
Irineo Suárez nos dejó hace cuatro años. Tenía 89 años y una rica trayectoria artística. Con sus trazos describió nuestros paisajes y sus pinturas forman parte del rico patrimonio cultural de la ciudad.
Tenía más de medio siglo de recorrido artístico, silencioso pero fructífero. Había aprendido los secretos del dibujo y la pintura con los profesores Aníbal Ortega, Brachetti y Laporta, para pulir y perfeccionar sus naturales condiciones, que fueran advertidas y exaltadas por esos maestros.
Durante muchos años alternó en el taller de Jorge Omar González, con quien cultivó una gran amistad. Participó en concursos y salones municipales de arte, obteniendo en estos últimos merecidos reconocimientos y premios. Sus creaciones formaron parte además de muestras conjuntas, locales y regionales, y en exposiciones de carácter provincial.
Trabajó el óleo con un particular estilo y todas sus creaciones fueron un fiel reflejo del paisaje lugareño, con un manejo del color pleno de suavidad y simpleza, particularidades que dejaban traslucir su manera de ser, de hombre sencillo, humilde y honesto.
Sus obras con un equilibrio de colores, insinuaban además un mensaje de sosiego, propio de la pampa húmeda, cuyos paisajes urbanos y rurales captó con originalidad. Queda el recuerdo y las obras de uno de los más antiguos exponentes, un creador auténtico, un verdadero autodidacta.