. María Cristina Boccaccio de Villemur, más conocida como Cristina Villemur, nos sumerge en el mundo de yoga que abrazó hace un cuarto de siglo.

“Empecé a dedicarme a la actividad por cuestiones de salud. Tenía problemas en columna y cervicales, muy serios, y cuando los chicos fueron un poquito más grandes me aboqué a hacer yoga con “Fefe” Cozzarín. Y bueno comencé a tomar clases con ella y después me fui curando de cuerpo para ir luego a la mente. Me di cuenta de las tensiones de joven, de mamá primeriza, todo normal. Y la vida y la práctica te va enseñando. Todo es enseñanza en la vida”.

Y al buscar una salida a una dolencia que le preocupaba, optó por una filosofía de vida. “Me di cuenta que el yoga me gustaba, entonces esperé que mis hijos estuvieran un poco más grandes y hablando con mi esposo le dije que quería hacer esto. Tenía 40 o 41 años, yo tenía ganas de hacer algo más a mi actividad actual. Justo en ese momento estaba mi hijo mayor estudiando en Buenos Aires y empecé a viajar. Ingreso en la primera escuela de Mataji Indra Devi. Ahí hago mi año completo y como ahí no daban el título oficial, nos fuimos con el profesor uruguayo Fernando Estévez Griego, para seguir con él y rendir exámenes”.

CONEXIÓN E INTUICIÓN
La capacitación implicó esfuerzos pero cuando prevalece la voluntad, la fe y el cariño por lo que se hace, los frutos son contundentes. “Viajé durante tres años a Buenos Aires. Los sábados y domingos hacía seminarios intensivos y había que preparar material, ahora todo es mucho más fácil con la tecnología. Mi karma interior fue estar conectada con la gente, y trabajar con mucha intuición, que es como se trabaja en el yoga. Le llamamos hatha yoga, que armoniza los tres planos: corporal, mental y espiritual”.

Al rememorar los comienzos, sintetiza: “Me recibí en el 91 y empecé con mis primeras clases en un comedorcito de tres por tres en un departamento. Llegó un momento que tenía colchonetas en el pasillo y la cocina. Fueron las primeras armas, después me acuerdo que me llamaron de la escuela Sarmiento y me dieron un salón, creo que la mayoría de las alumnas que tengo son docentes. Y muchas ahora jubiladas. Me voy a dedicar a mí dicen. Tenés que dedicarte a vos para que después vos puedas dedicarte a los demás. Es mucho trabajo interior”.

Y Cristina logró su objetivo, que obviamente no se limitó a lo personal. Se proyectó y alcanzó trascendencia en la comunidad. “A mí lo que me interesa es que la gente esté bien, entonces en mis clases me gusta trabajar con mucha intuición. Armo una clase y si viene alguna persona depresiva tengo que cambiar esa clase porque tenemos que hacer dupla, leemos, charlamos…”

TOMAR UNA PAUSA



Quizás ahora más que nunca, cuando apabulla la tecnología y el ritmo de vida se torna vertiginoso, es necesaria la pausa. “Con los veinticuatro años que estoy dando clases, cuando veo a la gente y me dice ¡qué linda clase!, ahí me doy cuenta que la gente se siente bien. A veces no es la ciencia de doblar el cuerpo a nivel circo, tenemos que cada vez trabajar a nivel mental para llegar después a meditar. Yo les enseño que tomen pausa, minutos en el día para cerrar los ojos, y con simplemente trabajar la respiración ya estás mirando hacia adentro. Eso sobre todo nos ayuda globalmente a la salud. No hay otra”.

Clarito como el agua. Cristina, con simpleza expone una manera de hacer y sentir que cada día más falta nos hace, y acota: “Tengo profesionales alumnos que tienen sus problemas por sus trabajos. Ahora la postura cotidiana con la tecnología nos está llevando a tener una mente tecnológica”. Además, remarca: “Es un yoga de intuición, de estar bien, de sentirse bien uno mismo. Es una filosofía de vida. Mataji era brillante, tenía una paz interior… Hacíamos cola para darle un abrazo. Tomar una clase con ella era un placer”.

Es que Matají Indra Devi cumplió un rol gravitante y significativo en el cultivo del yoga en nuestro país. Se ha acrecentado y se multiplica constantemente. “Ahora hay muchas gente que da yoga acá en Pehuajó. Tenemos la suerte de tener muchas colegas. Mucha filosofía, mucha meditación. Cada uno elige, acá y en la zona tenemos para elegir”, señala Villemur a propósito de la expansión.

