Paciencia, creatividad y grata compañía

Felix Peyre
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Desde la niñez se sintió atraída por el arte de bordar. Hace 65 años que ejerce la actividad en el mismo lugar de siempre. Hizo bordados de todo tipo. Cultivó amistades y el reconocimiento de la gente. Es independiente, de carácter firme y ostenta la paciencia que el oficio requiere. Se siente satisfecha con lo realizado. Nunca dejó de trabajar.



Escribe Chico Feo

Hace 40 años, todos los días, pasaba caminando por calle Del Valle y la veía coser o bordar. Siempre en el mismo lugar, sentada frente a la máquina. Nos conocíamos de vista pero nunca habíamos hablado. La circunstancial sugerencia a Mirá para darle lugar en la sección Nuestra Gente fue propicia para el encuentro y diálogo con Lía Uría, o mejor dicho con ‘Negra’ o ‘la Negra’, como todos las conocen.

“Pensar que hace tantos años que nos conocemos y nunca habíamos hablado”, me dijo al comenzar la amena charla. Un encuentro largo que nos permitió recorrer el camino de su vida, llena de matices y mensajes, como ser humano y por su rica experiencia como bordadora.

Nació en la zona rural de Juan José Paso hace 85 años. “¡Cuánto agradezco haberme criado en el campo!”, exclamó feliz. De tierras pasenses se fue a Trenque Lauquen “porque yo estaba con un tío y una tía, y a él lo trasladó Arrese Massola para allá. Entonces también me fui”.

Y fue allí donde descubrió su vocación. “Desde que yo iba a la escuela, todo lo que hacía era en labor. Porque esa tía Julia Peña de Lafón bordaba y yo siempre estaba mirando. Me gustaba. Y los once años ya aprendí a manejar una máquina que tenía ella. Hacía pavaditas y me iba a la escuela con ella para aprender”.

LA LLEGADA A PEHUAJÓ
Se radicó en Pehuajó en 1948. “Cuando vinimos acá lamenté no haberme anotado en la Escuela Normal para maestra”, rememoró, y agregó que en aquel tiempo su mamá conocía una mujer que enseñaba costura. Fue con ella con quien Negra y su hermana comenzaron a indagar en el hermoso mundo del bordado y la costura.

Y allí empezó una tarea ininterrumpida hasta la actualidad. Lía seguramente no imaginó que el oficio de bordadora marcaría su vida, a tal extremo que ahora ya jubilada, sigue dando respuestas a pedidos de mucha gente.

Se siente feliz, porque cultivó amistades y pudo hacer lo que deseaba. “Desde los 19 años, tengo el orgullo de decir que a mí no me tuvieron que comprar ni un par de zapatos. Siempre me gané todo. Me recorrí la República Argentina; primero fui al norte, después a las Cataratas, Brasil y Paraguay, y después al sur”.

BORDAR ES UN PLACER



Al recordar las primeras labores para terceros, Negra señaló: “El trabajo que me largué a hacer sola fue para Telma Lunardini que era cajera de Pantanali. Se casaba y le hice un mantel con doce servilletas”. Durante los 65 años de actividad que lleva fueron muchos, muchísimos, los manteles y servilletas hechos tanto por pedido de contrayentes matrimoniales como para regalos.

Y lo mismo ha sucedido con el armado de moisés para bebés, sábanas, ajuares, vestidos de primera comunión, vestidos para novias, sábanas y hasta cubre ataúdes, siempre con el mismo entusiasmo, con prolijidad y perfección. A propósito de porta ataúdes, acotó: “Una vez tuve que hacer catorce para una familia de Carlos Tejedor que renovó el panteón. Todos los trabajos calados a tijera. Horas y horas de trabajo”.

Cada bordado, cada confección fueron realizados siempre con el mismo empeño y cariño por el arte que abrazó desde niña, cuando en la escuela le fascinaban las clases de labores y trabajo manual. Hay algo que la pasense repite constantemente en su relato: “Lo que a mí me gusta es bordar. Yo primero aprendí a bordar, pero también he hecho cortinas, acolchados, colchas, lo que se me vino a las manos… Mi oficio siempre fue bordadora, y sobre todo trabajar para chicos. Yo me jubilé como bordadora”.”, exclamó sonriente y feliz.

