Amor al trabajo, pasión por el fútbol, ejemplo de vida

Felix Peyre
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Una vida colmada de matices. Siendo un niño se apegó al trabajo y lo atrajo el fútbol. Luchador y emprendedor. Afrontó momentos muy dolorosos, pero nunca claudicó. Su trayectoria comercial supera el medio siglo. Brilló en Calaveras, donde late su corazón, y en Defensores y Deportivo. Hoy, cuando el “Cala” cumple 88 años, nuestro homenaje al incansable Manolo.





Sumamente conocido por su actividad comercial y por su actuación como futbolista en distintos equipos pehuajenses. Manuel Hernández (76), para todos "Manolo", revivió distintos momentos de su vida, plena de matices. Apego al trabajo desde niño, coraje y decisión para encarar emprendimientos, entereza para afrontar adversidades, que por encima del dolor provocado prevaleció su fortaleza espiritual y sus deseos de hacer y crecer.

Al hablar de su niñez y adolescencia, es claro y sincero. "Infancia dura. Mi madre quedó viuda con dos nenas de 7 y 5 años, un varón de 3, y yo en la panza de 5 meses, en una chacra de Cuartel II, que luego vendió y se vino para Pehuajó. Empezó a trabajar en casas de familia por recomendaciones. Yo a los 9 años entró como cadete en un escritorio de contabilidad que tenía uno de los patrones de mi madre.

A los 10 me paso a otro que también era otro de los patrones de mi madre. El primero era una conocida familia, Portilla, y el otro de una firma muy conocida en Pehuajó, Fainstein y Bolonicof.

A los 12 termino la primaria y mi madre me ofrece estudiar la secundaria, aunque no era un burro no me gustaba mucho el estudio. Principalmente historia, lengua… era bastante despierto en matemáticas".

Ya se vislumbraban sus cualidades en el campo laboral. "La sociedad donde trabajaba -añade- se separa y Fainstein pone una fraccionadora de vinos en Zanni y Rivarola. Me ofrece llevarme. Era un trabajo bastante pesado para mi edad y mi estatura. Era bastante petisito para los doce años, pero le dije que sí, ya que también entró mi hermana mayor. Entrábamos a la 4 de la mañana. En invierno la llevaba en el portaequipajes con unas heladas, como se dice ¡de las de antes!.

Había varias tareas para hacer. Ahí me di cuenta que era bastante avispiento porque me las aprendí a todas. Hasta estuve de mano derecha del enólogo mendocino que trajeron para preparar los vinos. Asique pasé parte de mi infancia y mi juventud ahí, hasta que me dí cuenta que no tenía mucho futuro y me fui. Entró mi hermano en mi lugar".


"ALGO TENÍA QUE HACER POR MI CUENTA"

"Mis expectativas eran otras. Era muy emprendedor. Algo había que hacer. Tenía que ganar el peso para vestirme y llevar dinero a la casa. Por eso mientras hacía esos trabajos, los domingos a la mañana, repartía propagandas del cine y de las tiendas Galver y El Hogar".

Un buen día le dijo a su madre que quería independizarse. "Tenía 15 años, sin plata y con pocas opciones. O peluquero como mi hermana o compostura de calzados, ya que tenía unas pocas herramientas de mi abuelo materno. Enseguida me decidí: zapatero. El tema, ¿quién me enseñaba? Busqué, pregunté y me ofrecí sin cobrar sueldo".

Cuando los objetivos son claros hasta se puede aprender con solo observar. "Me tomó Cheli Pérez. Estuve poco porque anexó ventas y de composturas hacía poco. Busqué otro porque si no veía no aprendía. Conseguí con José Goncalvez, frente a la Escuela Normal. Un año sentado del lado de la mesita, mirando con los codos sobre las rodillas. No me hacía practicar nada solo lustrar. Pero lo que miraba me quedaba todo y cuando estaba en mi casa agarraba los zapatos de mi familia, vecinos y amigos. Y practicaba, no les cobraba, solo el material".

El relato es contundente, emociona y se traduce en una actitud ejemplar. ·Estos recuerdos de mi infancia y adolescencia que me quedaron grabados para siempre", afirma Manolo y hace una pausa.


EL OFICIO DE ZAPATERÍA



Paulatinamente y estimulado por el constante deseo de abrirse caminos, aprendió el oficio de zapatero y en 1961 habilitó su propio local de compostura de calzado, en calle Ascasubi, donde había tenido su abuelo uno similar.

