
Participaron más de un centenar de personas, conformando unas 25 familiar. “Jinetes y jinetas, niños, jóvenes y adultos, empezaban a arrimarse. Llegó uno en carro. Portaba una bandera argentina. Reconfortaba a todos verla flamear al viento. Era como un símbolo patrio para una patriada que era vencer el viento y la llovizna y pensar en salir igual. Al mediodía éramos más de 60 caballos los que ahí esperábamos y lentamente emprendimos la marcha. ¿Nuestro destino? Estancia “La Cautiva” a 28 Km. de distancia”.
Y sigue el relato de María Elisa: “Había caballos, yeguas, petisos, mansos, y no tan mansos; zainos, tordillos, colorados, gateados, moros, overos, el pelaje que uno quisiera. Era un espectáculo lindo de ver. Los jinetes de todas las edades, cada uno con su caballo, sonriendo y saludando”.
Hubo almuerzo en unos corrales al costado del camino y al atardecer se produjo la llegada a “La Cautiva”, al decir de María Elisa “un lugar de ensueño” que “se erigía señorial y silenciosa. Unos árboles y jardines soberbios, que invitaban a la contemplación y al recogimiento. Indescriptible la hospitalidad de quienes nos recibieron, infinito el agradecimiento de todos los que allí nos acogimos”.
Hicieron noche allì en carpas. Hubo buen asado y fogón. No faltaron guitarras, cantores y recitadores. Hasta la luna llena, sonriente, se asoció desde arriba.
Al día siguiente, mateada y luego el regreso hasta las cuatro esquinas desde donde había partido la cabalgata familiar. “Volvimos llenos en el alma, llenos de haber pasado un buen programa en familia, y a caballo. El buen recuerdo de los momentos vividos seguramente servirá como motor para volver a repetir la gesta en años venideros”, concluye expresando la María Elisa Peirano.