“Sin medias tintas, blanco o negro”

Felix Peyre
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Juan Carlos Zalazar (58) es técnico en reparaciones de máquinas de escribir, fotocopiadoras y equipos de impresión. Lleva más de 40 años en la misma actividad. Atiende clientes en toda la zona. El avance tecnológico lo obliga a una capacitación permanente. El balance de un quehacer que le apasiona, como su apego a la colombofilia y la melancolía por su niñez en Abel.

Lo sorprendemos en plena actividad. Repara una vieja máquina de escribir Olivetti Lexicon 80. Una tarea que lleva horas de trabajo y que a pesar de los avances tecnológicos sigue vigente como cuando se inició en el oficio. “En los primeros tiempos se denominaba técnico Olivetti, técnico en máquinas de escribir y de calcular, que era lo que había en aquel momento, marzo de 1975”, acota y recuerda su incursión: “Yo estudiaba en la Escuela Técnica y normalmente antes de terminar de estudiar, ya tenías trabajo. Yo había empezado a trabajar en una fábrica de juguetes de madera, y necesitaban técnicos de Olivetti en Alberto Brage. Y logré ingresar y ya me quedé”.

La empresa de Alberto Brage fue muy importante en la vida comercial de la ciudad. “Era bárbaro. Entré como cuarto técnico. Estaban Miguel Diez, Héctor Llanos y Aníbal Bauchet. Había muchísimo trabajo en máquinas de escribir y de calcular, servicios y mantenimientos, que después la tecnología los fue dejando de lado. La aparición de la computadora hizo que se achicara la mano de obra”.

MODELOS PARA IMITAR



Juan Carlos afirma que “trabajar con Brage era fantástico, buenísimo. Fue muy buen patrón y muy buena persona. Y lo que yo traía como una estructura de la escuela técnica con el profesor Julio Rodríguez tuvo continuidad. Blanco o negro, no había grises. Era muy fácil entender las cosas, había que hacerlas y había que hacerlas bien”.

A propósito de Brage, acota: “Él tenía un cuadrito donde decía: ‘Si es posible está hecho, si es imposible se hará’. Es decir que había que resolver los temas sí o sí. Ese era el lema que teníamos para trabajar. Era una cultura de trabajo muy distinta. Hoy, me cuesta mucho insertarme en un grupo de trabajo. Es muy difícil. En aquella época la responsabilidad comenzaba por cumplir con el horario de trabajo. Después el compañerismo, el trabajo en grupo, la capacitación constante. Era bárbaro, a medida que salían máquinas nuevas nos iban capacitando. Había mucho para aprender siempre para resolver los problemas”, evoca con entusiasmo y satisfacción.

Y la capacitación en este rubro como en tantos otros es una constante. “Hoy, al no estar Olivetti, hay otras empresas con enfoque distintos. Quizás, lo que más se trata es lo comercial y no lo técnico, que ahora es muy distinto. Una vieja máquina Olivetti duraba hasta 30 años, ahora no te dura nada. Ha cambiado muchísimo”.

LA AUTONOMÍA




Zalazar estuvo 15 años con Brage, luego otros 10 con Díaz y Rossi, y en 1999 se independizó. “Ya venía mal la crisis de nuestro país e hicimos un arreglo para poder seguir trabajando. Lo hice durante dos o tres años ahí en la esquina de Mitre y Varela. Después me trasladé a mi domicilio, por una cuestión práctica, me levantaba y empezaba a trabajar”.

El trabajo independiente fue positivo, la evaluación es favorable. “Siempre fui inquieto, curioso, me gusta investigar. Y los tiempos requerían eso. Claro, que ahora no es posible tomar una reparación y hacer las piezas, como una barra de una máquina de escribir. Hoy no se puede cobrar el tiempo que lleva y entonces se escapa la artesanía de poder hacer piezas para las reparaciones”.

LA ACTUALIDAD Y EL FUTURO




Al hablar sobre las características actuales, expresa: “En la actualidad, las necesidades de reparación son los controladores fiscales. Muchos ya tienen 18 años y se están agotando, porque tienen memoria insuficiente por ejemplo y se viene el recambio. Hay muchos equipos multifunción de impresión, pero hay que tener un cuenta que una máquina de imprime, scanea y fotocopia, sale dos mil y pico, tres mil pesos, es descartable. Y una buena calculadora sale más de 2 mil pesos”.

No obstante, el técnico vislumbra futuro favorable, adaptado a los avances y la capacitación. “Hoy tenemos otro desafío. No salen más fax a la venta y lo que es reparación cuesta conseguir repuestos. Es un producto en extinción y hay que ir acostumbrando a los clientes a las nuevas tecnologías, con el uso de equipos multifunción, el scaner, el email”.

El diálogo no interrumpe la tarea, salvo para preparar unos mates o atender llamados telefónicos. “Atiendo clientes de Salliqueló, Tres Lomas, Pellegrini, Trenque Lauquen, Bolívar, Daireaux, Henderson, Carlos Casares, tanto en controladores como equipos de impresión. Equipos en la zona de empresas de Buenos Aires, bancos y del Poder Judicial. Noqueda tiempo para aburrirse y aspiro aún a que haya más trabajo”.

