Jorge Gottardi: “Jugar en un Monumental lleno es una sensación inexplicable”

Felix Peyre
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Gritó sus primeros goles en un potrero de Guanaco. Brilló en el fútbol casarense y los éxitos lo catapultaron al fútbol grande del país. Jugó en la reserva de River Plate y en la primera de Quilmes. Retornó a Pehuajó y formó parte de la recordada selección de los años 70. Una historia de amor y pasión por la pelota.



Nacido y criado en San Bernardo, Guanaco, Jorge Gottardi (62) logró imponer su nombre entre las máximas glorias del fútbol doméstico. De chico alternaba su formación primaria de la Escuela 7, con largas jornadas futboleras en la canchita del barrio.

“Mis padres tenían un almacén de ramos generales, que aún está en actividad, y enfrente había una canchita de fútbol que todos los días íbamos a jugar. Mucho potrero, juego permanente con un montón de amigos. Cuando podía me escapaba, era lo que hacíamos en ese momento. Nuestra diversión era esa”, recuerda.

Entre otros, aquellos pibitos del barrio que acompañaban a Jorge eran “Juanjo’ y ‘Pepe’ Abella, el recordado relator de fútbol “Pancho” Caldiero, los muchachos de Cornejo, Carlos Zwigart, el cabezón, Ricardo Zanga. “Éramos un grupo bastante grande, había muchos más que ahora seguro me olvido... López, Cachito Lazárte… Un montón”.

En aquella época, otro histórico de nuestro fútbol, el gran Arturo Guissani armaba equipos en Pehuajó y recorrían la zona en busca de rivales. “Viajaban a jugar a Guanaco, y para nosotros era una motivación muy especial. Pero como nosotros jugábamos permanente al fútbol, sabíamos hasta cómo iba a picar la pelota, conocíamos los pozos de la cancha, entonces siempre le ganábamos”.

El baile eran tan grande que “Arturo llegó a llevar a chicos tres o cuatro años más grandes que nosotros”, rememora Jorge, y agrega: “Es una historia muy linda, de ahí surgieron muchos jugadores para la Liga Casarense también”.

FÚTBOL, LA DIVERSIÓN DE LOS PIBES

Jugaban a la pelota hasta que la oscuridad del día decía basta. “Hasta que no se veía más”, afirma Gottardi. “Otra particularidad era con la pelota que jugábamos, en esa época el que tenía un fútbol número 5 era el dueño del equipo. Jugábamos con pelota de plástico, goma, esponja, a veces la armábamos con lo que teníamos a mano. Y todo esto es fundamental para un chico que se quiere iniciar en el fútbol. Tener potrero es fundamental, te da otro manejo de la pelota, lográs la picardía que hoy se ve tampoco. La escuela también es necesaria porque aprendés otras cosas. Además jugábamos con una pasión tremenda, uno esperaba el fin de semana para ir a jugar a Casares o Pehuajó”.

Entrado en la adolescencia, los viajes de Jorge fuera de los límites de Guanaco aumentaron y los entrenadores comenzaron a percibir en él un talento especial. Era diferente. Un distinto. En una oportunidad lo vieron jugar de Casares y lo llevaron directamente al club Atlético de esa localidad. “Tenía 16 años recién cumplidos, yo iba a jugar en cuarta y tuve la suerte que ese día faltaron los de primera, y me pusieron a mí. Ese día salí mejor jugador del partido. Ahí arrancó mi vida futbolística”, sostiene.

En Atlético de Carlos Casares estuvo dos años. Con el plantel de primera, llegaron a jugar cuarenta y tres partidos invictos. “Recuerdo que en ese momento nos hicieron una nota de color para el diario Clarín porque en ese momento Racing tenía un récord de 39 partidos sin perder en primera”. Jorge fue figura del equipo y con su buen juego se ganó un lugar en la sección del distrito. Lo mejor estaba por venir...