TRABAJO ININTERRUMPIDO
Hay otra particularidad: siempre vivió y trabajó en el mismo lugar y con la misma máquina de coser, en Del Valle 280. Otro motivo para destacar es el hecho de concebir el trabajo como una compañía, aunque asegura que le hubiese gustado formar una familia pero las circunstancias no se dieron.

“Para mí es más que un trabajo, es una compañía. ¡Y la gente que conozco! Son 65 años trabajando de esto y sin moverme de mi domicilio. Siempre en la misma casa. Me conocen hasta los perros. Siempre hice lo mismo. Nunca dejé de trabajar”. Al respecto, señaló: “Una vez el doctor Ruiz, que pasaba siempre por mi casa cuando iba a guardar el auto, me decía que era muy lindo llegar a mi edad y seguir haciendo lo que me gusta. Me decía que siga porque era mi vida”. Y lo es sin duda alguna, Negra no podría vivir un día sin enhebrar una aguja, ordenar hilos, emprolijar sus creaciones, y contemplar desde la ventana el barrio que a su criterio está siempre igual.

Finalmente, como consejo o sugerencia para quienes de pronto deseen cultivar el arte de bordar, Lía subrayó que “para este trabajo es elemental tener paciencia y gustar estar en casa”. Y además, predisposición para el aprendizaje. “A mí todo lo que es aprender a hacer me encanta. Siempre fui feliz”, reafirmó.

A modo de síntesis creo haber reflejado el hacer y el sentir de Negra Uría, pues referenciar toda la charla requeriría muchas páginas. Me despidió con la cordialidad que la caracteriza. Fue un placer compartido recorrer tantos años de trabajo y perseverancia. De buena vida.

Me fui caminando Del Valle y al llegar a Hernández, me invadieron los recuerdos de cuatro décadas atrás, claro que hoy descubrí el hermoso mundo de esa mujer que siempre veía sentada junto a la máquina de coser.

PUNTOS SUELTOS...



-“Un sastre que vivía a la vuelta de mi casa me quería mandar a toda costa a Buenos Aires para que aprenda a zurcir, porque decía que yo tenía mucha paciencia para hacer las cosas. Pero no quise porque es un trabajo muy duro y te arriesgas a perder la vista. Y dije que no, seguí bordando”.
-“Con esta máquina aprendí yo hace 63 años, y ya la había usado mi profesora antes que empiece yo”, afirma al contemplar la vieja máquina de coser y bordar “Leticia”.
-“Nunca me he sentido sola. Será porque los tengo a ellos, mis sobrinos, que siempre están presentes. Me llaman todos los días. Son una compañía tremenda”.
-Hubo una actividad paralela en la casa. También muy placentera para Negra: “Durante veintitrés años tuve chicas en pensión. Gente de toda la zona: 9 de Julio, Casares, Ordoqui, Mones Cazón y de Paso, la mayoría. Hasta ocho chicas tuve. Les cocinaba y todo. Las quería mucho, hoy vienen ya recibidas y me vienen a saludar. Donde hay juventud no hay pena”.
-“Estudié carpintería, y así tenía una salida obligatoria. Yo sabía que ese día era mío. Me hice los muebles y todo”.
-“A todos mis sobrinos y sobrinos nietos, mi regalo fue el moisés armado cuando nacieron. Para mí no es un trabajo. Nunca abandoné la actividad. Siempre hago algo, para mantener la cabeza ocupada”.

PING PONG
¿Un deseo?: “Tener una familia. Tuve oportunidad pero hoy me di cuenta que fui muy independiente”.
¿Un recuerdo?: “Mi infancia. La viví feliz a pesar de no tener padre porque mi mamá era genial”.
¿Un rencor?: “A nadie. No le tengo rabia a nadie”.
¿Un amor?: “Sí, tuve. Pero no coincidía con mi genio”.
¿Una ingratitud?: “Ya dije, no le tengo rencor a nadie, al contrario”.
¿Una gratitud?: “A la vida. He tenido una salud inmejorable”.
¿Juan José Paso?: “No significa tanto, porque en realidad casi no viví ahí”.
¿Pehuajó?: “Me ha dado una vida tranquila. He hecho de todo”.
¿Lía “Negra” Uría?: “Una mujer simple en la vida”.

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