A modo de adhesión al Día del Amigo, compartimos una colaboración del lector Carlos Mallaviabarrena, que siempre añora a travès de creaciones poéticas, vivencias de otros tiempos, pero siempre latentes y vigentes.
Es un susurro de estrellas
su titilar en la mestiza noche,
mientras declinan las llamas
convirtiéndose en ceniza.
Así sería mi vida
sin el amor compañero,
que, al otoñar tanto aprecio,
con su montón de verdades,
realidad que día a día
nos impide ser cautivos …
de un cúmulo de soledades.
Se hace escuela esa vida
Si tienes quién te acompañe,
que te advierta los desvíos
que tomas sin darte cuenta,
en este largo camino
que transitamos a cuenta
esquivando los momentos
difíciles con que te enfrenta.
Es gloria del compañero …
la compañera, esa aliada,
que tanto valor adquiere
cuando el vigor ya flaquea,
amanece necesaria
como al cruzar una calle
cuando me alcanzas tu mano,
y entrecruzando los dedos
aseguramos los paseos,
con largas conversaciones
surgidas tras un café y allí
retoman vida viejas ilusiones.
Caminemos, es otoño
con las hojas a nuestros pies;
sólo vos y yo podemos
estar juntos y distantes,
con nuestra complicidad
de los mínimos detalles,
sin llenar lugares vacíos,
los tuyos, tampoco los míos,
cada uno es…se siente integro,
así que… solo te prefiero, te elijo
no te necesito, no dependo,
si te quiero, te disfruto, te admiro.
No te imagino sin mí,
menos me imagino sin ti.
Por suerte crecimos juntos,
sin sentirlo, sin sufrirlo,
no está oculto, tiene rostro
como las grandes cosas
que crecen en silencio,
igual lo hicimos nosotros.
El maestro sentenció
“la vida es corta y aunque
las horas son tan largas,
nos acecha la muerte”
no si alguien te acompaña,
nuestra ilusión de tiempo
ese que nos permite volar,
y se potencia de a dos,
oigamos las hojas,
de la vereda la alfombra
rechinando a nuestro paso,
es la vida, se transforma
como un sol incandescente
sin ocaso … sin poniente.
Tigre, julio 8 de 2022 Carlos Mallaviabarrena
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