SU LLEGADA A RIVER PLATE




A través de la filial de River en Pehuajó y, en particular, del escribano Héctor Berruti, tuvo la posibilidad de ir a probarse al poderoso conjunto millonario, junto a otros cinco jugadores pehuajenses. De los que viajaron, sólo quedaron dos: Jorge y el arquero Ricardo Lasca.
“Fui a jugar a la cuarta división, me probaron con jugadores del club. Ingresé a la pensión del club, me becaron y al año siguiente empecé a jugar en reserva, en la previa de los partidos de primera”.

Llegó a River como número 10, pero su situación iba a cambiar rápidamente. “Al principio jugaba de enganche. Me gustaba jugar de 10 porque estaba mucho en contacto con la pelota. Pero cuando estuve en River ya había cuatro números 10 de excelencia, como el Beto Alonso que era un fenómeno como jugador. También trajeron un zurdito Carlitos López, estaba Sabella, y bueno… dadas las características de juego me hicieron wing porque era rápido. Jugaba pegado a la línea en cualquiera de los dos costados porque manejaba las dos piernas”.

Como delantero ocupó todos los puestos. Por izquierda, por derecha y hasta fue nueve. Compartió plantel con grandes jugadores y glorias del club. Y se dio el lujo de jugar en grandes estadios llenos y recorrer el país con la casaca riverplatenses, el club de sus amores.

“ Fue una satisfacción muy grande. En reserva jugué con jugadores de renombre, porque había muchos jugadores en primera entonces a algunos los bajaban a reserva. Jugué con la ‘Chica’ Dimeola, Joaquín Martínez, el ‘Japonés’ Osvaldo Pérez, Alejandro Sabella, Rubén Bruno, Mario Finarolli, Luis Landaburu y muchos otros más. Disfrutaba jugar, me encantaba. Hacía lo que sentía y trataba de intentar hacer algo distinto. A veces salía, y a veces, no.

Fue muy especial jugar en el Monumental. Soy hincha de River y cuando nos juntamos acá en la Filial, a veces charlo con amigos y siempre digo que es muy especial. Hay un sentimiento muy fuerte que excede lo que hacés como futbolista. A veces entiendo a los jugadores que vienen de otros clubes y les resulta muy difícil jugar en Boca o River, porque tenés que tener algo diferente. A mí como experiencia es una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida”.

Los meses pasaron y llegó el momento de firmar contrato. Eran principios de la década del 70, y en River eran 53 jugadores. El club necesitaba una plantilla de veinte. “A los que éramos en ese momento se sumaron Ubaldo Fillol y ‘Quique’ Wolff. Entonces los que venían jugando como ‘Mostaza’ Merlo, Juan José López, ‘Beto’ Alonso y otras figuras inamovibles hicieron su primer contrato y nosotros que veníamos de la reserva tuvimos libertad de acción”.

Entonces, de la mano de Victorio Spinetto, Jorge arribó a Quilmes con veinte años de edad. Ahí firmó su primer contrato profesional. “El club estaba jugando en Primera B con aspiración de subir a primera divisón. No nos fue bien, terminamos cuarto o quintos, y lógicamente se renovó el plantel, y a pesar de tener ofertas de otros equipos, definí volver a Pehuajó con la suerte de conseguir trabajo en Casa Duhalde”.

LA VUELTA AL NOROESTE BONAERENSE



En su retorno al fútbol chacarero, firmó con Atlético Mones Cazón, y con el León logró el subcampeonato de la Liga Pehuajense de Fútbol en 1975. Por sus actuaciones fue convocado a la histórica selección local, aunque el final, en lo personal, no fue el esperado. “Integré la campaña de la sección de Pehuajó del 75 y 76. Jugué amistosos y algunos partidos por el campeonato pero después un desgarro me tuvo a maltraer de ahí en adelante, e hizo que no pudiera seguir en la sección, algo que lamenté realmente”.

