El tren pasa más de una vez

Felix Peyre
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Desde niño se manifestó su vocación actoral. Hubo idas y vueltas. Pausas prolongadas. Pero un día el sueño se hizo realidad, tanto en escenarios como en la pantalla de cine. Logró exitosas producciones y cosechó premios. Está en su mejor momento y lo elegimos para adherir a la reciente celebración del día del actor (26 de agosto). Disfruta su labor, los halagos obtenidos y anhela incursionar al ámbito profesional.



ENTRE EL DERECHO Y LAS TABLAS
Claudio Medina nació en Olavarría y se radicó en Pehuajó desde 1991. En su tierra natal despertó su afecto por las artes escénicas, donde realizó teatro de pantomima y convencional. En 1984 se fue a Buenos Aires. Quería estudiar teatro pero “era medio difícil” después de la dictadura cívico militar, entonces optó por abogacía pero en Mar del Plata, aunque la vibra actoral seguía intacta.

“Me enganché con un grupo de teatro infantil para hacer una adaptación musical de Caperucita Roja, actué en el Payró y después continué. Cuando mi padre descubre que me iba mal en la carrera de abogacía, me preguntó qué pensaba hacer. “Teatro”, le dije. Entonces, me contestó “se terminó la plata”. Conseguí trabajo de conserje en un hotel, primero de noche y luego de tarde, horario que me impedía seguir con teatro. Les expliqué pero no me cambiaron horario. Me quedé sin trabajo y sin hacer la obra”.

Tuvo que volver uno meses a Olavarría, y después partió hacia Buenos Aires. “Ahí me empecé a meter en los canales, en producciones de cine. Cobraba por eso y aparte me enseñaban. Me empecé a enganchar en talleres de actuación con Julio Chávez, Agustín Alezzo. Eso me hizo crecer un montón y los pares que tenía eran todos actores formados. Tenía que nivelar para arriba y me dio un empujón muy fuerte”.

IDAS Y VUELTAS
Sentado en el cálido ambiente del TIP, Medina rememora su llegada a nuestra ciudad. “Más tarde, circunstancialmente e invitado por amigos que abrían una confitería en Pehuajó, me vine y empecé a trabajar en unas de las barras. Me hice de novio, y me quedé; después me casé, vino mi hijo y el teatro quedó en segundo plano. No lo practiqué por 15 años hasta que retorné en el año 2008.

En 1994 me fui a trabajar a Buenos Aires porque acá en Pehuajó no había nada. Y ahí empecé curso de producción televisiva con María Herminia Avellaneda. Lo tuve que cortar por problemas económicos y volví otra vez a Pehuajó. Retorné al mundo del teatro, hice más cursos, estudié dirección teatral con Norberto Barruti, hice otro de casting para actuación con Walter Ripell, castinero de Campanela. Siempre traté de hacer los cursos con gente de nivel, porque también se aprende de las experiencias que ellos te cuentan”.

EL APOYO DEL ENTORNO FAMILIAR



Algo faltaba, algo estaba ausente en la vida de Claudio. “En 2008, mi actual esposa Alejandra García me estimuló a retornar. Me dedicaba al trabajo y no tenía otra actividad. Ella se empezó a dar cuenta que me faltaba algo y esto sin el apoyo de la familia es imposible. Surgió de ella, lo interesó a Oscar Pérez, quien después me ve y me trae al TIP. Hablamos con Panchi Ananía y enseguida arranqué un taller con él para ponerme a tono otra vez.

Estuve dos años y me largué solo. Empecé a producir, hice la producción de “Embovedados”, que nos fue muy bien con un actor de Trenque Lauquen y un director de Rosario. Desde ese momento no paré más. Sigo creciendo y me gustó mucho el tema del cine, que desde chico me atraía, soñaba verme en la pantalla, pero el camino previo es iniciarse en el escenario.

Estoy como cumpliendo un sueño. En los dos últimos años estuve en 6 o 7 películas de cine independiente. Gracias a eso surgió la idea de formar la Asociación de Cine Independiente, que pude armar. Ya es un hecho, ahora la presido, me acompaña Panchi Ananía como vice, Victoria Beccar Varela como secretaria y gente que nos apoya. Ya la tenemos y nos proponemos conseguir cosas”.

EL CINE, UNA PASIÓN QUE ATRAPA
Ambas disciplinas lo seducen, pero el cine tiene un encanto especial. “Arranqué hace dos años con un personaje chiquito cuando en Casares se hizo la película Las Garibaldi que todavía no se terminó de editar. De ahí salté a la película de Pellegrini, con un personaje más importante en “La jugada”, un cortometraje sobre un hecho criminal ocurrido en la zona. Ahí trabajé con Pablo Alarcón y Javier Bori.

