Un mundo de creatividad, belleza y renovados sentimientos

Felix Peyre
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Un día dejó el mundo de la costura y la fascinó el mundo de la peluquería que cultivó hasta jubilarse. Junto a una experimentada peluquera pehuajense rendimos homenaje a todos los profesionales del arte de embellecer cabelleras e inculcar buenas ondas.

Día gris en Pehuajó. Agosto hace sentir sus características climáticas. Muchos hablan de un anticipo de la tradicional tormenta de Santa Rosa y quienes hacemos “mirá”, junto a nuestro auspiciante Gustavo Alejandro Báez, compartimos un encuentro virtual con una reconocida peluquera pehuajense, con varias décadas de experiencia. Ema Sara Agostinelli (84), quien complacida y muy feliz celebra el día consagrado a los peluqueros y peluqueras.

Ema, la querida tia Ema para Gustavo, vivió su infancia en la zona rural de Carlos Salas. Califica como “muy hermosa” esa etapa de la vida. “Mis padres -acota- vinieron de Europa. Mi papá de Italia, vino a los catorce años y mi mamá de España. Se vino con la abuela porque ya habían muerto dos hijos por la difteria. Se vino la abuela y el abuelo con cuatro hijos de España. Acá se casó mamá con papá, una pareja de lo más compañera”.

La adolescencia y juventud de Ema tuvo momentos buenos y malos, pero siempre prevaleció la fuerza necesaria para superarse. “Me casé muy joven y me vine a vivir a Pehuajó, papá se compró una casa aquí a dos cuadras de mi casa”. En la ciudad comenzó a realizar tareas de costura, una actividad muy frecuente en aquellos tiempos, pero un día surgió su inclinación por el encantador mundo de la peluquería.


PELUQUERÍA ES HERMOSO

Recuerdos de capacitaciones en Buenos Aires

A propósito, afirma: “Mi hermana María me aconsejó. Era peluquera y estaba en Buenos Aires. Yo cosía para la tienda y me dice “mirá, tanto coser porque no aprendés peluquería que es hermoso”. Y me fui a aprender peluquería, frente a la Clínica, con Marta y Andrea Murgia. Terminé ahí un curso y después hice otros cursos en Buenos Aires. Viajaba todos los domingos a la noche, en el tren, y volvía el lunes a la tarde”.

Estudió, profundizó conocimientos en Capital Federal y al mismo tiempo comenzó el ejercicio de la profesión con una particularidad, siempre en su casa, el mismo lugar donde hoy vive, calle Varela 120. “Siempre trabajé acá”, exclama y una sonrisa de satisfacción se dibuja en su rostro, no exenta de natural emoción.

Además de atender puntuales requerimientos de sus clientes, Ema hizo tiempo para capacitar nuevos peluqueros y peluqueras. “Tuve chicas a las que les enseñaba. Fue una linda experiencia, aunque no tenía mucho tiempo. Les enseñaba las primeras cosas que se necesitaban. Aprendían mirándome a mi y hasta traían sus clientas. Aprendían trabajando”.


                              BUEN CARÁCTER Y PROLIJIDAD

Atendiendo en su peluquería a su hermana María
 

En virtud de su experiencia, al pedirle consejos o sugerencias para quienes abrazan o quieren iniciarse hoy en la profesión, es clara y precisa: “Se necesita tener buen carácter, aprender bien el corte de pelo, ser buena con las clientas. Mis clientas eran como de la familia, todavía me saludan chicos y les digo “Uds. no me conocen” y me responden “Si yo iba con mi abuela a tu peluquería. Es muy hermoso. A las nuevas generaciones de peluqueros y peluqueras le digo que trabajen y que sean buenas, que sean prolijas”.

Y al hablar de “prolijidad” dirige la mirada a su sobrino Gustavo, hoy además de peluquero instructor y capacitador del oficio, y con sincera ternura, acota. “Como sos vos, te he visto trabajar muy bien. Gustavo es muy bueno, tiene un carácter hermoso y es muy trabajador. Es muy sincero, cuando enseña tiene una paciencia bárbara y mucha paz”.

