Yupanqui y un amor en Pehuajó. Cortázar y el desgaste de las palabras

Felix Peyre
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Los domingos, entre otras particularidades, permiten disfrutar mejor de la lectura, quizás por efecto del relax o del silencio. Este domingo, nos sorprende gratamente una publicación del periodista Adalberto Balduino, publicada en el diario El Litoral. La historia de amor de los padres de Yupanqui. Reflexiones de Don "Ata" y de Cortázar sobre la importancia y la belleza de las palabras.


 

DESGASTE

Todo se desgasta. Se renueva, o se modifica mejorando las cosas que la separan de la perfección. Renovarse es rever y sopesar las que van y las que no. Con la lengua sucede lo mismo. Las palabras, valiosas ellas, elocuentes e imprescindibles, también se gastan, así lo aseveró en una conferencia que el escritor argentino, Julio Cortázar, lo llevo a cabo en Madrid en el 1981, portando un título original de advertencia: “Las palabras se gastan”.

Caer en la cuenta de que ello ocurre cuando se las emplean falseando su sentido y significado, supliéndolas por hechos que las palabras refieren pero que distan de ser verdad en su plenitud específica. “Si algo sabemos los escritores, exponía Cortázar, es que las palabras pueden llegar a cansarse y a enfermarse, como se cansan y enferman los hombres o los caballos. Hay palabras que a fuerza de ser repetidas, y muchas veces mal empleadas, terminan por agotarse, por perder poco a poco su vitalidad…” “Sin la palabra no habría historia y tampoco habría amor; seríamos como el resto de los animales, mera sexualidad. El habla nos une como parejas, como sociedades, como pueblos. Hablamos porque somos, pero somos porque hablamos…”

Tal vez por haber agotado horas como redactor publicitario, por la locución, las palabras para mí guardan una belleza perfecta de la expresión de los pueblos. Atentar contra ellas es coartar la vía más natural, pero suplirlas dándole sin saber otro sentido, es como un revólver cargado poniendo en peligro la vida nuestra y la de los otros.

Enamorado de ellas, comencé alternando a través de la lectura figuras simples de la literatura, que hacen de lo cotidiano un ejemplo, y aún persisten en cada historia, cada poesía, en una lengua coloquial donde lo natural se expresa sin desgastarlas por el contrario, consagrándolas espontáneas, enteras, válidas, justas. Y, no por ello, ascender la cuesta que muchas veces las hacen lejanas, maquilladas, pero nada más. No importa la inteligencia aparente que va rumbo al Olimpo, sino la que convalida certeza, y que por humilde expresa más y mejor sin desgastar ninguna palabra.

Cuenta el “Herbario” donde se mantienen planchadas por hojas de un libro las anécdotas de los poetas populares que, estando Atahualpa Yupanqui en la casa francesa del argentino José Pons, donde se reunían connacionales como una avanzada próxima a El Sena, en pleno Barrio Latino, contó a los presentes que sus padres en Pehuajó se conocieron por un caballo perdido. El primero que tomó la parada fue un asiduo concurrente, Astor Piazzolla, desafiándole que escriba un poema narrando, y que él se encargaría de la música.

Atahualpa que era tradicionalista, defensor de lo propio, la argentinidad, le respondió que aceptaba el desafío a escribirlo, pero que él le haga solamente una música simple. En alusión al vanguardismo que representaba Astor Piazzolla, remarcándole para que no se olvide: …”que sea sencilla, no más.”

El tema lo tituló: “Campo, camino y amor”, y fue grabado en el año 1999, con letra de Don Ata y la música, por supuesto de Astor Piazzolla, con la voz de Amelita Baltar. Ella manifestó, que no se trataba de ninguna zamba ni tango, más bien era ritmo de milonga campera. El poema de Yupanqui, con palabras sin desgastes, sino con su verdadero sentido, remarcando la belleza de la lengua y su auténtico sentir: “Por un caballo perdido / se conocieron los dos / María Juana y Juan María / paisanos de Pehuajó. Los pájaros en el norte, / sobre los trigos el sol / María Juana y Juan María, / campo, camino y amor. / Arriba la Cruz del Sur / más arriba Tata Dios / sobre la pampa el vacaje, / el caballo y el ñandú. / Y un ranchito allá en la loma / con flores color punzó / tristeza de nido gaucho / cuando bien se quieren dos” /.


                                "Campo, camino y amor", interpretado por Amelita Baltar

 

Atahualpa Yupanqui no sacrificaba las palabras, por ello el desgaste no era motivo de supresión, mal entendido o mensajes entre líneas, sino sentencias cada cual con la suya: clara, precisa, esclarecedora. Otro ejemplo notable nacido del corazón mismo, cuando Don Ata se aferra a su madre: “¡Mamá..! No tengo lágrimas para humedecer tu paso, tu silencioso paso, la huella que pasa lenta, amorosa, como bendiciendo el aliento que me permite ver tu sagrado gesto de paz, de inmenso adiós que no se va, ni me deja. Fresca está tu mano, no fría. Clara y serena está tu hermosa frente, pacíficamente cerrada tu boca, breve dulce, discretamente silenciada, como si aún no se esfumara tu palabra de paz y de amor, la sombra de esa bendición que jamás dejó de ser el color más verdadero de amor a nosotros, de tu condición enamorada del cariño profundo y verdadero de tu espíritu. En nosotros estás, Mamá, en esta nuestra única hondura verdadera. Amén.”

No puedo prescindir del más elocuente final, cuando Julio Cortázar concluye su conferencia sobre “Las palabras se gastan”, diciendo: “La tecnología le ha dado al hombre máquinas que lavan las ropas y la vajilla que le devuelven el brillo y la pureza para su mejor uso. Es hora de pensar que cada uno de nosotros tiene una máquina mental de lavar, y que esa máquina es su inteligencia y su conciencia; con ella podemos y debemos lavar nuestro lenguaje político de tantas adherencias que lo debilitan. Solo así lograremos que el futuro responda a nuestra esperanza y a nuestra acción, porque la historia es el hombre y se hace a su imagen y a su palabra.”

La acción que corroe, destiñe y desgasta, hace que las palabras pierdan su verdad, por eso la historia se contradice inexplicablemente cuando las ideas, movimientos, promesas incumplidas, toman atajos imprevisibles. La certeza de los hechos se inicia en las palabras, pero como ellas hoy fracasan desde el vamos, el desgaste las deteriora y defraudan.

ADALBERTO BALDUINO

Fuente: https://www.ellitoral.com.ar/autor/adalberto-balduino

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