Después Oscar Pérez me presentó a Ezequiel Sanz, director de cine de Henderson, que trabaja en Buenos Aires y La Plata. Viene todos los veranos a filmar una película en Henderson. Fui y trabajé en “Golondrinas”, que también está en etapa de producción. Le gustó mi trabajo y ya me hizo propuesta para la próxima. Me contacté con Miki Francisco que hace cine en Bolívar. Fui e hice un par de escenas en la película “La nana”. Más tarde vino a ver acá “Embovedados” y me propuso un libro suyo que quiere hacer en teatro y cine. Ya estoy trabajando sobre eso. También tengo algo para hacer en Florencio Varela con gente que conocí en Henderson. En noviembre, haré un personaje en “La espina del Chañar”.

Es gente que trabaja alrededor de José Campusano, director que ganó el BAFICI 2015. Tiene una forma muy particular de hacer cine, trabaja con muy pocos actores y la mayoría sin experiencia. Le ha ido muy bien. Su última película “Placer y martirio” ganó el premio mencionado. Ahora me juntaré con él para empezar a trabajar en el Cluster de la Provincia, una asociación de pequeñas empresas, aplicado al cine participan directores, técnicos, productores, actores. Tiran proyectos, necesidades de cada uno y se arman en forma compartida.

Ahora empiezo curso de creación del personaje para guionistas y actores, en la Asociación Migré, con Sabrina Farji que es directora de cine. Con esos profesionales uno va mamando experiencias. Además estoy dirigiendo en teatro “Se me murió entre los brazos” para el Barlovento, pero la vamos a presentar también en el regional de teatro a realizarse en Pehuajó, del 4 al 6 de diciembre próximo. Luego empiezo como actor “Compañía” dirigida por Panchi”.

SORPRESAS Y SENSACIONES
Seguramente, Medina no imaginó que los halagos serían inmediatos luego de su retorno. “Las Garibaldi fue una sorpresa. Fue la primera obra que codirigí con Victoria Beccar Varela. La sorpresa fue que ganó como mejor obra en el festival regional de Tejedor. La primera que dirigimos y ganamos. Después salí segundo con “Embovedados”, donde actuaba y dirigía. Estoy fue muy importante y me dio mucha pila para seguir trabajando”.
“El teatro es más directo por el contacto con el público, pero para mí estar en una filmación me da vuelta la cabeza, me energiza, me siento distinto. Es todo un desafío. Obviamente disfruto los dos trabajos”.

Pronto a cumplir medio siglo de vida, la realidad que vive regocija y estimula. “Me siento feliz. En mi Facebook compartí una reflexión que compara la vida con una bolsa de caramelos. Uno no cuenta los caramelos que comió pero cuenta los que van quedando. Uno se da cuenta que van quedando pocos y son los caramelos que más disfrutas. Creo que estos son los años que a mí me quedan, no sabe cuántos, pero llegando a los 50 los caramelos que me queden quiero disfrutarlos a pleno”.

“Mi mujer y mis hijos, entienden mis tiempos y mis locuras. Sin ese apoyo creo que nada podría hacer. Y mis padres también disfrutan, vienen a verme cuánta obra hago. Con mi mamá hace un par de años tuvimos una conversación y medio terminó pidiendo disculpas por no haberme apoyado en aquel momento”.

“Siempre hay otra oportunidad. Aquello de que el tren pasa una sola vez, no es tan así. Yo creo que el tren sigue pasando y uno se tiene que dar el permiso de tomarlo”.

A veces llama la atención el ritmo que llevo, hacer tres o cuatro cosas a la vez. Debe ser el ansia de recuperar ese tiempo que no fue y disfrutar los años que me quedan. Siempre apunté a ser un profesional y no pierdo las esperanzas. Me encantaría poderlo lograr”, concluye.

PING PONG
¿Un deseo?: “Ser feliz”.
¿Una esperanza?: “Ser profesional. Terminar mi carrera”.
¿Un recuerdo?: “El nacimiento de mis hijos”.
¿Una alegría?: “En teatro, el regional del año pasado”.
¿Una ingratitud?: “el no reconocimiento, el olvido”.
¿Una gratitud?: “el aplauso”.
¿Un rencor?: “No, no soy rencoroso. Sé perdonar. Me siento en paz”.
¿Un amor?: “Mis hijos y el teatro”.
¿Olavarría?: “mis inicios”.
¿Un ídolo?: “No tengo”.
¿Un actor?: “Julio Chávez”.
¿Una obra de teatro?: “Diario de un loco”.
¿Una película?: “Esperando la carroza”.
¿Pehuajó?: “La mitad de mi vida”.
¿Dios?: “el universo”.
¿El TIP?: “Un sentimiento”.
¿Claudio Medina?: “Un actor. Pasión”.
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