Con el aroma y la frescura del campo

Felix Peyre
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Hendersonense por nacimiento, pehuajense por adopción y argentino por sobre todas las cosas. Cultor y defensor de lo nuestro. Nació el día mundial del folklore. Desde niño se identificó con la música y el canto surero. Convivió con reseros y payadores. Recorrió escenarios y cosechó amigos. La familia es un puntal. Lo sostiene y lo alienta. Ama y le gusta el aire campesino.



Las primeras sombras de la noche se divisan por la ventana. Mate en mano, charlamos con Santiago Petrucci en vísperas de su cumpleaños número 53. Como en aquellos tiempos, en el chacra “Don Santiago” o en la casa de la diagonal Yrigoyen, repasa el camino recorrido. “Tenía 8 o 9 años y en mi casa siempre se juntaban los reseros. Venían de la zona de Salazar y Mones Cazón e iban hacia Bolívar, entonces paraban en casa que estaba a unos cinco kilómetros del pueblo. Algunos tocaban la guitarra, otros se ponían a improvisar, otros zapateaban, siempre después de comer un asado”.

Y no podía ser de otra manera. “Ahí empezó mi inclinación. Además, mi padre tenía una gran amistad con el payador Ángel San Esteban, un emblema de Henderson. Más adelante, ya mocito, Don Ángel iba a casa y me enseñaba a escribir versos, armar décimas. Me hacía pasar algunas letras a máquina”. La identificación con la música y el canto surero ya eran una realidad.

Desde niño estudió guitarra, en su Henderson natal, con el profesor Domingo Acosta. Integró la banda de música cuando hizo el servicio militar en Junín, y más adelante, el Coral Henderson, pero nunca se alejó de la guitarra y su apego por la música de la provincia de Buenos Aires, la música surera.

EL CANTO SURERO
Para cultivar esa pasión, indició todo su pasado y las cosas vividas. “Las reuniones de los reseros, las visitas del payador, la vida y las tareas rurales de mi padre. Escuchaba una milonga por Alberto Merlo y se me reflejaba lo que hacía mi viejo, escuchaba una letra de Argentino Luna y era mi mamá cocinando”, acota con inocultable emoción.

Sensación que se renueva al evocar la primera presentación. “Recuerdo que mi primera actuación en público (para mí era como si estuviera en Cosquín) fue en la escuela nº 6, la ex 40. Ahí empecé a cantar, si había veinte personas yo veía mil. En esa época mezclaba alguna milonga con alguna zamba, porque en realidad yo con Domingo Acosta, y después cuando seguí estudiando, aprendí de todo, la música en general”.

Prosiguió el estudio hasta recibirse de profesor de guitarra con Roberto Arana, un “gran amigo ya fallecido de Daireaux. Él me abrió un muy lindo camino, era un excelente profesor y una excelente persona”.

ABRIENDO HUELLAS
Y después vino el tiempo de siembra por escenarios. “Empecé a andar por distintos lugares, hasta llegar a Buenos Aires, a Radio Continental, Radio Provincia y Radio Universidad de La Plata. Viajé a Neuquén. Siempre convocado por lo surero”, comenta a modo de síntesis. Entre otras ciudades, recuerda con afecto las actuaciones en Baradero, Puan, Tandil, San Nicolás. Y en cuanto a Pehuajó, sostiene: “he tenido siempre muy buen recibimiento por las autoridades, por los amigos y colegas. Estuve circunstancialmente en la comisión del festival, en la época de César Peña. También di clase de guitarra en Magdala y tuve un apoyo muy grande de Don Julio Rodríguez. Después Juan Carlos Mascheroni me brindó mucho apoyo, al igual que el actual intendente Pablo Zurro”.

La vida cambió. Santiago formó su familia en Pehuajó. Asumió responsabilidades laborales y en forma paralela siguió aferrado a la música y el canto. “En la actualidad estoy realizando algunas presentaciones, no con tanta frecuencia. Además estoy componiendo algunas cositas nuevas y tratando de apuntalar la música a mi hijo. Se dedica a otro género, más que nada el rock, pero no estoy en contra absolutamente de nada. Estoy más abocado en apoyar a mi hijo que ya tiene quince años, en la etapa musical de él”.

Nunca experimentó deseos de trascender ni se sintió tentado por escalar posiciones. “Nunca fui ambicioso de dedicarme exclusivamente a la música. En Henderson, después de que dejé de trabajar en un comercio, me dediqué a dar clases de guitarra. Di en Henderson, Bellocq y Magdala. Pero siempre más como hobbie que como profesional”.

EL APOYO FAMILIAR
La mateada va llegando a su fin, y con ella, la agradable charla. Santiago, fiel a sus convicciones, sigue apostando al sentir que lo cautivó desde niño. “La música sureña es eterna -afirma- pero sí se sintió un gran vacío con la muerte de don Alberto Merlo y Argentino Luna. Pero tenemos un puntal muy grande que es don Víctor Velázquez. También con José Larralde. Uno siempre se lleva sorpresas, hay mucha gente en Madariaga, Mar del Plata, en cualquier lugar que uno va hay excelentes valores, pero no es una música que sea masiva o popular. Siempre hay una llamita encendida. Hay que luchar para que la milonga no se vaya”.

Sobre el epílogo, la emoción invade y domina los sentimientos. Un especial recuerdo para sus padres, Santiago Cayetano Petrucci y Marta Alicia Delgado. “Me apoyaron siempre y en cada momento me decían que siguiera aunque ellos faltaran, que no abandonara nunca. Muy contento, muy positivo ha sido todo lo que pretendí y pretendo mostrar de ahora en más. Cuando fallecieron mi padre y mi madre lo sentí mucho y medio como que había colgado la guitarra pero es como que después la agarrás con más ganas. Pero como la familia me apoya mucho es más fácil salir adelante”.

El mate junto a la pava quedan al costado de la mesa. Santiago nos despide y agradece con la simpleza y la humildad de siempre, esa que lo acunó desde niño en la chacra hendersonera, solar de la niñez al que acude para recargar energías, reafirmar la fe, renovar olores y honrar la sangre gringa a la que tanto le debemos.

PING PONG
-¿Un deseo?: “Que nuestra música folklórica perdure y que mis hijos la sepan valorar y la lleven adelante”.
-¿Una esperanza?: “Cuidar la salud, para vivir muchos años y poder disfrutar”.
-¿Un recuerdo?: “Amaneceres en el campo”.
-¿Un rencor?: “Soy un gringo medio testarudo pero no soy rencoroso”.
-¿Una ingratitud?: “Cuando hice el servicio militar, la guerra de Malvinas. Me tocó en esa época y me marcó. Haber perdido amigos fue un dolor muy grande”.
-¿Una gratitud?: “Cuando nacieron mis dos hijos”.
-¿Un amor?: “Mi señora”.
-¿Henderson?: “La ciudad de uno. Lo extraño mucho. Uno se apega a olores o ciertas cosas, y siempre vuelve uno: con el recuerdo, con la charla de los amigos… La frescura, el aroma del campo, el sabor de pueblo. Extraño el pan de mi barrio”.
-¿Pehuajó?: “Agradecimiento eterno. Me abrió las puertas en todo sentido, con trabajo, con amigos, soy un agradecido de Pehuajó”.
-¿Un ídolo?: “Mi viejo”.
-¿Santiago Petrucci?: “No debo ser tan malo o tan explosivo como gringo que soy. Trato de mejorar día a día”.
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