"Trabajé a gusto, fui escuchado y pude crecer"

Felix Peyre
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Trabajador de la electricidad en zonas rurales del distrito. Vivió junto a otros compañeros las duras épocas de las inundaciones cuando mantener el servicio era todo un desafío. Recuerdos y precisiones sobre una tarea de características muy particulares a las que accedió por un mes y estuvo casi dos décadas.

Carlos Alberto Barrueco (57) nació en Magdala. Cursó la escuela primaria en la escuela n° 25 “Fray Bartolomé de las Casas” de su pueblo natal e hizo la secundaria en Mones Cazón. El 1° de marzo de 2017, se acogió a los beneficios jubilatorios, retirándose de la Cooperativa Eléctrica de Pehuajó, como Encargado de Servicio.

Transcurrían los primeros días del año 2000 y lo convocan para cubrir las vacaciones de los operarios Allegrini y Maisonnave. “Esto sería por un mes, después continué un poco más por el problema hídrico y así estuve 17 años y medio en la Cooperativa Eléctrica”, rememora con un gesto de placer y nostalgia al mismo tiempo.

Carlos siempre cumplió sus tareas en la localidad de Magdala, desde donde se atendían también las necesidades de servicio y mantenimiento de Nueva Plata, Girondo y zonas rurales aledañas. Obviamente con características y matices muy particulares. “Se complicaba con los días de lluvia -acota- y ni hablar cuando tuvimos que pasar por temporadas de inundación, donde se pierden caminos y hay que andar como se puede y por donde se puede y el aumento de la actividad de aves que se chocan los conductores. Como nosotros en los pueblos somos personal no calendario se cubre el servicio fuera del horario administrativo de la Cooperativa. La rutina era cargar el equipo de mate y salir dependiendo del reclamo si era cerca no, pero si quedaba retirado no se podía calcular el tiempo”.

ACOSADOS POR EL AGUA

Sin duda, las arduas jornadas de trabajo en tiempo de inundaciones jamás se olvidarán. “Los días lluvia-inundación eran más complicados aún. Lo bueno de esto era la muy buena relación con los usuarios rurales” afirma Barrueco y añade “en realidad la relación era muy buena con todos los usuarios salvo honrosas excepciones, jajaja”. Y enseguida remarca: “Nos daban llaves, nos permitían pasar por sus campos a cualquier hora, lo que facilitaba la tarea, lo mismo que si nos quedábamos colgados en algún zanjón iban con el tractor y nos sacaban”.

Lo expuesto exime de mayores comentarios. Había que estar y afrontar cualquier circunstancia. Muchas son las anécdotas que conserva, mezcla de broncas, satisfacciones y reconocimientos. Entre otras: “Por ejemplo que se te llene de agua el wader u otra noche después de pasar con el agua hasta las luces del móvil, llegar y estar la llave térmica saltada. Ah y como agradecimiento te daban algún chorizo seco, o el gringo Benvenutto, panadero de Nueva Plata, nos daba facturas”.

RESPETAR LA ELECTRICIDAD

Hoy alejado de estas tareas, Barrueco amalgama buenos recuerdos y evalúa la experiencia obtenida, por eso al indagar sobre qué le diría a quienes se inicien en la riesgosa labor del trabajador eléctrico, no duda en responder: “Mi consejo seria que siempre cumplan con 5 reglas de oro, que se trabaje siempre tranquilo, apoyándose y apoyando a los compañeros, estar comunicado siempre en forma clara y precisa y que no tengan miedo si respeto a la electricidad”.

A través de este laborioso convecino de Magdala, adherimos al día del trabajador eléctrico celebrado el pasado 13 de julio. Carlos está convencido que si pudiera retroceder en el tiempo, volvería a ser trabajador eléctrico, pero aclara “Volvería a trabajar de esto pero empezaría más joven”.

Su balance es positivo y lo fundamenta con pocas y contundentes palabras: “Estoy muy satisfecho, porque trabajé a gusto, fui escuchado y pude crecer”. Actualmente, el jubilado trabajador eléctrico se maneja de otra manera, alejado de las urgencias y de las emergencias del sistema de distribución de energía eléctrica. “Ahora ya jubilado mi vida transcurre mucho más tranquila, tengo más tiempo para mí y mi familia. Además, tenemos una pequeña producción porcina con lo cual me mantengo ocupado”.

Siempre sonriente, irradiando simpatía y buenas ondas, sigue su vida en su amado pueblo, donde la tranquilidad y la naturaleza, son bienes de incalculable valor.


AGRADECIMIENTO
Como corolario de la entrevista, Carlos destaca “a los compañeros de trabajo que tuve en forma directa acá en Magdala, empezando por Alberto Allegrini, quien fue el que me llamó para trabajar. Compartimos largas horas de reclamos, con mucha charla y discusiones. Aprendí muchísimo de él, un apasionado de la corriente”.

Y el reconocimiento a “Horacio Maisonnave, muy buena persona, con quien aprendí a buscar y solucionar fallas. A Ricardo Prieto, gran compañero, y buen consejero que siempre estaba primero. Y a Javier González, un compañero difícil.

Y los que me acompañaron mi última etapa de trabajo, Nahuel y Leonel Lunatti, las personas más sanas y leales que he tenido como compañeros. Sin ellos todo hubiese sido más difícil. Y por último, a los chicos de Mones Cazón, Oscar Sena, Raúl Bagato y Mauricio Romero, que me sacaron en más de un apuro”.


PING PONG

-¿Un deseo?:
“Que mis hijos puedan cumplir su metas”.
-¿Una gratitud?: ““La vida”.
-¿Una ingratitud?:
“La muerte”.
-¿Un recuerdo?:
“El primer día de clase”.
-¿Un rencor?: “No tengo”.
-¿Un amigo?: “Mi padre”.
-¿Un enemigo?: “El tiempo”.
-¿Una esperanza?:
“Un país mejor”.
-¿Un amor?: “Mi
familia”.
-¿Una frustración?:
“No tengo”.
-¿Un libro?:
“El Principito”.
-¿Un ídolo?: “
Mi padre”.
-¿La Cooperativa Eléctrica?: “Lo mejor que me paso en lo laboral”.
-¿Magdala?: “Mi lugar en el mundo”.
-¿Dios?: “Mi apoyo, mi guía”.
-¿Carlos Barrueco?: “Un buen tipo”.

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