"Un día -rememora- Duval Goncalvez me invita a que lo acompañe a Buenos Aires para comprar materiales. Así supe donde se conseguían y despacio fui armando el taller hasta que me tocó el servicio militar. Lo hice en Esquel, regimiento se reabría ese año porque lo habían hecho base de Gendarmería. El oficio evitó que me pusieran en caballería. Arreglaba borceguís a lo loco. Le tenía que poner goma en los costados de las cubiertas en las suelas, para que no se resbalaran con la nieve.

Éramos 5 en el taller, yo de jefe porque era el único que sabía el oficio. La pasé bien, en 6 meses que estuve, aumenté 12 kilos". "Tenía en la cocina un amigo de la infancia", acota sonriente.

Cuando retorna a Pehuajó, luego de la baja del servicio militar, trabaja durante un año como cantinero del club. Había que juntar dinero para comprar material con destino al taller de calzados. "En 1968 -señala- una familia conocida me manda un pariente que vendía zapatos. Yo era muy remiso a comprar fiado. Me ofertó que probara y me convenció. Compré poco para probar, a los 15 días lo llamé para que me enviara más, porque había vendido bien".

Así comenzó la intensa tarea de compostura y venta. "Tenía una ventana a la calle, ya me había pasado al local donde tuvo peluquería mi hermana, y puse kiosco también". El quehacer comercial ya era su aliado, ya encaminado y pensando en formar una familia, en 1975, contrae matrimonio con María Estela Bombino.

"A mi señora le gustaba el rubro indumentaria. Evaluamos y cambiamos el kiosco por ropa. Se trabajaba muy bien, pero se empezó a complicar los niños. Viene la primera hija y nos arreglábamos porque vivíamos en una casa de atrás del negocio, y al lado vivía mi madre y mi hermana".


VIVÍA EN EL NEGOCIO”



La clientela era notoria y los gestos de Manolo sorprenden y halagan. "Tenía muchos clientes que trabajaban en el campo y venían los domingos a la mañana porque sabían que yo los atendía. Les cambiaba los cheques del sueldo y les hacía el favor de darles el vuelto en efectivo, que no cualquiera se lo hacía".

"Vivía en el negocio. Muchas composturas. La mayoría de los días que quedaba hasta las 2 o 3 de la madrugada. Un día después de la noticia de que íbamos a tener otra bebé, a los 11 meses de la primera otra nena. Más complicado y dos años más tarde otro, pero éste era varón, el que seguiría el apellido porque sino se cortaba".

Al agrandarse la familia se hacía necesario ampliar el local o cambiar de casa. Y superar esa necesario apuntó el accionar. "En 1983 nos cambiamos a la casa nueva y agarro como depósito a la anterior".


UNA FRUSTRACIÓN, UNA PÉRDIDA 

Y LA FUERZA DE LA FE



Luego de años de trabajo ininterrumpido el deseo de descansar era evidente y necesario. "Programamos las primeras vacaciones después de 9 años de mucho trabajo, para febrero de 1984, y justo unos días antes de irnos se viene la hecatombe. Un accidente familiar casero y perdemos a nuestra hija mayor.

No quería seguir más. No entendía por qué a nosotros. Pasaban los días y no lo podíamos asumir, pero gracias a la familia, vecinos, la gente, la Madre Alba del Colegio San José al cual concurrían los tres hijos, nos apoyaron y de a poquito fuimos saliendo".

Los años pasaron, ese triste episodio no se olvida jamás, pero no claudicó, superó el duro trance y siguió adelante. "Había que pelearla por los dos que quedaban. Me sobraba tiempo para pensar y trataba de estar ocupado para no pensar".

Un primo le ofreció hacer algo juntos y genera una fábrica de alpargatas. "Se vino de Buenos Aires, no aguantó el encierro y a los 3 meses se fue. ¿Qué hacía?, la vendí. Luego se arrimó otro primo que necesitaba trabajar. Le oferté otro negocio, armé un mayoreo de materiales para compostura de calzados en la zona, mientras mi negocio seguía con un ayudante y mi señora. A los 5 años mi primo se independiza y de nuevo como al principio, pero con ya con los chicos más grandes".

Los vaivenes no lo deprimían, al contrario, siempre encontraba una salida. "Al año decido salir a vender yo. Y un año después se acerca un amigo y me ofrece que le venda alpargatas que él fabricaba. Enseguida le agregué zapatillas. Yo nunca decía que no.

Más tarde, como conocía la zona, le ofrezco poner una zapatillería en otra ciudad. Le gustó la idea y le monté uno a un cliente que arreglaba zapatos en Henderson. Todo marchaba bien, pero un día tuve que levantar todo. Nos fuimos a Bolívar y pusimos una con el nombre de Manuelita, con dos empleadas, hermanas de mucha confianza. Fue un golazo".


