Nuestros Poetas: Ricardo González Cancelo y Alberto Podestá

Felix Peyre
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Desde Ituzaingó, el ex convecino Ricardo Roberto González Cancelo nos acercó su creación poética realizada en el centenario de Pehuajó. Nació en 1937, se fue en 1953, pero en realidad –nos dice- “Nunca me fui, porque siempre estoy volviendo a mi querido “Pehua”.

PEHUAJÓ
Es un punto hacia el noroeste; bien para el lao´del poniente.
Donde DIOS muy consecuente con su infinita bondad.
Le dijo a Rocha: -”Fundá, un pueblo con buena gente” .
Y el hombre muy diligente con el crédito otorgado.
Mirando hacia todos lados como buscando un mojón.
Fundó en aquella extensión, lo que es el “Pago Hernandiano”.
De las “Mellizas” surgió, PEHUAJÓ fue bautizado.
Lo apadrinaron arados y el canto del labrador.
Y lo coronó una flor de pureza virginal...
La modesta manzanilla; hoy industria nacional.
Vaya también mi homenaje al colono poblador.
Aquel que con tanto ardor le dio empuje a mi terruño.
Y a fuerza de fe, de puños, lágrimas y sudor.
Le entregó todo su amor, hasta que lo cobijó la tierra.
Pablo Elizón, Ibañez, Peralta, Vega, Moreno.
Orozco, Brandán, Taboada, Cabrera, Ruiz y Rosales.
Estos y otros, los inmortales que engrandecieron mi pueblo.
¡Ah¡, mi Estero Profundo, cómo has crecido bandido!.
Ya tenés identidad y también autonomía.
Sos tierra de gallardía de visionarios colonos.
Sos solar de Pedro Zanni, tu hijo que llevó el viento.
Sos cuna de nacimiento del querido Osmar Maderna.
Sos la pluma y la cuaderna del poeta José Hernández.
Y del malogrado Guglielmino, sos la ruta y el camino.
De Jorge Farabollini, del oeste sos “perlita”.
Y cuna de “Manuelita”, por gracia María Elena.


Un lindo susto
“Caminábamos por la playa con el mar a la izquierda cuando se nos apareció desde atrás de las dunas un biplano volando a escasos cinco metros de altura, que pasó por sobre nuestras cabezas y se perdió en el mar.

Mi reacción natural fue girar el cuerpo para seguir con la vista el paso del avión, a la vez que abrazaba a Cristina en un instintivo acto de protección. Ella se me prendió con los brazos alrededor del cuello y, ya que estábamos, nos embarcamos en tremendo beso.

Fue una linda manera de romper el hielo. Nos habíamos conocido recién, mientras nos bañábamos, habíamos empezado a hablar de las corrientes, el oleaje y eso. Salimos del agua y seguimos charlando mientras empezábamos a caminar juntos.

El tiempo que hubiésemos tardado en tocarnos se redujo a nada gracias a Aldo Ramón, que cumplió de maravillas con su cometido.

Pilotea de maravillas, Aldo Ramón.

Le debo un favor”.

Alberto Podestá

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