La selección del 75 era tremenda, por lo que generó en la gente más que nada. Estábamos todos locos. Roberto Dirassar había logrado armar un equipo muy equilibrado, con un muy buen arquero, excelente, como el ‘Flaco’ Erramouspe, una defensa que cuando había que poner, ponía, pero cuando había que jugar, jugaba. Mediocampo lo mismo con Sayavedra y el ‘Negro’ Alanís. Bartolomé, otro grande. El ‘Ciego’ De Antón, igual. Dipaolo, Rojitas. Y arriba con jugadores muy rápidos como Luis Ángel Civelli, Nino Dameno. Y cuando yo me fui vino Bilbao y otros más. Un equipazo. Además había muy buenos dirigentes, pero principalmente con un apoyo enorme de la gente”.

Recuperado de la lesión, selló vínculo con Once Tigres de Nueve de Julio, club en el que estuvo durante dos años. La primera temporada se consagraron campeones conformando un “gran equipo”. Y como sucedió en cada distrito que jugó, integró la selección local.

GENERAL PICO, TRES LOMAS Y LA CASACA DEL "ESTU"
La carrera futbolística le regaló un paso por el fútbol pampeano. Más precisamente por Independiente de General Pico donde estuvo un año. Después jugó en la liga de Tres Lomas con Colonia 17, un equipo de fútbol que estaba entre setenta chacras de la zona. “A ese equipo fui con ‘Tatín Zemma’ de quien tengo un grato recuerdo por lo goleador que era y una gran persona, y con Víctor Pérez Fernández”.

“En Tres Lomas también integré la selección que dirigía el ‘Ciego’ de Antón, de quien también tengo un gran recuerdo. Pero una vez más las lesiones me jugaron una mala pasada”, narra Jorge, quien tras sus experiencias por la región volvió a la Liga Pehuajense.

Y no fue una vuelta más. Fue para cumplir un sueño. Para vestir la camiseta del otro club de sus amores: el albinegro, el Club Atlético Estudiantes Unidos. “Era hincha y socio desde hacía mucho tiempo. Lamentablemente no pude jugar mucho porque la lesión me limitó. En primera jugué algunos partidos, y en cuarta, tratando de recuperarme pero ya no fue posible. Me retiré joven, tenía 27 años, un poco obligado. Ahí terminé mi carrera como futbolista”.

AMOR POR ESTUDIANTES UNIDOS
En el mes aniversario del club, Jorge Gottardi resalta su cariño por la institución y el amor por los colores. “Siempre seguí yendo al club porque mi hijo Juan Ignacio hizo todas las inferiores en Estudiantes. Es algo que seguí constantemente y lo disfruté mucho porque él también llegó a jugar en primera”, comenta.

“Por el aniversario de Estudiantes, quiero mandarles un saludo fraternal a toda la familia de Estudiantes, a jugadores, ex jugadores, dirigentes, ex dirigentes, cuerpo técnico. Fue un paso más en mi vida”.

Y añade: “Cuando puedo voy a ver a Estudiantes. Siempre estoy cerca. Yo trabajo en lo de Carlos Villemur, y él ha sido un gran dirigente, es sinónimo de Estudiantes, lo mismo que Pedro Pino, en mi otro trabajo, que está hoy trabajando en el club. Lo sigo cuando puedo y soy socio desde hace 35 años”.

¿Y a River? “Siempre, en las buenas y en las malas. Mi padre era socio de River, sin ir a la cancha ni nada, y a partir de ahí empezó mi relación con el club”.

¿GOTTARDI DT?
Luego de su retiro, en varias oportunidades le propusieron ser director técnico o entrenador de fútbol, pero nunca aceptó. “No me atrae esa parte. Sí me hubiese gustado, o me gustaría, poder trabajar con los chicos. Creo que los pibes son los que más pueden aprender cosas. El grande ya está hecho y el vestuario es difícil manejarlo. Para eso hay que tener tiempo, hay que abocarse a eso y trabajar, y con la actividad laboral de uno es imposible”.

