El rey de la gambeta azul

Felix Peyre
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Goleador, gambeteador y asistidor. Fue campeón de la Liga Pehuajense de Fútbol con Deportivo Argentino de Pehuajó y Atlético Maderense de Francisco Madero. Tomás Arive (74) también fue dirigente, entrenador, y por sobre todo, un fiel hincha. Mirá le brinda homenaje a uno de los máximos ídolos del club. Sus inicios, su amor por Depo y la defensa del potrero.



Es el mayor de los Arive. Ese pibito que realizó sus primeros quiebres de cintura en Francisco Madero “contra los del otro lado de la vía”. Es Tomás, que a los 74 años, todavía se emociona al revivir aquellos momentos donde todo era fantástico. “Yo soy primo de los Cumba, y el Bocha, era de mi edad; entonces vivíamos todo el día juntos e íbamos a patear. Pateábamos todo el día”, relata, y describe los picados que se armaban en la localidad pehuajense: “hicimos un equipo de fútbol que se llamaba Maderense Infantil y todos los sábados jugábamos contra los del otro lado de la vía. Y la madre del Bocha cuando terminaba el partidos nos hacía un chocolate para todos. Todo era hermoso”.

Entre partido y partido, Tomás asistía a la Escuela 24, al lado de la cancha del club Atlético Maderense. Pero su estadía en Madero un día llegó a su fin. Transitaba el año 1955 cuando, junto a Tito, su hermano, tuvo que trasladarse a Buenos Aires para estudiar en un colegio salesiano. Allí estuvo durante cuatro años hasta que arribó nuevamente a Pehuajó en el desenlace de 1959. La situación económica de su padre no era buena y debió regresar a su ciudad para aportar, junto a sus hermanos, en la mantención familiar.

En ese momento Tomás Arive tenía casi veinte años y comenzaba a trabajar con Constante Polverini, el vendedor de muebles. Allí dio sus primeros pasos en el mundo de la carpintería, mientras continuaba con su historia futbolera, la que había comenzado de pequeño en Francisco Madero, rompiendo redes en Maderense Infantil. “Nos vinimos a Madero porque mi viejo nos necesitaba. Éramos doce hijos y él había vendido el negocio, por eso nos vinimos a Pehuajó a trabajar todos”.

A pesar de las idas y venidas, el amor por el fútbol no claudicó. Y junto con la pasión por la redonda nacería una nueva relación futbolera: una pasión azul. Tomás y Tito vivían en una pieza que su familia alquilaba detrás de la fábrica Belchita. Cada día, todas las mañanas, iban caminando hasta sus trabajos: Tomás hasta lo de Polverini y Tito hasta lo de Aballay “que era el capo de Planeadores”. Y en esas caminatas tenían un sitio por donde no podían dejar de pasar: la vieja cancha de Deportivo Argentino. Siempre, y todo, sin saber que en ese lugar, en ese verde césped, se consagraría como goleador, campeón e ídolo de la institución pehuajense.





Otros títulos del homenaje...

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