Se llama Nahuel, tiene 8 años y ama el folclore

Felix Peyre
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Cultiva una pasión innata. Vive en Henderson, ama lo que hace y sueña con conocer y tocar el bombo con el Chaqueño Palavecino.



Días pasados se destacó en el 16º Festival Internacional “La Falda Danza 2019”, realizado en Córdoba. Participó como solista en bombo y conquistó al público con su entrega y particular carisma. En marzo del corriente año comenzò con clases de bombo, anteriormente se había destacado en distintos escenarios cantando.

Nahuel en una de sus actuaciones en el Festival “La Falda Danza 2019”.

Este festival, otro de los destacados eventos culturales de la ciudad de La Falda, además de las galas durante tres noches, comprendió también charlas, conferencias, desfiles y espectáculos callejeros. Participaron cultores de todo el país y compañías de baile latinoamericanas, procedentes de Paraguay, Chile, Colombia y Uruguay.


Nahuel Wainberger, tiene 8 años, vive en Henderson y está vinculado a Francisco Madero por razones afectivas. Es alumno de la escuela n° 2 Vicente López y Planes. Su pasión por el bombo comenzó en forma espontánea cuando tenía 2 años de edad. Es natural y causa asombro y admiración, más allá de detalles técnicos, por su entrega y personalidad.


Su familia comparte con evidente felicidad las inquietudes artísticas del niño, que luce similar vestimenta que su ídolo, el Chaqueño Palavecino, confeccionadas por la modista hendersonense María de los Ángeles Peyrelongue


Su abuela, Hilda Pérez, contó a “mirá” que “Nahuel todo lo ve de forma natural y no lo deslumbran las reacciones y emociones que provoca en la gente. Termina de actuar y sigue jugando como si nada hubiera pasado”.

Muchos seguidores del folklore regional lo conocen y han disfrutado de sus cualidades. El niño Nahuel, tiene un “algo” especial, “un ángel” cuando canta y toca el bombo. Le espera un largo camino por recorrer, no solo de aplausos sino de aprendizaje y perfeccionamiento.

Hace unos años, en Chile, Nahuel junto a sus Hilda Pérez y Gilberto Cano, y su mamà Gisela Cano. Ese día el niño actuó en un restaurant de alta montaña.
Por ahora, la escuela y los juegos dominan sus días y cada vez que aparece la posibilidad de subir a un escenario, lo hace gustoso y feliz, junto a su familia que siempre está presente. Y hay un sueño latente que quiera Dios se haga realidad: “encontrarse con el Chaqueño y poder cantar y tocar su bombo”.




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