“A los chicos hay que dejarlos que jueguen libremente, no cargarlos de presiones y que demuestren lo que saben, y que realmente tengan un crecimiento permanente dentro de lo que ellos pueden hacer. Lo demás lo aprenderán más adelante, a los 15 o 16 años, que sería la edad adecuada para probar suerte en Capital”.

Y a la hora de hacer balance, Jorge considera: “Realmente me siento feliz, son etapas de la vida que uno va viviendo y quedan tremendos recuerdos. A través del fútbol conocí a mucha gente y estoy agradecido hoy en día, hay que gente que todavía se acuerda de cuando nosotros jugábamos al fútbol, y creo que de alguna manera hemos dejado un buen recuerdo. Eso me pone bien, como le pasa a tantos jugadores de acá, que fueron grandes personas y jugadores que sin duda hubiera podido jugar en cualquier división grande de Buenos Aires”.

JUGAR UN RIVER - BOCA



En décadas anteriores, los partidos de reserva tenían real importancia., y los partidos eran televisados y transmitidos por radio. Jorge tuvo el placer de jugar un superclásico River versus Boca: “Es algo inexplicable, inolvidable. En un clásico de reversa jugás con la cancha llena. Fue muy lindo, para mí lo vivido en el fútbol es un recuerdo imborrable. Principalmente cuando jugué en River y Quilmes porque viajábamos dentro del país, inclusive hemos viajado junto al plantel de Boca a jugar a Córdoba. Hoy es muy común que viajen afuera, pero antes era raro que una reserva viajara al interior. Que vaya la reserva a Catamarca, San Juan o Córdoba era para los hinchas como ver a la primera división”. Además de pisar el Monumental, jugó en La Bombonera, en la cancha de Vélez y tantas otras de la primera división.

LA CASA DONDE CANTÓ GARDEL
Jorge creció en la casa donde se presentó el incomparable cantor de tangos Carlos Gardel cuando visitó Guanaco: “Era mi casa paterna. Ahí mi hermano tiene ahora el negocio”, dice, y concluye: “A la gente de Guanaco la quiero mucho, a mi raíz no la olvido”.

HASTA CHIVILCOY PARA VER AL NENE… ¡POR TV!
Cuando jugaba en los partidos de reserva de River, sus padres hacían todo lo posible para seguirlo a la distancia: “Esos preliminares antes se televisaban por canal 7 y mis padres, como en Guanaco no se veía bien por la antena de Trenque Lauquen, se iban para el lado de Chivilcoy para poder ver mis partidos”.

LAS ESTRELLAS EN GUANACO
En sus inicios en el fútbol, fue parte de incontable cantidad de campeonatos nocturnos. Todos muy competitivos y con la participación de muchos equipos y público. Eran muy populares en la región: “En una oportunidad fue a jugar un equipo de las estrellas con jugadores de mucho renombre como Ángel Clemente Rojas, Tojo, Telch, Guzmán, que anduvieron por toda la provincia jugando. Fueron a Guanaco y le jugamos con un equipo nuestro. Le ganamos y quedaron con mucha bronca. Fue inolvidable”.

“Mi viejo, un orgullo y un crack”
“Mi viejo, un orgullo, un crack como futbolista y como padre más aún. Pocos, muy pocos se pudieron poner la camiseta de River, Quilmes, Selección Pehuajense y mi querídisimo Estudiantes de Pehuajó. Ojalá hubiese jugado un diez lo que él jugaba, hubiese tenido esa habilidad, hubiese tenido esa velocidad. Orgullo, puro orgullo me genera mi viejo. Eso si, ¡yo definía mejor que él! ja,ja,ja...”.

“Tantas veces me acompañó cuando me iba a probar a los clubes, y hoy nos seguimos juntando a mirar River religiosamente todos los domingos. Él lo mira más tranquilo, yo soy más sacadito”.

¿Cómo lo imaginás jugando en River cuando la reserva era una primera? “Lo imagino desbordando por la derecha, encarando al marcador, atrevido, bien de potrero, como jugando en Guanaco solo que estaba en una cancha para 60.000 personas”.

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