El armonio a fuelle de Osmar Maderna

Felix Peyre
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Al cumplirse, el pasado 28 de abril, 65 años de la trágica desaparición del músico pehuajense, entre tantos temas y aspectos vinculados a su vida y obra, remarcamos la importancia del primer instrumento musical que pulsaron las manos del recordado Maderna. El armonio a fuelle que tenía su padre y desde muy niño comenzó a tocar.

A propósito, el escritor Viterbo Pedro Ferrer, en su libro “Osmar Héctor Maderna. Un vuelo a las estrellas...” señala: “En 1922, el pequeño Osmar Héctor, con cuatro años de edad, en el armonium a fuelle, solía tocar de oído la música que interpretaba su padre en su instrumento. Ellas eran las primeras teclas que acariciaron sus manos de niño. Ya mostraba su prodigioso oído musical, caso único entre los hijos de don Juan, heredando de él su fina sensibilidad, manifestando así una muy temprana inclinación por la música”.

Más adelante, añade: “Desde el año 1926, cuando el niño tenía ocho años de edad y empezaba a ir a la escuela de primeras letras, su padre solía llevarlo a tocar en su Conjunto Musical, con su armonio. Tocando su cara pianola, en el campo, siempre terminaba quedándose dormido, ya de madrugada, sabía contar su hermano Tín. Su progenitor aceptaba mejor la naciente vocación de su hijo por estudiar música, pero, siempre a su lado… Ello constituía, pues, la primera experiencia de colocarse frente al público como ejecutante de un instrumento musical”.

He aquí la importancia de ese antiguo instrumento, que en el año del centenario de Pehuajó, fue donado e incorporado al patrimonio del Museo Regional “Rafael Hernández”, centro cultural hoy inactivo por motivos reorganizativos, elegido por sus descendientes, en oportunidad de la celebración de la centuria fundacional.

El armonio a fuelle y pedal de Osmar Maderna, a medida que pasan los años adquiere mayor importancia. Con ese instrumento se manifestó el precoz genio interpretativo del talentoso pianista y compositor. Una verdadera reliquia que hasta llegó a ser apetecida por coleccionistas, pero prevaleció por encima de cualquier lucro económico, la decisión de su esposa y de los hermanos Maderna de dejarlo en el Pehuajó natal.

Hasta un soneto del poeta Osvaldo Guglielmino remarca la importancia del aludido instrumento: “Y siempre vuelve, cuando el cielo arde / en la honda llanura, por las huellas / que llevan al armonio de su infancia.
Si escucha el corazón oye en la tarde / muy cerca del fulgor de las estrellas / su luminosa escala en la distancia”.
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