El bartolazo es alegría

Felix Peyre
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Supo conquistar el aplauso de su público. Hizo delirar a miles de personas en el anfiteatro del parque General San Martín. Es admirado y conocido por Pehuajó entero. Reparte agua y extraña pisar un vestuario de fútbol. Rubén “Bartolo” Palacios ya forma parte del selecto grupo de “nuestra gente”. Es y será siempre el rey del Bartolazo.



El pasado 3 de abril, el club atlético Calaveras celebró un año más de vida, y entre sus actividades, nos alegramos de saber que Bartolo formaría parte de los festejos de la institución. Y justamente Bartolo no fue un invitado más a la cena show. Porque además de seguidor del equipo del matadero, Rubén fue el último técnico que llevó al Cala a lo más alto de la Liga Pehuajense de Fútbol, cuando hace diez años se consagró campeón acompañado por Miguel Ángel Lamanna.

Hace meses teníamos pautado un reconocimiento para Bartolo, y este abril, con motivo del cumpleaños de Calaveras, nos pareció oportuno hacerlo realidad. Todos lo conocen, y a más de uno le debe levantar la mano en una esquina o haberle pegado un grito en algún rincón de la ciudad. Porque Bartolo es pueblo. Porque Bartolo es alegría.

Y para homenajear su simpleza y transmisión de buenas ondas, optamos por revivir un hermoso encuentro que Rubén tuvo con Osvaldo Piñero, en el recordado ciclo televisivo “Hecho en Pehuajó”, emitido por el cable local de televisión. En aquella producción audiovisual, disponible online en la web, Bartolo aparece descrito tal cual es. Con la sonrisa a flor de piel, en su trabajo o rodeado de su familia, y haciendo lo que le gusta: cantar y hacer feliz a su gente.

Un showman muy especial. Simple, natural, que un día –estimulado por amigos- se animó y se lanzó a la consideración pública. En poco tiempo logró impactar, aportando alegría y buena vibra en cuanta presentación hizo. Llegó a consolidar el denominado “Bartolazo”, en todos los ambientes. Un sueño que desde chico latía en su intimidad, se transformó en exitosa producción, que sorprendió gratamente.

“En realidad –afirma Palacios- esto lo hacía de toda la vida. Pero despacito. Hacía imitaciones en los cumpleaños. Había un parquecito y me anotaban a mí, porque era el más cara rota. Con esto de la computadora las pibas mías me bajaban las letras y las aprendía, porque la mayoría de las canciones no las sabía”.

“Tenía un poco de miedo, pero me animé”, remarca Bartolo, con inocultable satisfacción al haber superado la barrera del temor. Valora el apoyo de sus amigos y de su familia, tal es el caso de Raúl Moyano, ahora promotor y creador del “Bartolazo, la orientación de Hugo Bustamante y la colaboración de Carlitos Llanos”.

Su casa, en el barrio Belgrano, es su centro de ensayos. “La cocina de mi señora es la sala de ensayo. Acá lo hacemos, le metemos ensayo, los vecinos me aguantan”, exclama contento y feliz, al tiempo que aclara: “yo lo hago como me sale. Sacó temas y listo”.
A ello, suma una vestimenta acorde con las características de los temas, un poco bailantero otro poco melódico, como el tributo a Sandro “con humildad y mucho respeto”, usando una bata roja al interpretar, por ejemplo, “Penumbras”.

En cada presentación adecuan el repertorio de acuerdo al público, al ambiente, a cómo perciben la noche. Y todos los fines de semana, afirma Bartolo “gracias a Dios, tenemos algo”.

Y el recital no se detiene. El público se renueva. El ”bartolazo” sigue vigente, a su manera y con la adhesión de muchos seguidores. Y como él dice en escena: “Acá está Bartolito para todos ustedes. Aguanten, a todos los quiero. Que haya alegría”…

BARTOLO: "Lo más lindo es la calle"
Palacios mamó a fondo los secretos de la calle. Dijo en su momento: “Lo que más me gusta es la calle. De ser canillita, muchos años en lo Novello, donde me inició mi mejor amigo, el “Lela” Lamanna. Repartíamos La Razón, que venía a la noche en el avión LAPA. Ahí arranqué a conocer la calle, porque mi viejo era muy estricto, tenía miedo. A las 12 o 13 años me sacó el “Lela” (Miguel Lamanna) a la calle. Empecé a conocer gente, nos hicimos de muchos amigos. Y seguí así muchos años”.

Y la vive, la conoce, la siente. “Lo más lindo es la calle, donde me hice amigos y conocí a la gente.” Además ha realizado otras tareas. “Trabajé de albañil con mi tío, trabajé en un secadero de manzanilla, de almacenero y estuve 4 años en “Roa”, que era como estar preso porque toda la vida estuve en la calle. De ahí pase a repartir agua”, tarea ésta que continúa en la empresa Aguava.

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