MARGARITA LOPEZ: “Adoré mi trabajo”

Felix Peyre
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Ejerció el noble oficio de enfermera durante 38 años. Había ingresado a la Clínica como mucama pero la tarea de enfermería la sedujo y realizó los estudios específicos en el Hospital Arámburu. Su vocación de servicio es dominante y quedó en evidencia en todo su quehacer: contención, comprensión, solidaridad y entrega. Alejada de los ámbitos de salud, aún hoy atiende algunos requerimientos domiciliarios, producto de la confianza que supo conquistar.


Margarita López de Muñoz tiene setenta y siete años y en su infancia fue integrante de una familia rural. Nació en Ingeniero Thompson, partido de Salliqueló, luego vivió en La Pampa, y más tarde, en Carhué y Casbas. Entrando en la adolescencia, con una hermana, vinieron a Pehuajó en busca de nuevos horizontes. Consiguieron trabajo como doméstica, y establecida su radicación en nuestra ciudad, trajeron a sus padres y demás hermanos.

Las hermanas concurrieron a las “escuela de grandes” y también trabajaron “mucho tiempo” como niñeras en la casa del doctor Arnejo. Más adelante, Margarita se ocupó durante siete años de las tareas domésticas en casa de la familia Peña, “con doña Ema y don Hipólito”.

Tiempo después se produjo su ingreso a la Clínica del Oeste. “Entré pero no como enfermera. Entré como mucama, a prueba, y después me tomaron. Y más adelante, como ya había terminado la escuela, empecé a estudiar enfermería en el Hospital Arámburu”.

Margarita recuerda que realizaba las prácticas a las seis de la mañana en el Hospital y que al mediodía se dirigían a la clínica. Además, destaca que durante la noche, estudiaban en la Escuela Normal. “Ahí nos tomaban examen”, explica, al mismo tiempo que menciona algunos de sus profesores: Dres. Arnejo, Paris, Manterola y Barrios Guevara.

Luego vendría una interrupción en la tarea laboral. Margarita se casa y se va a vivir a Punta Alta, pero un día el Dr. Benincasa le manda una carta pidiéndole que regresara. “Tenía el trabajo que había dejado. Quiere decir que me porté bien”, exclama sonriente.

TRABAJAR, CUMPLIR, SIN MIRAR EL RELOJ
Al regresar a Pehuajó comenzó su trabajo como enfermera. Y la mirada de Margarita se ilumina: “Adoré mi trabajo. ¡Y qué lindo se trabaja en la Clínica! Hermoso. Muy buen compañerismo. Las compañeras que más recuerdo son Dominga Miguel y Juanita Cipolat”.

“Me acuerdo que yo tenía las nenas chiquitas, y capaz que pasaban horas y horas y nadie miraba el reloj. Lo que queríamos era colaborar, hacer, nunca mirábamos el reloj. Yo siempre llegaba media hora antes del horario de entrada, porque quería tomarme la guardia, que me explicaran bien”.

A propósito de la tarea en el piso, en la salas de internados, la enfermera recuerda “me encantaba conversar mucho con la gente. Me gustaba el contacto de la gente. Después me pasaron a cirugía, no me gustaba a mí, porque era muy técnico y extrañaba el contacto con la gente. Allí estuve bastante tiempo, hasta que volví al piso. Eso me encantó”.

Margarita ha sido testigo de muchísimos nacimientos. “Pero es imposible enumerarlos”, acota sonriente, y remarca: “vivíamos los nacimientos y atendíamos a las parturientas con tanto cariño… Y uno llegaba a la hora del té, la hora de visita y las ayudábamos a vestirse, a ponerse lindas. Me gustaba muchísimo el trabajo”.

UN POCO PSICÓLOGO DE LA GENTE
Y ante situaciones desagradables o momentos tristes, la oriunda de Ingeniero Thompson sostiene: “teníamos que contener a la familia. Éramos así. Igual que cuando se hacía un parto y hasta que venía el médico que las atendía, las teníamos que atender enseguida nosotras y contenerlas. Era todo muy lindo, sobretodo cuando la gente te tomaba mucha confianza y se apoyaba mucho en uno. A mí me encantaba. Tuve mucho apoyo de la gente”.

Margarita considera que “trabajando se aprende porque aparte de lo teórico, uno en la práctica aprende. Uno con el tiempo va aprendiendo muchísimas cosas. Y se va haciendo psicólogo de la gente sin querer porque había gente que estaba mucho tiempo solita entonces uno iba y conversaba y se enteraba de cosas que le pasaban… Y bueno, se apoyaban mucho en uno. A mí eso me encantaba”.

Margarita y su hija Miriam
LA TAREA DOMICILIARIA
A pesar de estar retirada de la profesión en ámbitos de salud, la actividad de Margarita se extiendo a los hogares. Es una práctica que siempre hizo: durante toda su trayectoria realizó trabajos particulares en forma paralela a sus obligaciones en la clínica. “Siempre hice trabajos particulares, a domicilio, hasta que empezaron a surgir los servicios privados de emergencias. Todas creo que teníamos trabajo en eso. Pero por ejemplo, cuando se iba de alta una parturienta, después uno iba a la casa a cortarle el ombligo al bebé, uno los bañaba y le enseñábamos a las madres. Inyecciones a domicilio, muchísimas. Hacíamos muchas cosas, era como un sueldo aparte”.

Y Margarita sigue apegada a la profesión que ama: “actualmente hago algunas cosas de enfermería. En el barrio, como me conocen, cuando se descompone alguien me llaman. Sigo en actividad. Y hay gente que no se olvidó de uno y sigue llamándome para inyecciones. Se genera una confianza que no se olvida nunca”.

POSITIVO BALANCE
Al momento de echar una mirada retrospectiva, no titubea en afirmar: “estoy muy satisfecha en todo aspecto. Se trabajaba muy a conciencia, muy lindo. Hoy supongo que lo harán igual”. Su acotación nos induce a pedirle un consejo para las nuevas generaciones de enfermeras. Margarita, con sinceridad y humildad, responde: “no me creo con autoridad para darles consejos a las nuevas enfermeras. Hoy creo, me parece, que no hacen tanta teoría como antes y no ponen la atención que uno ponía. Nosotros cuando empezamos a estudiar, lo primero/ que nos enseñaron fue a limpiar paredes y mezas de luz y hacer camas. Nuestra instructora era Pepa Chilela que nos enseñó todo, para tratar ser lo mejor como enfermera”.

Agradable encuentro y diálogo con Margarita López, la enfermera de la Clínica, como muchos pehuajenses la recuerdan. A través de ella, nuestro homenaje a todas las enfermeras y enfermeros, que en distintos ámbitos, tal vez con modalidades diferentes, cumplen la noble misión de servir y asistir a sus semejantes.

A nuestra madre en el día de la enfermera:

“Hacer lo que nadie nos haría, de la manera que nadie mas podría y a pesar de todo lo que pasamos. Esto es lo que significa ser una enfermera”.

“Trabajaste sábados, domingos, feriados, navidad y año nuevo, arriesgando la vida por una causa justa. Fuiste y sos luchadora incansables”.

Miriam y Graciela. Y besotes de tus nietos.
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