¿Y si nos unimos?

Felix Peyre
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A 12 años de la partida del Padre Julio Vicario, incansable predicador de la promoción humana y el bien común, revivimos unas de sus reflexiones sobre los desencuentros y la necesidad de peregrinar unidos. Hoy, más que nunca, la realidad que vivimos, impregnada de confrontaciones y divisiones, requiere dar respuesta al interrogante que planteó hace 25 años.



Refiriéndose al doloroso espectáculo de las divisiones existentes entre las diversas manifestaciones societarias dela fe cristiana, el Papa Juan XXIII solía decir con marcado optimismo: "Son más las cosas que nos unen que las que nos separan". También Juan Pablo II trata el tema en su "Cruzando el Umbral de la Esperanza", donde hace profundas y esperanzadas reflexiones sobre el movimiento ecuménico iniciado por el Concilio Vaticano II.

Sin perjuicio de remitir a nuestros lectores a la lectura enriquecedora de aquel documento, y sin pretender minimizar el alcance estelar de la sentencia del siempre recordado y amado Juan XXIII, intentaremos en esta oportunidad hacer una aplicación doméstica con la esperanza de lograr entre nosotros una toma de conciencia de nuestras enormes posibilidades de crecimiento.

Muchas grandes cosas comunes esperan con exigencia la unidad de nuestras voluntades para alcanzar el desarrollo y lugar apetecido. Nuestros orígenes coincidentes regados con el esfuerzo y sacrificio de nuestros mayores; nuestros ideales comunes de grandeza, amamantados en centros de formación erigidos con inteligencia y amor como prolongación de los hogares pioneros inundados de ilusiones; multitud de arengas y promesas a lo largo de nuestra centenaria existencia, serían suficientes motivaciones para disponer nuestras inteligencias en el aprovechamiento de los múltiples innegables talentos de la mayoría de nuestros "hermanos".

Y si esas grandezas fueran insuficiente motivación nos queda por alegar el sentimiento de comunidad nacido al conjuro de una convivencia cuya más clara manifestación es el sonsonete "nosotros" aflorando en nuestros labios constantemente. Sentimiento generalizado y afianzado con la conciencia y necesidad de cumplir cada uno de nosotros un rol o papel capaz de hacer posible aquella convivencia. Y por si fuera poco, aparece con frecuencia en nuestra conciencia la clarividencia de nuestra dependencia de todos y cada uno de nuestros conciudadanos. Cuando alguno no cumple su rol de trascendencia todos sufrimos esa falta, como sufre todo el cuerpo cuando enferma alguno de sus miembros.

Podríamos seguir enumerando razones de unidad. Su número es inimaginable. Pero también existen razones de separación. Son en realidad muy pocas, casi diríamos es una sola y subjetiva: el egoísmo de cada uno de nosotros. Tan fuerte y dominador de nosotros mismos. Nos hace sentir superiores con derecho a dominar a los demás. Por eso alguien dijo alguna vez: "Entre nosotros hay muchos caciques y muy pocos indios". Napoleón lo decía a su manera: "Cada soldado lleva en su mochila el bastón de mariscal".

Si no fuera por eso cuán grandes seríamos!





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