UNA SORPRESA Y EL HIJO 

TOMA LA POSTA COMERCIAL



Las sorpresas, buenas y malas, han sido una constante en la vida de Manolo. "En julio de 1994 me toca otra sorpresa. Un infarto casi me lleva. Me quedaban cosas por hacer. Después de un año de reposo, en lugar de salir a vender otra vez, pongo una sucursal en el centro “Manolo 2”. Lo armo y largamos.

Todo un éxito, pero era mucho para mí. Los dos locales acá y el de Bolívar, que lo manejaba yo. Un día alguien me ofrece que ponga otro local a cargo de él. Yo no sabía decir no y lo puse. Cuando muchos cerraban, Manolo se agrandaba. Se me hacía incontrolable, cerré en Ascasubi y la hice venir a mi señora al local nuevo “Tamangos”.

Al año me cambio con Manolo al local actual. Mis hijos estudiando en Buenos Aires, buscando su futuro. A ninguno de los dos les gustaba el negocio, hasta que se recibe la hija y yo pensando en la jubilación me preparaba para dar las hurras, aunque me costaba pensar en no seguir. El hijo decide dejar sus estudios y venirse con su pareja y una nieta como diploma.

Le pregunto ¿qué vas hacer? Y me dice, si queres vengo a la zapatería. Ahí estaba la continuidad del negocio. Cuando me jubilo lo pongo a nombre de él. Le digo cámbiale el nombre y me dice no, si al que conocen sos vos. Como para darme el gusto le da vuelta el nombre y le pone “Manolo calzados”. Si Dios y la Virgen de Luján lo acompañan dirán hasta cuando continuará, y también el acompañamiento de él con seriedad y confianza sobre el cliente.


PASIÓN POR EL FÚTBOL


Abordar el más popular de los deportes provoca sensaciones especiales en Hernández y su experiencia revela procederes muy personales. “Amé el fútbol y fue mi pasión, pero no viví para el fútbol. No me gustaban los entrenamientos. No dejaba de salir por un partido y los domingos no dejaba de comer los tallarines amasados a mano por mi vieja. Yo sabía el físico que tenía para jugar.

En cuanto a brillar fui un jugador más con alguna virtud que la sabía aprovechar sobre los rivales. Mis inicios fueron en Calaveras a pesar que tenía la cancha de KDT a media cuadra de mi casa, pero los amigos de la infancia estaban del otro lado. A los 8 o 9 años me ficharon. A los 11, que era la edad de la categoría más chica, la 5ta. División, me hace debutar quien fuera con el tiempo mi segundo padre y amigo, Mario Dubra, y su Ayudante (también después amigazo) Carlos Berneri”.

El tema le fascina y los recuerdos brotan a flor de labios. “Yo era una petaca y la mayoría tenían la máxima edad, 15 años. Hice todas las inferiores. Creo que salíamos campeones todos los años. En ese tiempo era difícil llegar a primera, hasta que llegó el día, campeonato preparación y campeones. Sigo en el “Cala” hasta 1971, con dos campeonatos, 68 y 69.

Después de luchar para que me dieran el pase, ya que tenía ofertas de otros clubes y de otros lados, hasta de Sarmiento de Junín, club que nos había probado junto con Planes y R.Pascual y habíamos rendido bien, pero no lográbamos al pase.

En 1972 me quieren Maderense y Deportivo. Logra llevarme “Depo”. Lindo año, muchos conocidos, lindo ambiente. Se inauguraba la cancha nueva y la frutilla del postre, ganamos el campeonato, el segundo en la historia del club. En 1973 se desarma el equipo y me pide Defensores que estaba armando un gran equipo. Yo quería ir porque los dirigía mi amigo Mario Dubra, pero hubo un dirigente que no quiso dejarme ir. El “Defe” campeón me lo perdí.

En 1974 vuelven a pedirme y se hace el pase. “Defe” nuevamente campeón. En 1975 me quedó en Defe y nuevo campeonato. Se desarma el equipo y me vuelvo a Calaveras para despedirme del fútbol. Me rompo la rodilla y no quise operarme. Dejé de jugar en 1978. Calaveras se clasifica para el Petit, con Alonso de técnico. Para ese Petit nos llama a Kilduff y a mí, según él para tener dos jugadores de experiencia, ya que había muchos juveniles. Y se logró el campeonato”.

Lo expuesto es una síntesis de su trayectoria futbolística. Al concluir el relato, manifiesta: “Quiero agradecer la atención y el recuerdo que me brindaron los directivos y la gente de los clubes donde jugué, y a los nuevos amigos que logré. Una mención para la selección de la Liga en la que participé varios años y tengo la satisfacción de ser el cuarto goleador en la historia de la selección pehuajense”.