ÁMBITOS
Hay otra particularidad en el quehacer de Cristina. Siempre priorizó coparticipar con instituciones locales. “Estuve con jubilados durante más de diez años, dejé y este año me volvieron a llamar. Así que de vuelta a jubilados. A los abrazos en mi vuelta al Centro de Jubilados. A la gente mayor principalmente la tenés que tener con su mente entretenida. Nosotros por suerte tenemos un Centro de Jubilados excelente.

Muchos me preguntan por qué nunca tuve mi lugar, pero siempre estuve en instituciones y para mí es una buena forma de ayudar, de colaborar y que vean que están abiertas. Que vean que hay otro aroma, si hay gente hay vida”.

APOYO Y NUEVAS EXPECTATIVAS



“El año pasado se recibió una chica joven y ahora está ayudándome. Es la primera vez que tengo ayuda, porque la gente tiene sus horarios y queríamos recibir a todos. Los de la mañana son fanáticos con su horario, a mí me gusta la mañana porque soy de levantarme temprano. Y siempre se aconseja que a la mañana se practique el yoga, porque cuando te levantás, hayas descansado bien o no, meditar unos segundos o minutos te ayuda para el resto del día”, sostiene Cristina.

Ahondando en detalles, indica: “También tenemos horario a las 14 horas, y otro turno a las 16, que es más suave para señoras mayores. A las 18.45, con docentes y los que puedan ir. Y el último turno del día, a las 20 horas, con un récord porque tengo caballeros. El yoga es para todos. Los tenés que ir trabajando, pero en una ciudad como Pehuajó cuesta más. Pero cuando voy a los seminarios hay mitad y mitad. Por suerte hubo un avance con caballeros. Y ahora Tamara, mi ayudante, quiere empezar con niños”.

Y como sucede con otras disciplinas y aún con las convencionales físicas o recreativas, en ámbitos abiertos o cerrados, hay mucha gente que le cuesta decidirse para asistir y persistir. En yoga quizás se manifieste más el prejuicio o tabú. Al respecto, la experimentada instructora, afirma: “A quienes tienen ganas y no se animan, les digo que prueben, que intenten una clase de filosofía de vida. No importa edad ni nada. Es un momento en el que somos todos iguales, es compartir y recibir energía del otro”.

Y así lo hace Cristina Villemur desde hace un cuarto de siglo. Así lo transmite, lo inculca, con pasión verdadera, con sentimientos compartidos.
Llega una amiga, la entrevista termina. El diálogo reconforta y estimula. Cristina sigue su rutina de fin de semana. La lluvia persiste, es tenue y hasta plancentera, más aún con las buenas ondas recibidas y el regalo de una sonrisa, que no cuesta nada y enriquece tanto.

……

Mucha gente duerme mal. La mayoría duerme con la tele, y la mala postura es lo primordial para sentirse mal. Hay que dormir relajado, hay que trabajar parte por parte del cuerpo al acostarse. Y cuando se despierten, despierten al cuerpo. Estírense, bostecen. Siempre les digo que abracen todos los días las rodillas al pecho. Eso hace bien.

Arte y ciencia de vida. La verdad que estoy feliz. Lo mío es mucho trabajado de intuición, no sólo lo físico. El trabajo en dupla es muy lindo, darle un abrazo o tomarle la mano a otro. Nunca dejemos de dar una sonrisa, de sonreir. Filosofía de vida.

PING PONG
-¿Un deseo?: “Salud y paz en la familia”.
-¿Una esperanza?: “Que no haya más guerra”.
-¿Una gratitud?: “La vida”.
-¿Un rencor?: “¿Qué es eso?”.
-¿Una frustración?: “No haberme perfeccionado más en la vida”.
-¿Un amor?: “Madre, esposo, hijos, nietos”.
-¿Un amigo/a?: “Muchos”.
-¿El futuro?: “Pasar lo mejor en la vejez”.
-¿Un libro?: “Autoayuda”.
-¿Un ídolo?: “Dalai Lama”.
-¿Un hobby?: “Varios”.
-¿”Fefe” Cozzarín?: “Me abrió los conocimientos del yoga”.
-¿El Yoga?: “Unión cuerpo, mente y espíritu”.
-¿Mataji Indra Devi?: “Me dio luz”.
-¿Dios?: “Padre”.
-¿Cristina Villemur?: “Yo misma”.

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