Entonces, el Comandante Militar de la zona, don Antonio Azcona, recibió órdenes del gobierno de someter a los rebeldes y tomarlos prisioneros. Había, pues, que efectuar una leva, que requisar elementos. Todos aquellos que están en condiciones de pelear fueron sometidos a la autoridad militar.
Nuestros hombres se armaron con cuanta escopeta existía en el pueblo y, montados en los caballos requisados, enfilaron por la calle Mitre (entonces Cayetano Rodríguez), hacia su difícil misión. Nadie sabía qué iba a ocurrir y el pueblo, y las mujeres y los niños los despedían con angustia y con llantos.
Llegados frente a Nueva Plata detuvieron la marcha, cautelosa desde hacía rato. El Comandante Militar y su plana mayor se adelantaron y sorprendieron a un soldado “enemigo”. Con él mandaban orden al comandante rebelde de rendición. Se produjo una conferencia entre ambos bandos y los revolucionarios se entregaron, regresando todos juntos a Pehuajó.
Cuando los nuestros hicieron su entrada triunfal en la ciudad… sus armas venían en un carro, ellos detrás, seguidos por los “prisioneros” armados hasta los dientes. Pero la orden del gobierno había sido cumplida.
Fuente: “La Voz de Pehuajó”, año 1963.
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