CONSEJOS Y RECONOCIMIENTO


Y antes de concluir el encuentro, le pedimos un consejo para los chicos que deseen jugar al fútbol. “Primero a los padres, que no quieran tener un profesional a los 9 o 10 años para que ganen plata. Déjenlos que se diviertan, que ya llegará el momento de saber si van a tener esa posibilidad. Que se diviertan. Que sepan que se gana y se pierde, y no tiene que ser un drama cuando se pierde”.

Y atento a su empeño y voluntad en el campo comercial, bienvenidas también sus impresiones para aquellos que inician o desean comenzar con una actividad. “Al emprendedor que quiere ser independiente que le ponga ganas. Que demuestre confianza y seriedad en lo que hace. Los negocios que perduran en el tiempo lo demuestran”.

Ante del choque de puños o de codos, como se estila en tiempos de pandemia, palabras de agradecimiento: “Muchas gracias a toda la gente, a clientes o no que durante estos 60 años, de una manera u otra, nos acompañaron para que Zapatería Manolo se mantenga vigente y sigamos siendo útiles en algo”.


ANECDOTAS E IMPRESIONES



- “Un montón. Tal vez como lo hacíamos renegar a Víctor Pérez Fernández, con Yosio García, la noche antes de los partidos”.

- “El partido que jugamos contra Defensores cuando el comentario era que no me ponían porque no me había presentado en el partido anterior. Ese día jugué, ganamos 4 a 0 y todos los goles fueron míos. Lástima que justo me marcaba, para mí el jugador más completo que vi en Pehuajó, el Pingüino Borghi”.

- “Los cuatro campeonatos ganados, dos con Víctor Pérez Fernández y dos con Mario Dubra, dos amigazos. Uno se fue hace poco y al otro lo sigo viendo a pesar de la distancia”.

- “Estoy yendo poco a las canchas. Por lo general voy a ver al “Cala” y sufro mucho. No es como jugar que descargas todo en el partido, aunque yo era tranquilo.

Comparar el fútbol de antes con el de ahora es muy distinto. Hoy es a base de entrenamiento, correr, destruir el juego, en lugar de crearlo. Ves algún jugador hábil que quiere jugar y vive más en el suelo que jugando. Hoy es todo destruir. Me gustaba más el fútbol de antes, había más jugadores que destructores. Pasa en general acá y el profesional”.


PING PONG



- ¿Un deseo?: “Salud para mi familia y toda la gente”.

- ¿Un recuerdo?: “Malo. El día del accidente de mi hija”.

- ¿Una gratitud?:” Tener la familia que tengo”.

- ¿Un rencor?: “No tengo, pero si me molesta la falsedad, la mentira, de alguien a quien le tendes una mano”.

- ¿Un amor?: “La familia. Señora, hijos, nietos, yerno, nuera”.

- ¿Una frustración?: “Ninguna. A los que he ayudado o aconsejado les fue cómo lo hicieron ellos”.

- ¿Una esperanza?: “Algo, creo que imposible, que cambie la manera de pensar de la gente”.

- ¿Un reproche?: “Creo que no tengo nada que reprocharme”.

- ¿Una ilusión?: “Que mis hijos y nietos sigan siendo como son”.

- ¿Un libro?: “No soy de leer libros”.

- ¿Un amigo?: “De la infancia y la juventud muchos, pero con uno éramos muy compinches, Ricardo Mazzoconi. Del fútbol, otro compinche Yosio García. Los demás no los nombro, pero los llevo en el corazón”.

- ¿Dios?: “Todo poderoso y la Virgen de Luján”.

- ¿El fútbol?: “Haberlo jugado fue una pasión”.

- ¿La zapatería?: “Fue mi vida. La viví y la vivo con todas mis ganas”.

- ¿Pehuajó?: “Mi ciudad. Nací y creo que moriré acá”.

- ¿"Manolo Hernández?: “Creo que siempre fui una buena persona, responsable, seria y al servicio de la gente. No sé qué pensará la gente”.


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El mejor ejemplo



Pá..estamos más que orgullosos con este homenaje. Fuiste siempre un ejemplo de hijo, hermano, esposo, padre y abuelo. 

Le hiciste frente a  todas las adversidades y grandes pérdidas en tu vida y pese a todo, siempre te superaste cada día más...lograste más que goles... sos el mejor ejemplo de que ¡con esfuerzo y constancia, disciplina y pasión todo se logra! 

Aprendiste un oficio desde muy chiquito, fuiste un futbolista reconocido, formaste una familia que siempre está.

Ahora tenes 6 hermosos nietos que pueden disfrutarte y que están aprendiendo esto de que lo que uno se propone con amor siempre se logra.. te amamos! 

Tu familia.

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