Enamorado de su trabajo, se manifiesta muy conforme cuando ha empezado a transitar el camino hacia la quinta década laboral. “De acuerdo a cómo se fueron dando mis cosas. Quizás no tuve una evolución económica porque fui 25 años empleado y cuando me independicé no era la mejor época del país. Pero anduve bien, pude hacerme mi casa y hacer estudiar a mis hijas. Estoy contento, además no todo pasa por lo económico. Siempre digo que no me jubilo nunca, mientras tenga vista y pulso”, sonríe, se acomoda los anteojos y sigue desarmando la vieja Olivetti para reponer su uso en una escribanía.

PARTICULARIDADES
“Por ahí aparece un cliente de 20 o 30 años y me trae una máquina para reparar. Me cuesta hacerlo pero no puedo decirle que no. Las máquinas de calcular a manijita, Prima 20 o Suma 15, que sumaban y multiplicaban por repetición. Es todo mecánico, repararlas es apasionante, todo mano de obra, pero insisto los tiempos no te dan. Si veo que la máquina no está muy deteriorada le digo al cliente que si y la voy haciendo en los espacios de tiempo que puedo”.

“A veces llegan máquinas de escribir muy bien cuidadas. Los chicos que se reciben de contador o de abogado, las traen para repararlas porque se las dejó su padre y se las regaló el abuelo. Y quieren conservarlas. Es muy difícil decirles no. Un señor del diario El Cóndor de Carlos Tejedor, él con su socio, personas mayores de 80 años, querían reparar la máquina que le había sido muy útil en el periódico. Y bueno se la hice. No se pude decirles que no”.

OTRA PASIÓN, LAS PALOMAS

Los fines de semana, Zalazar, quizás agobiado por las lógicas contracturas cervicales, se refugia en el palomar que tiene al fondo de su casa, mientras escucha por radio a su amado Racing Club. “Ahora es algo secundario. Es como una terapia. Lo mamé desde chico, cuando mi padre me llevó a los 6 o 7 años las primeras palomas al campo. El sábado a tarde y el domingo a la mañana me dedico a la colombofilia, tareas de limpieza, observación. Es algo que me desenchufa. Ya no compito porque para hacerlo hace falta tiempo y debe hacerse de manera responsable. Viene gente amiga a visitarme y ahora con Internet estás en contacto con todo el mundo de la colombofilia para intercambiar experiencias. Es apasionante”.

EL PRIMER TRABAJO
Fue en una fábrica de juguetes de madera que funcionó en calle Oyuela entre Hernández y Alem, propiedad de Salvatore, Urquía y Molinuevo. “Éramos 4 o 5 alumnos de la escuela técnica que estábamos terminando, fuimos a trabajar a ese emprendimiento que empezaba a funcionar. Se hacía el diseño y se trasladaba a la madera. Hacíamos camioncitos con jaula. Se armaban maderita por maderita, hasta lográbamos ponerle luces. Era trabajo, se cortaban las maderas, se lijaban, se pasaba fondo, se volvían a lijar y se pintaban. Pero se vino a invasión del plástico y los juguetes de madera pasaron a segundo plano”.

RECUERDOS QUE LATEN
Imborrables en la vida del técnico Zalazar. “Mi escuela primaria en la escuela de Abel, con la misma maestra todos los grados. Cuando se viene al pueblo, se sufre el desarraigo. Venirse del campo era un cambio tremendo, se extrañaba mucho. Pero los padres hacían el esfuerzo y había que asumirlo”.

Y cada vez que puede retorna al terruño natal. “Soy muy melancólico, estas cosas me tocan mucho. Mi pasado me pega mucho, siempre que puedo me pego una vuelta. Regreso al lugar donde me crié y cuando puedo llevo a alguna de mis hijas. Me fortalece volver”.
-“Me dolió ver cuando se destruyó la escuela técnica en calle Goyena, fue parte de mi vida. Esa escuela fue muy importante para la zona, pero todo cambia en la vida”.

PING PONG
-¿Un deseo?: “Poder estar personalmente con el papa Francisco”.
-¿Un recuerdo?: “Mi niñez en el campo”.
-¿Una esperanza?: “Que no se sigan perdiendo las escuelas rurales”.
-¿Un rencor?:“Que hayan desaparecido los puesteros y otros empleados rurales”.
-¿Una gratitud?: “Mis hijas Evangelina y Luisina”.
¿Una ingratitud?: “La justicia, no está balanceada”.
-¿Un ídolo?: “Bocha Dagnino, amigo colombófilo”.
-¿Un amigo?: “Pablo Zurro”.
-¿Un amor?: “Las palomas mensajeras”.
-¿Abel?: “El lugar donde me crié. Hermoso”.
-¿La escuela técnica?: “Lugar donde me formé. Es inexplicable lo que siento”.
-”La colombofilia?: “Mi primer hobby”.
-¿Dios?: “Mi guía, día a día”.
-¿El futuro?: “Tener un país mejor, con menos pobres”.
-¿Juan Carlos Zalazar?: “Simple. Sin medias tintas. Blanco o negro”.
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