Tito, un apasionado de la música

Felix Peyre
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“Me preguntaron qué quería estudiar y dije el bandoneón”. Fue en forma espontánea. Es un apasionado de la música y se considera como “un músico raro”. Integró varias orquestas pehuajenses y actualmente dice presente cuando alguien lo convoca. No ha sido medio de vida pero pulsar el bandoneón los hace feliz. Siente el reconocimiento del público, pero no lo desborda. Es humilde y sencillo. Lo elegimos para adherir al Día del Tango, que es una parte de la buena música que cultiva.




Conocido por todo como Tito, Aquilino Luís Gómez (76) nació en Pehuajó y apenas terminó la escuela primaria, optó por aprender bandoneón con el recordado maestro Francisco Lo Gioco, y rápidamente, comenzó a pisar escenarios cuando proliferaban los bailes populares. “En el 1954 –rememora- yo hacía un año y medio que estudiaba bandoneón y Lo Gioco me incluyó en la orquesta “Los Rítmicos” que era la continuidad de la Vithapone donde habían estado Osmar Maderna y Aquiles Roggero. Estos se habían ido a Buenos Aires y Lo Gioco continúa con la orquesta”.

“NO SE SÉ POR QUÉ ELEGÍ EL BANDONEÓN”
Desconoce el motivo que lo indujo al mundo de la música. “Francamente, en la familia no tengo ningún antecedente cercano, incluso que sea músico. Lo que sí sé, pero no sé por qué, cuando mis padres me dijeron que quería estudiar, yo dije que quería estudiar el bandoneón. No sé por qué pero lo elegí, algo inexplicable”.

Desde joven fue firme en sus convicciones y ostenta el sano orgullo de haber sido fiel a las mismas. “Comencé a tocar con Los Rítmicos. Eso sí, nunca pensé vivir de la música. Siempre la música fue como un hobby. Yo pretendía trabajar en otra cosa, tal es así que tocaba en la orquesta, ganaba unos cuantos pesos, porque en aquella época se ganaba bien trabajando sábados y domingos nada más”.

UN TRÍO Y MUCHAS ORQUESTAS
Tito recuerda agradecido la formación de un trío que en su honor le pusieron el nombre de nuestra ciudad. “Yo trabajaba en la Casa Fachal, hasta que me tocó el servicio militar, dos años en Mar del Plata, donde integré un trío que formamos con amigos que me hice allá, y en homenaje a mí le pusieron Trío Pehuajó. Fueron dos años, y cuando regreso, Lo Gioco ya había dejado la orquesta”.

Luego vendría una etapa de intensa actividad musical y alternancia en distintos grupos, al tiempo que se afianzaba el dominio del “fueye”, descubría los secretos de la música y defina el perfil de su agrado. “En forma temporaria toqué con Biafore en la orquesta Refasí. Luego estuve con la orquesta de Roberto Tamburela, en Carlos Casares, poco tiempo porque Roberto se fue a La Plata donde dirigía una banda, creo que de la policía. Fue muy poco tiempo, pero fue muy lindo para mí porque Tamburela era un gran músico y estaba incursionando en lo nuevo de aquella época, por ejemplo tangos como “Lo que vendrá”, “Adiós Nonino”, “Responso”… tenía una orquesta muy elevada en el repertorio”.

Más tarde, el pehuajense formó parte de la orquesta “Los sudamericanos”, que marcó toda una brillante época en la región. Aquí tocaba el teclado no bandoneón. “También estuve –añade- con “Estrellas juveniles” junto con Fulvio Rivas. Recuerdo que entré porque se había ido Héctor Sierra al servicio militar y lo reemplacé”.

SATISFACCIONES Y AMIGOS
Al realizar un balance del largo camino recorrido, durante más de 50 años con la música, enfatiza: “El bandoneón me ha dado muchas satisfacciones, muchos amigos, muchos momentos gratos, otros por ahí no tan gratos como ocurre en toda actividad”.

