Eugenia Claudia Chineschnuk (71) es nacida en Carlos Casares. Vivió en Mar del Plata y luego se radicó definitivamente en Pehuajó. Es enfermera, profesión que le apasiona junto con la pintura. Su inquietud por el arte se remonta a la niñez: “siempre fue mi pasión, como la enfermería, la cual dediqué más de veinticinco años a full, viajando en traslado de pacientes en ambulancia durante diez años. Para mi siempre tuvo un significado especial”.
Cuando tenía once años, Claudia pintaba telas, almohadones, carpetas y vestidos, junto a su hermana. Pero al comenzar el secundario debió abandonar la actividad, mientras que su hermana continúo con su labor y logró el título de profesora de dibujo y pintura en el colegio San José. Con el tiempo, la propia hermana se convirtió en un espejo a seguir y así aprendió mucho de los secretos del arte de pintar.
“Así transcurren los años, siempre pintar fue un remanso”, sintetiza Claudia. Sus apetencias en el diverso mundo de la pintura son claras. “Me gustan los paisajes, las flores, los rostros. Son mis preferidos. Ahora nuevamente otra exposición en la municipalidad con más de treinta cuadros nuevos, el año pasado eran más de veinte en el Museo “Rafael Hernández”.
La actividad o el “alocado hobby”, como ella mismo lo define, tuvo algunos paréntesis pero ahora hace el espacio necesario para dedicarle un tiempo todos los días. “Nunca dejé del todo. Pasaron los años, y en el año 77, expuse en hall de la Municipalidad. Luego tuve varios baches: me fui a vivir a Mar del Plata y vendía muchas artesanías pintadas”.
Una circunstancia inesperada cambió totalmente el ritmo de su vida, y seguramente los objetivos que alentaba. “Hace once años me tocó vivir el dolor más grande de mi vida. Mi hijo, Guillermo Echeverría, que en ese momento era diputado por la provincia de Buenos Aires, tuvo un accidente en el puente de Luján, quedando con severa secuela, imposibilitado en un sillón de ruedas y sin habla. Durante el tiempo que se encontró internado en un centro de rehabilitación en La Plata estuve solita con él un año, y me dejaban pintar allí, ya que estaba todo el día con él”, relata Claudia, consciente del desafío que como madre le deparó el destino.
Chineschnuk junto a Claudia Vacas, Laura Adriel y Esteban Fauret, en la exposición de febrero 2013. |
Las expresiones de Claudia transmiten su pasión por la tarea pictórica y de manera muy especial los sentimientos que embargan su ser. “Ahora, después del accidente, es mi cable a tierra, mi descarga emocional, mi psicólogo, y es un mimo que le permito a mi alma. Me gusta, que es lo principal. Antes que medicación vuelco aquí todo para sobrellevar mi dolor”.
Sin duda una lección. Una lección de vida y de amor, válida para muchos que quizás con situaciones menos dolorosas y traumáticas no encuentran el camino adecuado para superar obstáculos. “Volqué toda mi descarga emocional en pintar, hoy es mi cable a tierra, es mi terapia y psicólogo”, reafirma al final del diálogo, y añade: “le dedico una hora diaria cuando puedo. Es mi tiempo de pintura. Para mí tiene tanto significado: es un mimo a mi alma, es mi relax y me reconforta hacerlo. Soy de libra, nacida el 5 de octubre del año 42, y según dicen, nos gusta el arte”.
Ojalá que el ejemplo de Claudia Chineschnuk sirva de guía, de orientación para muchos. Nos permite comprobar que a pesar de las dificultades y los tropiezos, hay un camino que se puede transitar. Y que siempre hay mimos para el alma que sostienen y enaltecen, con dignidad, el difícil arte de vivir.