La sirena es como el grito de alguien que pide ayuda

Felix Peyre
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Al celebrarse el día del bombero voluntario, destacamos los sentimientos de uno de los jóvenes bomberos pehuajenses. Hizo realidad un sueño de su madre. La satisfacción de dar todo por los demás de la mejor manera posible.


Carlos Maximiliano Bellandi, tiene 24 años de edad, fue alumno del Colegio Nacional, se desempeña como electricista y pintor, y desde hace 6 años forma parte del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Pehuajó.

La decisión de incorporarse a la entidad bomberil viene desde los años adolescentes. “Cuando era más chico me anoté como cadete en el cuartel de la ciudad de Roque Pérez, pero por diversos motivos nos volvimos a Pehuajó. Cuando apenas cumplí los 18 años me enteré que estaba a cierta la inscripción de aspirante a bombero, y sin pensarlo dos veces pasé por el cuartel y me inscribí”, manifiesta Carlos y añade: “Era algo que tenía pendiente y más aún sabiendo que a mí madre siempre le gustó la profesión de bombero voluntario. Quien mejor que yo para cumplir ese sueño”.



ORGULLO, FELICIDAD Y SATISFACCIÓN

Carlos junto a madre Cecilia, el día de la incorporación
Y si la decisión de sumarse al Cuerpo de Bomberos fue trascendente, más aún el día que se produjo la ansiada incorporación, cumplida la etapa de aspirante. “Sin dudas unos de los momento más felices y satisfactorios de mi vida”, sostiene y rememora aquel día: “Siempre acompañado de mi familia. Recuerdo que justo para esa fecha había llegado mí padre de visita a Pehuajó. Hacía bastante que no lo veía. Él fue me entregó el casco. Fue algo inesperado y más emotivo aún”.
Además ese día Bellandi se sintió “orgulloso por haber completado las etapas de evaluaciones y prácticas después de meses de trabajo y saber que esta magnífica profesión iba a formar parte de mi vida”.

Y dentro del mismo clima, pleno de emociones y hermosas sensaciones, sigue el diálogo con Carlos. ¿Cómo fue y qué sentiste cuando fuiste al primer servicio?:

“Recuerdo que mi primer servicio fue de noche. Estaba en la casa de mí madre y llaman por handy al personal de guardia. Fue un disparador de emociones y adrenalina. Salí corriendo a buscar la moto mientras mí madre corría detrás mío gritándome que me cuidara.
Llegado al cuartel me cambio, subo y salimos rumbo al servicio. Estaba muy nervioso y con mucha incertidumbre pero yendo al lugar del incendio, dijeron que era por una vela, en la ruta 226, donde está el santuario del Gauchito Gil.
No era tan necesario pero igual desplazamos material para nosotros que éramos los nuevos a fin de apagarlo y tener una excusa para hacernos el bautismo. Estábamos mojados, con algo de tierra, un poco mugrientos y una emoción terrible de alegría, una sonrisa de oreja a oreja. Fue algo hermoso y en el día de hoy sigo sintiendo esa misma adrenalina que sentí aquella primera vez que salí a un servicio”.

EL LLAMADO DE LA “LLAMA”

Y al rememorar distintas intervenciones durante sus años de bombero voluntario, Carlos elige una anécdota un tanto pícara y graciosa. Luego de acotar que “siempre te queda algún recuerdo o anécdota guardada, buenas y malas”, puntualiza:
“Recuerdo una que me dio risa. Fue en una vivienda, principio de incendio de un sillón. Yo estaba tirándole agua para apagar las brasas que quedaban. En eso, se me acerca un compañero y me dice que afuera había una llama. Salgo con la línea detrás de mí compañero, y cuando me lleva al lugar de la llama se empezó a reír. Que era, sí una llama, pero llama animal”.

Hablando de servicios bomberiles se manifiestan en los sentimientos del joven bombero ante determinadas situaciones. “Cuando se termina un servicio – señala - sentís mucha satisfacción de saber que das todo lo que podes dar. No siempre sale como uno lo planea y siempre se puede complicar más, pero no hay duda que estamos para hacer y dar lo mejor de nosotros. Y siempre nos esforzamos al máximo, física y mentalmente, para que todo salga de la mejor manera”.

Y en todo encuentro con un bombero hay una curiosidad común, saber que siente cuando escucha el llamado de la sirena. Bellandi considera que “para quienes tenemos esta vocación, sentir la sirena, es escuchar el grito de alguien pidiendo nuestra ayuda. Se nos acelera el corazón y el cuerpo se llena de adrenalina”.

Sobre el final, la ineludible referencia a la familia. En este caso con un ingrediente muy particular porque Carlos hizo realidad un deseo de su madre. “Mi familia siempre me apoyó y me alentó en todo. Ellos fueron muy importante para que hoy esté como bombero. Siempre me demostraron orgullo por haber seguido este camino. Estoy seguro que sin la guía y los valores de ellos, hoy no sería la persona que soy”, afirma feliz.


SACRIFICIO, VALOR Y ABNEGACIÓN
Junto a su madre, su hermana Magalí y "Benja" un amigo de la familia.
Como corolario le pedimos un mensaje destinado a quienes tengan deseos de ser bombero voluntario y de pronto no se animan. Carlos expresa: “Es mejor probar y darse cuenta que esté en condiciones, que es lo que uno quiere. No quedarse con la duda. Por ahí muchos piensan que no tienen la capacidad para hacerlo, pero la única manera que se tiene de saberlo o no, es estando adentro”.

Se acaba el encuentro virtual en este tiempo de aislamiento social por culpa de la pandemia. Se escucha la sirena del Cuerpo de Bomberos. Carlos no se impacienta, es la advertencia comunitaria en la cuarentena preventiva que indica la hora 19 y comienza la parálisis total de la ciudad. Y dejamos el cierre a nuestro entrevistado, quien reafirma con firmeza y convicción:

“Bombero es una institución que se nutre del empuje, las garras y las ganas de aquellos que la conformamos. Ojalá que haya gente que se anime a dar el paso, con ganas de laburar, con curiosidad y ganas de sumar, tan solo sacrificio, valor y abnegación”.

Braian Castro, Nicolás Nieves, Carlos M. Bellandi y Diego Figueredo

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