“Cuando vuelva ya no estaré, aunque mi verdadero yo hace años que se fue.
Pueden decirle que aquí le dejo su ropa sucia, los mocasines sin lustrar, el pantalón descosido. . . Me llevo nada más que la alfombra en la que caía abatida por los golpes.
Que se sirva en soledad el café y soberbio se enoje con él mismo por la amargura del azúcar.
Ya no se sentará contra mi voluntad entre mis piernas pidiendo falso perdón y humillando el acto de amor.
Me iré hasta donde me lleven mis zapatos, y quizás una noche en un bar me encuentre con Facundo Cabral, ya que a él le gusta el mar y la mujer cuando llora.”
Marita Ragozza de Mandrini
NADA ALCANZÓ
“Hizo todo lo que le fue posible para ser hombre, pero nada alcanzó. Y luego de tantas huidas se quedó solo. Se refugió para curar su herida y dejó su cuerpo en paz.
Pasó el tiempo, y un día sin querer se miró en el espejo.
Ajustó su corbata, alisó sus cabellos, se encontró con sus ojos y cayó por ese agujero.
Apareció en una estrella, escrito con nombre de mujer”.
Marita Ragozza de Mandrini
UN SUEÑO
“Un día me dormí a la orilla de un río y soñé. Soñé que ante mí aparecía un bocado muy apetitoso y yo lo engullía con fruición. Entonces sentí que algo se me clavaba en mi paladar y me arrastraba hacia el fondo del río. Al intenso dolor en mi boca se sumó la angustia de no poder respirar. Entre las lágrimas provocadas por el anzuelo y el ahogo vi al enorme pez que me tomaba entre sus dientes como trofeo. Entonces desperté. Y tiré en lo más profundo del río todos mis aparejos de pesca”.
Alberto Podestá
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