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Felix Peyre
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Desde el mismo principio de la creación, según el relato que surge del primer libro de la Biblia (Génesis), es evidente que la composición de la familia estaba en el corazón de Dios. En el capítulo primero, verso 27, leemos que “Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su imagen; varón y mujer los creó y les dio su bendición”.

En el siguiente verso 28 del mismo capítulo primero, les dijo “Tengan muchos, muchos hijos; llenen el mundo y gobiérnenlos”. Luego, en el capitulo segundo del Génesis, verso 24, leemos

“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa y los dos llegan a ser como una sola persona”. Este es un breve resumen del propósito de Dios para con la humanidad y la formación de la familia. La desvirtuación de este propósito de Dios, fue la consecuencia natural de la humana desobediencia que ha traído aparejada la crisis de la institución.

Es verdad que estamos frente a frente, en los tiempos actuales, con una vida cargada de problemas materiales, sociales, políticos, educacionales, afectivos, espirituales, etc. El diario tratamiento de nuestras acciones, exige un esfuerzo muchas veces agotador: sufrimos.... nos angustiamos... nos preocupamos... nos desvelamos..., de tal manera que nuestros nervios sufren.

Nuestras fuerzas escasean. Nuestras mentes no razonan cabalmente. Nuestro espíritu se deprime y nuestra salud se resiente. No está ausente de nuestra mente la pregunta: ¿Qué me traerá este día cuando todo es tan inseguro, cuando todo es una lucha denodada y hasta veces llega a alcanzarnos la frustración de una lucha estéril?

Personalmente, creo que nos es necesario “levantar los ojos para ver”, pues junto al panorama negativo, agobiante, decepcionante, hay manifestaciones de perspectivas positivas y de valor permanente. Quizá sea necesario tomar el tiempo para analizar lo que haya de positivo en el proyecto de Dios para la familia y no tanto subrayar lo transitorio, lo pasajero.

Los valores permanentes, como el amor genuino, la fe fecunda, la amistad verdadera, la lealtad, el servicio cristiano, la paciencia, la confianza, la bondad, la tolerancia, la comprensión, el altruismo, etc.,etc. son valores que pueden llevar de regreso a la creación de Dios, a su debido cauce .

El diario vivir en nuestros días exige que volvamos a tomar la mano de Dios y andemos asidos de El. Nuestras vidas serán colmadas de bien por ese Dios que es el Creador de la Familia y que podrá ayudarnos a sobrellevar las preocupaciones, las ansiedades y las pruebas con que tenemos que enfrentarnos en nuestro diario vivir.

Raúl García, Iglesia Evangélica Menonita

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