Su presencia en calles y paseos de la ciudad, impacta y atrapa , con su color, sus formas y su aroma. En su día, que también honra a la música y a Santa Cecilia, Luciano Echeto recrea precisiones sobre el árbol y la flor que identifica a los argentinos.
El 22 de noviembre es el día nacional del ceibo. En el año 1942, la aludida especie fue declarada flor nacional en la República Argentina y también en la hermana República Oriental de Uruguay.
Tradicionalmente, en Pehuajó puede apreciarse en el parque General San Martín o en plaza Dardo Rocha, pero en los últimos años se ha expandido por distintos lugares y muchos vecinos tienen en sus casas el hermoso árbol de flores rojas.
Su nombre científico (Erythrina crista-galli) significa “roja cresta de gallo”, debido a sus flores. También llamado: bucaré, pico de gallo, árbol del coral, cachimbo, flor de coral, gallito, etc.
Árbol
con crecimiento erguido, de hasta 12 m de altura, corteza
resquebrajada, gruesa, color marrón claro. Posee aguijones similares
a los de una rosa, dispersos en las ramas. Las hojas son grandes y
compuestas, que se caen en invierno.
Se reproduce
fácilmente por semillas. Las flores son rojas intensas, de 4 a 7 cm
de largo, muy vistosas, dispuestas en grupos. Florece de noviembre a
abril. El fruto es una legumbre o chaucha.
La distribución abarca a Ecuador, Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, centro y noreste de Argentina, hasta las riberas del Río de la Plata. Naturalmente habita zonas inundables. Soporta muy bien suelos saturados de agua; las semillas son transportadas por el agua germinando en sitios tales como bancos de arena, en donde ayudan a estabilizar la tierra y a formar islas.
En Buenos Aires podemos encontrarlo formando parte del arbolado urbano, ya que presenta gran belleza para plazas y parques.
Posee
diferentes usos: se produce pastas celulósicas, es melífero (sus
flores), gran valor medicinal, ornamental (cultivándose en muchos
países tropicales) y cultural.
Cuenta una leyenda, que en
las orillas del Paraná vivía la indiecita Anahí. En las tardes
deleitaba a toda su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en
los dioses y el amor a la tierra. Pero llegaron los invasores y les
arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.
Anahí
fue llevada cautiva. Un día logro escapar matando a su guardián, la
encontraron y en venganza la ataron a un árbol y quisieron quemarla.
Cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en
árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro. Al
otro día, los soldados se encontraron ante un hermoso árbol de
flores rojas, que se mostraba como el símbolo de valentía.
Autor: especialista Luciano Echeto