"La clave está en no quedarse quieto”

Felix Peyre
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Simple, modesto y de andar cansino. Cacho Sáenz sintetizó sus ocho décadas de vida en Pehuajó. Fue cobrador, gasista y empleado municipal. Brilló en las canchas jugando de centrofóbal y “comodín” en KDT. Siempre activo, no acepta quedarse quieto. Atiende puntuales necesidades familiares, juega a las bochas y sigue cultivando su afición por
la guitarra. Un puñado de recuerdos y vivencias que recargan las pilas.




Cuando la patria celebró 198 años de independencia, Oscar “Cacho” Sáenz cumplió 80 años de vida. Buen momento para el análisis, el balance y la reflexión. Nos encontramos un atardecer y recorrimos los almanaques transitados. “Cacho” Sáenz, sonriente, complacido, agradecido, recordó los tiempos de estudiante, de futbolista en épocas kadetistas de esplendor, su tarea en la Municipalidad y su pasión por la música.

Fue alumno de la escuela Sarmiento y finalizada la instrucción primaria asistió a la escuela privada que dirigían Pedro Arias y Tomás Recarte, en la calle Hernández, donde aprendió todo lo referente a contabilidad y teneduría de libros. “No pude entrar a la Escuela Normal, porque en esa época exigían un determinado uniforme, zapatos, pantalón y saco especial, y mi familia no podía comprarlos”. La capacitación recibida en la citada escuela fue suficiente para proyectarse en la vida.

ENTRÓ POR 15 DÍAS Y ESTUVO MÁS DE 40 AÑOS
“Entré por quince días y no me sacaron más”, dice sonriente al evocar su ingreso a la Municipalidad en el año 1951. “Cuando entré en el lugar asignado -acota- había una persona grande, se llamaba Justo Luis de Galarreta, que trabajaba en la parte de comercio. Él cobraba a domicilio en aquel tiempo y tenía que llevar un portafolio con
las pesas antiguas. Entonces, yo le llevaba el portafolio con las pesas. Ese fue mi primer trabajo. Entrábamos al negocio y si había balanzas, de esas de dos platos, controlaba que estén bien calibradas”.

Más tarde, dejó el portafolio y las pesas, y lo pasaron a la oficina de catastro
municipal que estaba a cargo de Julián Hernando. “Ahí se hacían, a mano, los recibos de servicios públicos. Pero eran sólo de las cuatro avenidas y algunas quintas de alrededor. Creo que se cobraban cada dos meses. Y bueno, yo hacía eso. A veces me aburría de tanto hacer recibos a mano”.

Luego Cacho trabajó en distintas dependencias del municipio, pero siempre relacionadas con la tarea contable. “Estuve en oficinas de comercio, recaudación y por último llegué a jefe de recaudación hasta que me jubilé”, sintetiza.


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