Sus cualidades son evidentes. No hizo lugar a las sugerencias de continuar estudiando, pero igualmente, por impulso propio y por sus natas condiciones, siguió creciendo. “No lo dejé nunca al bandoneón, pero yo tendría que haber seguido estudiando. Tengo mucha amistad con Walter Hidalgo, lo admiro como músico, como bandoneonista. Me decía tenés que estudiar, me daba técnicas nuevas, porque en la actualidad se estudia con otro tipo de técnicas, pero ‘a esta edad’ y para qué...".

Luego de acotar que “me voy manteniendo sin estudiar mucho”, a propósito de su concepción artística, sostuvo: “Es además una terapia muy linda, Me acuerdo, que un día a la señora Fainsten, en un reportaje que me hizo, le dije en forma espontánea que soy un músico raro. Me tienen como tanguero, pero hago folklore, y me gusta mucho la música clásica. Durante quince años hice clásica con Jorge Adam, me encanta”.

EL PLACER DE VER SALIR EL SOL
Un criterio muy especial y reflexivo acerca del tango y las implicancias que su cultivo implica. “El tango es como que te lleva a la confitería, a la tanguería y a la trasnochada. Y a mí me gusta ver salir el sol como comienzo del día y no como final de la noche. Me ha pasado muchas veces, venir de madrugada, ya viene saliendo el sol. Y es como que ganaste la noche pero perdiste el día”.

Tito se autodefine como “un amante de la música” en todas sus expresiones. “Me gusta la música clásica, el folklore, el tango. Por supuesto que el tango tiene mucha riqueza, hay compositores muy buenos como Julián Plaza, Astor Piazzolla, Juan Carlos Cobian, que han dejado mucha música importante en tangos, como en folklore donde el Cuchi Leguizamón ha dejado cosas muy bellas, Dino Saluzzi, el bandoneonista. Y en la música clásica hemos tenido en el país a Alejandro Barleta, dedicado exclusivamente a la música clásica con bandoneón, instrumento que no ha tenido entrada en la música clásica como lo tuvo el violín, el piano. Con bandoneón es algo atípico. A Barleta lo escuché hace unos años, para esta época navideña, haciendo música sacra con un coro, y suena como un órgano”.

BUENAS RELACIONES
Siempre mantuvo excelente relaciones con todos. Cuando alguien pide su participación asiente complacido. Se siente feliz. La cosecha de afectos es más que positiva. “Actualmente tengo muy buena amistad con la gente de Cultura, con Martín Díaz, por ejemplo. Con todos los músicos tengo muy buena relación y cuando me convocan voy. Hasta con Laura Caballero hicimos un carnavalito con el bandoneón. Me convocó y muy feliz de compartir”.

Entre las buenas cosas que le ha deparado la vida y la música, Tito rescata distintos momentos. “Hace poco estuvimos con mi hijo en Trenque Lauquen, en un festival, y de pronto aparece el contrabajista que acompaña a Laura Caballero, y me dice ‘qué van a hacer’. ‘Un tango y un vals’, le decimos. ‘Bueno’, contestó, ‘si quieren los acompaño’. Eso es importante, es un profesional, muy buen bajista. Ahí nomás sin ensayar hicimos un trío”.

“Y es una gran satisfacción compartir con mi hijo. Incluso, la acompañamos a mi señora Mirta cantando. Y estar en familia es muy lindo”, remarca y transmite ese particular sentimiento que enriquece el alma. Si pormenorizamos recuerdos hay mucho para agregar. Ni hablar si nos detenemos en el álbum de fotos o en su quehacer laboral en su taller de electricidad del automóvil donde lleva más de medio siglo, tema éste para otra ocasión. Simplemente hicimos una rápida mirada al camino de arte y amistad recorrido por Tito Gómez y su bandoneón. Puntualizamos en el tango, por ser su día el 11 de diciembre, pero su producción musical trasciende varios géneros, todos cultivados con la misma pasión, seriedad y responsabilidad.

Durante más de medio siglo aporta es protagonista de la cultura pehuajense. Brillante músico y mejor persona.
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