Hace 10 años dijo adiós a la amada carpa del circo y siguió sus espectáculos en clubes de la zona. Revive experiencias y sus personajes en una emisora de radio. Su vida se conoce en el mundo a través de un exitoso documental. Afectuoso recuerdo de Pehuajó y su gente.
Carlos Brighenti, más conocido por el afectivo apodo de "Papelito", durante cuatro décadas recorrió con su circo toda la provincia de Buenos Aires y parte de Santa Fe. Con envidiable sinceridad y humildad llevó alegría hasta las localidades más pequeñas. La carpa de su circo tradicional cobijó a varias generaciones y siempre extendió su mano solidaria, tanto a entidades de bien público como a vecinos con recursos limitados, para que todos sintieran y vivieran, la magia y el encanto del circo.
En los últimos tiempos, antes del aislamiento social que vive el país, Papelito siguió cultivando su pasión circense y seguramente lo seguirá haciendo hasta que Dios lo permita. Ahora alejado de la carpa y las casillas rodantes, exhibe su espectáculo en clubes, en instituciones barriales de toda la región. Su últimas presencias en el partido de Pehuajó fue en el club San Martín y en la localidad de Nueva Plata.
El documental que cuenta su vida, su hermosa historia en un mundo de lona, aserrín y esfuerzos compartidos, alcanzó gran repercusión. Ha sido exhibida en festivales de cine realizados en Estados Unidos, México, Rusia, Italia e Israel, y se proyectó recientemente en el canal de youtube de la Biblioteca Nacional.
Respecto a la película se manifestó feliz, complacido. "Me hizo rememorar muchas cosas que había vivido y me conmovió que un muchacho que de chico había visto mi show en Bragado, su ciudad, tantos años después se seguía acordando de mí y me invitó para hacer semejante homenaje a través del documental".
"Soy músico, toco acordeón y la guitarra. Soy imitador y fui payaso toda la vida", exclama y acota: "desde chiquito quería ser artista. A los 11 años me fui con una compañía de radioteatro y cuando tenía 21 años una tía me llevó al circo "Capicua" (que también marcó trayectoria en toda la provincia) y ahí aprendí de todo".
EL PLACER DE ARMAR EL CIRCO
Junto a su pareja que era contorsionista realizaba todo el espectáculo. "Ella -recuerda- comenzaba con su número y después yo actuaba dos horas solo. Era payaso, hacía un número de magia, cantaba canciones cómicas, imitaba y actuaba como ventrílocuo con mi fiel muñeco Papelón, que aún sigue conmigo".
Multifacético, humilde, querible, siguió creciendo y regalando alegrías. Como dijo un periodista "No tendrás una carpa lujosa, no tendrás alfombra en la pista del circo, las sillas son viejas y se caen, vas en un camión viejo, pero este fin de semana, los niños se rieron y se divirtieron con ese payaso y eso no tiene precio en la vida”.
Su circo siempre cobró una entrada muy barata y reconoce que nunca fue "Buen negociante. Me conformaba con que alcanzara para mantener mi familia" y los niños dominaban siempre sus sentimientos. "Muchos chicos no tenían para pagar la entrada. Los hacía pasar gratis y cuando terminaba la función me iba a la puerta y le daba un beso a cada. Eran parte de una familia".
Más claro "Papelito" imposible. Los tiempos cambiaron y los circos también. Los que subsisten son de otras características. Ya no quedan circos chicos como el que gestó
Carlos Brighenti. Solía quedarse dos meses en un pueblo y hacía funciones todas las noches. Hoy solo trabajan los fines de semana y su mantenimiento es complicado.
El circo "Papelito" es un hermoso y ejemplar recuerdo. Cuando se aplicaron normas muy exigentes, luego de la tragedia de Cromañón en el año 2004, todo se complicó y no todos podían cumplirlas. Y el desprendimiento fue duro. "Yo había fabricado todo, todo artesanal. Mis hijos me ayudaban a soldar las casillas, armaba el frente del circo, armaba las lonas y hasta hacía los dibujos y las letras de las casillas, compraba maderas en un aserradero, las cortaba y armaba las sillas".
El desenlace no fue fácil. Dolió ver "cómo se separaba la familia y mis hijos se iban cada uno a su pueblo", comenta con un dejo de nostalgia. Se extraña, cuesta acostumbrarse, pero la realidad manda. Por las noches, Papelito sueña con el circo. Se reviven momentos y aparecen los empleados, los amigos cultivados y el cariño del público.
Al mirar el documental de Sebastián Giovenale, que conoció el circo siendo niño, se escapan lagrimones. Papelito le cuesta asimilar que una "historia tan simple y sencilla podía cautivar tanto a la gente". Y aquí se revive su humildad de la que jamás se apartó.
Los sentimientos perduran. El artista de radioteatro, el cantor, el imitador, el mago, el payaso, siempre está. Nuestro homenaje y agradecimiento en nombre de varias generaciones pero especialmente de aquellos niños que no podían pagar la entrada al circo y gracias al alma buena y generosa de "Papelito" sonrieron y fueron felices.