El rostro de Gustavo se ilumina y ambos se emocionan. La tierna mezcla de sentimientos, da lugar a preguntarle a la experimentada peluquera: ¿Es cierto que la peluquería es una especie de confesionario de los clientes. Es decir la peluquera por momentos se transforma en psicóloga?: “Y si, a veces si. Tienen problemas y vienen llorando por cosas muy tristes y te hacen llorar también. Pero también te cuentan cosas lindas. Tuve una hermosa clientela, muchos de Pehuajó Chico, de todo Madero y de muchos lugares”.

Final del grato encuentro con la misma intensidad emocional que caracterizó el diálogo y un deseo de Ema muy especial al referirse al presente que en tiempos de pandemia afecta a todos de una u otra manera. Lo tilda como triste y señala: “Estoy viviendo con mi nieto. Él es buenísimo conmigo pero me siento muy sola, porque estoy como aburrida. Antes tejía, bordaba, hacia cosas y ahora no hago nada”.


                  ME ENCANTA ESTAR EN LA PELUQUERÍA”

RECUERDOS. Izquierda: Ema, Lucho, Aida y Oscar, parte de  sus hermanos. A la derecha: El bautismo de Gustavo Báez. Estela y Tito Acosta, sus padrinos, atrás (izquierda) la tía Ema.
 

Sentimientos comprensibles que se manifiestan en determinados momentos de la vida y más aún en tempos de senectud, agravados por el estado actual de aislamiento, que hacen sentir aún mas nostalgias y ausencias familiares. Pero la apreciada peluquera, que ha sabido afrontar y superar muchos tropiezos en la vida, concluye afirmando: “Me gustaría volver a estar en una peluquería, aunque sea cebando mates. Así que voy a ir a cebarle mates a Gustavo, porque me encanta estar”.

Seguramente cuando retorne la ansiada normalidad, veremos a Ema en el local de la avenida Balcarce junto a Gustavo y sus clientes saboreando exquisitos mates. Punto final al encuentro, con una lluvia ligera de fondo, que bajo ningún aspecto opaca el gratificante momento compartido con Ema Agostinelli, en el día dedicado a quienes ejercen el hermoso arte de embellecer cabelleras.


PING PONG

¿Un deseo?: “Ahora ninguno, porque gracias a Dios no me falta nada"
-¿Un recuerdo?: "Mis padres, que me gustaría tenerlos"
-¿Una alegría?: "Lo vivido con mis hermanos. Ahora quedamos dos, pero éramos doce".
-¿Una gratitud?: "Tengo unas vecinas hermosas"
-¿Un rencor?: "No, no soy rencorosa".
¿Un amor?: "El  amor que perdí a los quince años. Murió y después me casé con Carlos, el único hombre que tuve"
-?Un libro?: "Todos los referidos a la peluquería"
-¿Una esperanza?: "Ahora ninguna"
-¿Un reproche?: "Tengo muchos pero no los digo"
-¿Un ídolo?: "Chela, mi mano derecha".
-¿Una peluquera?: "Muchas, las Murgia, Sarita Furno, Lucy Borrego"
-¿Un amigo/a?: "Lecki y Chela, Negrita Ormaechea, Pucci, Marta Giusani, Carlitos Calcagni, vecino de hace 70 años".
-¿La peluquería?: "Mi mano derecha con la que crecí y me di todos los gustos".
Compraba lo que quería, cosas para la casa, para mis hijos.
-¿Dios?: "Dios es todo para mi. Todos las mañana al levantarme le doy las gracias, a Dios y a la Virgen".
-¿Ema Agostinelli?: "Un apellido que quise y quiero mucho".: "Todos los referidos a la peluquería"


Sentido reconocimiento

"Doy gracias por todo lo que me enseñó. Por el amor que me dio para aprender la profesión. Por todos los fines de semana compartidos. Le agradezco a Dios haberme dado la oportunidad de tenerla todavía. Es una excelente persona, excelente profesional. Le debo lo que soy hoy, gracias a ella".

                                                                                                         Gustavo Alejandro Báez

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