La pochoclera que endulza cuerpo y alma

Felix Peyre
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Dos décadas atrás un conocido comerciante lo estimuló para iniciarse como mercachifle. Luego lo tentó la elaboración de pochoclos. Investigó en Buenos Aires y logró procesarlos. Ahí nació la «Pochoclera de Pehuajó», reconocida en nuestro distritos, en la zona y numerosos lugares. Ha sido su medio de vida. Luis, irradia una profunda fe cristiana. Dios lo puso en este camino -sostiene- y desde la pochoclera transmite un firme mensaje de fe y esperanza.



Es el día del maestro. Atardece en Plaza España. Luis Vilchez (43) termina otra jornada de trabajo, plena de dulzura y buenas intenciones. Mientras su esposa Claudia Bellandi ordena la pochoclera, Luis, sentado en un banco sobre la calle Landa, relata su experiencia.

«¿Te acordás del gallego Jorge Diez, de casa Di Di? Nosotros éramos chicos, mi viejo tenía taller, y él siempre nos impulsaba a que fuéramos mercachifles, como él andaba en las ventas nos empezó a entusiasmar», rememora. La sugerencia de Diez fue acatada por los Vilchez. «Empezamos vendiendo cuando se inició el trote en el Hipódromo. Vendíamos barriletes, perfumes, todas esas cosas que el gallego Diez nos daba».

Ese fue el comienzo como «mercachifles». Los primeros resultados fueron positivos y naturalmente se manifestó el deseo de crecer. «Empece a ir a Buenos Aires -recuerda Luis- y me entusiasmé con los pochoclos. Me encantaban los inventos y comencé a investigar el tema. Esto es un secreto de los yanquis. Eraimportantísimoo saber el manejo de la elaboración. Nadie te lo decía». No se entregó e insistió: «Me llevó un año de tirar azúcar hasta que logramos hacer lo que hoy tenemos».

DE CHAPISTA A POCHOCLERO
Con palabras pausadas y complacido por los logros obtenidos, Luis afirma que “este ha sido el medio de trabajo que Dios me ha dado» y recuerda que su oficio original fue chapista: “mis padres fueron chapistas, pero en realidad Dios me puso en este camino”, afirma.

«Con esto logré hacer mi vida: me hice la casa, crié a mis hijos... Me considero una persona reconocida por Pehuajó y eso me llena de orgullo. Siento orgullo por Pehuajó, el pueblo donde uno nació y donde se crió. Es importante para mí la vida que llevo, porque vender es una cosa y tener millones de amigos es más importante».

Esa riqueza de afectos creció en forma permanente, fruto del trajinar con la pochoclera. «Nosotros viajábamos muchísimo en una época. Recorríamos lugares, eventos de todo tipo. Llegaban invitaciones para el carrito pochoclero de Pehuajó. Recorríamos lugares que no conocíamos y en cada uno sumamos amigos».

UNA PAUSA, UNA CONTRA

No fue fácil para nada superar 20 años de lucha sostenida con este particular emprendimiento. Por motivos muy puntuales fue necesario hacer un paréntesis. El vendedor de dulzuras afrontó amarguras: «Tuvimos la mala suerte de que se enfermó mi esposa. Fue un freno que nos puso la vida. Enferma mi señora de cáncer, tuvimos que parar durante un tiempo. Pero Dios nos dio la posibilidad de superar el problema y volvimos a la actividad para seguir siempre adelante», enfatiza con un gesto de reconocimiento, al tiempo que nos enumera las dificultades afrontadas, felizmente todas superadas.




Actualmente, consolidados en su quehacer, siguen adelante. Reciben invitaciones de muchos lugares para ir con la pochoclera, pero ahora con menos exigencias personales deciden dónde ir.

Volviendo a las características de la actividad, Vilchez manifiesta: «El trabajo de pochoclero es todo el año, pero tiene sus épocas. Nosotros, increíblemente trabajamos más en invierno que en verano. En verano tenemos un contra, que es el helado, pero igual trabajamos en las tardecitas».

«EN LA VIDA TODO ES POSIBLE»
El sol se empieza a ocultar. Claudia ya ordenó la pochoclera y prepara su retiro de Plaza España. Luis, al final del diálogo, enfatiza sus sentimientos: «Soy agradecido a la vida, pero antes que nada soy agradecido a Dios. Creo que la mayoría de las cosas que he logrado, han sido por la gran sabiduría que Dios me ha dado. Estoy convencido que ese empuje, ese entusiasmo por hacer, viene de Dios”.

«Hago lo que hago como una misión. Soy cristiano evangélico y el pulpito mío es este, la pochoclera, porque acá encontramos la gente necesitada. Te encontrás con gente que está bien y con gente que está mal. Y detrás de toda esta dulzura, de toda estas golosinas, hay personas que les ha tocado vivir distintas circunstancias, con las que hemos aprendido y tenemos una palabra de aliento para aquel que te necesita».

La fe de Luis es profunda. Está convencido de que «no sólo trabaja, sino que también tenemos un mensaje que Dios nos ha dejado para el prójimo», remarca. Su fe es una evidencia de las pruebas a que lo sometió la vida: “Lo primero que tengo en la vida es Dios. Gracias a él he superado todos los problemas junto a mi esposa y familia. Siempre primero Dios».

HAY TIEMPO PARA TODO
Al sostener que «en la vida todo es posible», exhorta a cultivar la tranquilidad pero sin quedarse con los brazos cruzados. «Simplemente hay que vivir la vida. Vivir el día de hoy. No pensar en el pasado, el pasado pisado es, hay que vivir el presente. Ayudar al prójimo, al necesitado, al enfermo. Hay que comprender que en la vida no todo es correr apresurado»,

Y concluye: «El dinero lleva a vivir una vida apurada, lamentablemente ese papel mezcla la mente del ser humano. Pero todo tiene un tiempo. He aprendido que hay tiempo de plantar, de sembrar y de cosechar».


PING PONG
¿Un deseo?: «No apartarme de Dios».
¿Una esperanza?: «Que la juventud pueda orientarse y salir adelante».
¿Un recuerdo?: «Mi primer amor (mi esposa)».
¿Una ingratitud?: «No tengo».
¿Una gratitud? «Mi familia».
¿Un amor?: «Dios».
¿Una frustración?: «No poder hacer una ayuda».
¿Un reproche?: «No haber descubierto a Dios antes».
¿Un elogio?: «A mi esposa».
¿Un ídolo?: «No tengo».
¿Una alegría?: «Ver crecer mis hijos».
¿Dios?: «Todo. Mi vida».
¿Luis Vilchez?:
«Una persona con una misión»

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