Toda la vida junto a Calaveras

Felix Peyre
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Vueltas olímpicas. Alegrías y tristezas. Todo quedará en el corazón de Sergio Jaime, que anunció su retiro como utilero del club Atlético Calaveras, después de más de 30 años. Los hinchas lo aman y los jugadores ya lo extrañan. Dejó todo por la entidad de sus amores. Se crió en la vieja cancha del Matadero y nunca abandonó al equipo. Siempre estuvo, ferviente y apasionado, en el banco de suplentes o detrás de un alambrado en todas las canchas de la Liga Pehuajense de Fútbol. Es el fin de una etapa y la continuidad de una historia de amor que nunca terminará...



Hace tiempo había anunciado el retiro, y el domingo 31 de agosto se hizo realidad. Se fue con todos los honores y el sincero reconocimiento de dirigentes, jugadores de distintas épocas, simpatizantes, familiares y amigos. La vida de Sergio Jaime pasa por el club de Mataderos, porque nació, creció y vivió siempre en ese barrio. Su padre fue jugador del Cala y su madre y hermana seguidoras, en las buenas y en las malas. De nIño, Sergio se escapaba de la casa para ir a la cancha. Desde purrete se abrazó a la bandera de su querido Club Atlético Calaveras.

Por eso y por tantos otros motivos, la despedida de Jaime no podía ser de otra manera. No la esperaba. Se emocionó tanto o más que en las vueltas olímpicas dadas con el Cala. Y emocionó a quienes lo acompañaron en el partido contra Defensores del Este donde dijo adiós a su rol de utilero, porque jamás le diría adiós al club de sus amores.

Sincero como siempre, familiero por excelencia y protector de su amada madre, Sergio explicó a Mirá por qué abandonó la actividad. “Decidí irme ante un problema de salud de mi madre y después por otro de mi salud”, afirma, y agrega: “Este mes voy a cumplir 52 años. Ya basta, ya di todo lo que pude”.

Sintió el afecto y el reconocimiento. Tuvo una línea de conducta, esa que de chico inculcó mamá Juana y su papá Antonio, que desde el cielo vivió el homenaje de despedida. “Nunca anduve mal con nadie, porque todos son buenísimos. Hasta el último día que estuve, todos tenían fe conmigo, pero un día le dije al presidente hasta aquí llegué”, comenta y sus ojos brillan con intensidad.



“Primero me fui despidiendo cuando jugamos ante Curarú y después con Defensores. No lo podía creer. Bocinazos de todas partes. Fue una fiesta que nunca pensé. Cuando la cancha quedó vacía, mi corazón quedó lleno del afecto de la gente”.

Y después de la inesperada fiesta, en su casa continuaron los ecos. “La gente me llamaba a mi casa. De todos lados. Y recibí una gran cantidad de mensajes. Yo pensaba que nadie me quería. Y cuando vi la fiesta, cuando me empezaron a llamar, me di cuenta que no. Una chica, Laura, se le caían las lágrimas”, narra.

Entre emociones compartidas, Sergio Jaime, reconocido personaje que ya fue protagonista de Mirá, recuerda distintos momentos vividos con su querido Calaveras: “Un día mi vieja me salió a buscar porque no sabía dónde andaba. Y estaba en la cancha de Calaveras. De chiquito ya andaba con la bandera de Calaveras. Desde los 6 años que estoy junto a Calaveras. Cuando atajaba Ángel Planes. Siempre lo tengo en mi corazón y no me olvido cuando ante Paso hizo un golazo, pateo, la pelota pegó en el travesaño y entró. Para mi es una de las figuras de la historia de Calaveras”.
Y entre los muchos recuerdos de jugadores, menciona “al flaco Planes, a los hermanos Barraza, los Pascual, el Mongo Criado, Walter Junco y los hermanos Lamanna que eran unos maestros, siempre la rompían”.

Para concluir el encuentro, ya más relajado que el domingo de la despedida pero con la misma o mayor emoción, Sergio le da “gracias al Club por todo lo que me brindó en tantos años”. E imaginando el futuro, Jaime, sin arrepentimiento alguno y con ese corazón impregnado de halagos, se despide y dice: “Ahora no será lo mismo, y los domingos que juegue Calaveras en Pehuajó iré a ver los partidos…”.

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