Afrontaron en la primera década tremendos problemas económicos, al extremo de estar a punto de claudicar. Pero, el empuje de ese grupo humano y la firme decisión de la barriada, con esfuerzo y trabajo sostenido, hizo prosperar al club de Mataderos. Estaban convencidos que el barrio merecía tener su club y el perfil futbolístico era contundente. “Tenía raíces para mucho más”, solía decir Wadi. Y así fue. El barrio a través de los años vibró y se embargó de felicidad con los halagos y títulos conseguidos.
Wadi, desde algún lugar del cielo, comparte la alegría del nuevo aniversario. Tiempos distintos, problemas diferentes, directivos diferentes, pero en la esencia el mismo amor y la misma pasión de barrio.
Calaveras era como un hijo para el turco Adra. Así lo vivió y lo sintió junto a su familia. “Cuando un hijo está bien, te alegrás, y cuando no está bien, te entristece”, decía graficando sus sentimientos.
Cuando el Cala salía campeón su emoción era profunda. Hasta las lágrimas. Le costaba llegar a la sede para sumarse a los festejos. Antes, en el comedor de la casa, enjugaba sus lágrimas y el corazón latía con más fuerzas, al escuchar la barriada gritando “Calaveras campeón”.
Compartía sus emociones junto a Manuela, la compañera que la vida le concedió. “Cuántas cosas me tuvo que aguantar por culpa del Club”, se reprochaba más de una vez. Pero como Manuela, sus hijos Marta y el Negro, y sus 6 nietos, Calaveras era parte indisoluble de su familia. Era parte de su vida y su alegría cotidiana.
¡Wadi, el “Cala” llegó a los 80!
Dejame compartir un brindis, sencillo, silencioso, de todo corazón, con la misma emoción. Como en aquellos tiempos, ahí en tu casa, junto a Manuela, junto a Dario Apestegui, con un tinto de mi flor, embriagados de amistad, pura y sincera, como el amor que sentís por Calaveras.
“Chico Feo”