Un tipo sencillo y macanudo

Felix Peyre
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Es común verlo caminar, junto a su esposa, por las calles de la ciudad. Regala sonrisas y buenas ondas. Cultor de las buenas costumbres y el buen humor. Sincero y al mismo tiempo cortante y contundente en sus expresiones. Ampliamente conocido en todos los ambientes. Rodolfo Dorronsoro (86), desde adolescente y hasta los 60 años, trabajó en “La Buena Medida” o Casa Pantanali. Allí aprendió esas sabias lecciones de relaciones humanas que no aparecen en los libros, sino en el trato cotidiano con la gente. Citar recuerdos y anécdotas es interminable. Es hincha de Platense y fue buen jugador de fútbol en KDT, el club de sus amores. “Rodo”, hoy jubilado, evoca el camino recorrido y no se cansa, junto a “Maruca” su fiel compañera, de dar gracias a Dios por el tiempo de descuento concedido.

Atardecer de febrero, en su casa de la calle Del Solar. Una larga charla con Rodo y su esposa. Lo privamos por un rato de la vereda, donde todos los días, a la sombra de un árbol, comparte gratos momentos con vecinos y transeúntes.

Rodolfo Dorronsoro nació el 25 septiembre de 1926. A los 86 años, disfruta de su ciudad natal y muestra en cada momento las “ganas de seguir viviendo”. Asistió a la Escuela Sánchez ubicada en frente de Vialidad, donde reliazó primero y segundo grado y luego estudió en la Escuela Sarmiento, hasta terminar sexto grado. “Un día me agarró el vicedirector, un tal Carlos Salas, de la oreja. No sé que había cometido, una infantilidad porque yo tenía nueve años. Me paseó por toda la escuela de la oreja. Yo le conté por arriba a mi padre y me reprendió a mí”, evoca con nostalgia y acota: “Hoy tiene que disparar la profesora porque se le vienen los padres…”

“CREO QUE A MÍ ME LLEVARON A TRABAJAR CON EL MOISÉS”
Rodo trabajó más de cuarenta años en La Buena Medida. Tenía apenas diecisiete años cuando debutó en el histórico comercio pehuajense. Permaneció allí hasta su jubilación, a los sesenta. “Fue mi único trabajo a partir de ese momento. Cuando arranqué era muy chico para esa época, tenía diecisiete pero me faltaba experiencia. Fue un trabajo que tomé con cariño porque con el tiempo estuve habilitado, ganaba bastante bien como para vivir cómodo. Igualmente creo que a mí me llevaron a trabajar con el moisés”, comenta Dorronsoro. Antenriormente, había trabajado de ayudante de sodero en la sodería de Pablo Ugarte y Carlos Berdini, “un español que disparó de la guerra y se quedó acá”.

Recuerda con precisión todas las etapas del tradicional comercio, sin duda el más antiguo de Pehuajó: “cuando yo empecé a trabajar se vendía mercadería comestible, azúcar, yerba, etc. Y después se hizo ferretería, pero siempre en el mismo lugar. Ellos tenían sucursales en Necochea, Buenos Aires, Bragado y no sé dónde más. La firma cuando acá se inició estaba a cargo de Cubillo y Letona, y los encargados eran los hermanos Pantanali, Pedro y Luis. Al poco tiempo que yo estaba ahí, falleció Cubillo y entonces Letona los participó como socios a los Pantanali. Desde ahí quedó Pantanali Hermanos y compañía”.

TODAS LAS COSAS ENSEÑAN EN LA VIDA
A lo lejos quedaron los primeros días de trabajo, pero en su memoria quedaron frescos los recuerdos: “Yo era muy chiquitín, tenía 17 años y había una miseria bastante fuerte en ese tiempo. Yo no tenía ni cinco guita, entré ganando 30 pesos a lo de Pantanali. Íbamos por ejemplo a Hortensia, en el partido de Casares, y a Ordoqui, donde había en el campo dos boliches. Eran boliches fuertes. Resulta que el camionero era un gringo bien amarrete. Él ganaba bárbaro pero no sabía leer, entonces yo que era medio bichito para los números y para eso, me mandaron con él. Yo entregaba y él manejaba. ¡Hacía un calor! Entonces me dice “vamos a tomar una gaseosa”. Bueno, vamos a tomarla. El mozo la sirve y la toma él. “¿Cuánto es?, dice”. Bueno, tanto. Y dice: “vamos que no tengo más sed”. Yo ni le hablé. ¿Puede haber una persona que puede hacer semejante cosa? Yo no lo haría jamás. Pero sirve, todas estas cosas enseñan”.

“Rodo” sostiene que “ir a lo de Pantanalli era una obligación que tenía el pueblo. Era la cita obligada de la gente y venía gente de toda la zona”, y en forma espontánea afloran de sus labios múltiples recuerdos, que reafirman su particular manera de ser. Por ejemplo:

“UN ALMANAQUE CON TACO”
“Tengo una anécdota con un criollo que me dice “quiero un almanaque con taco” y le digo “bueno, vení mañana”. Y esos almanaques son muy contados, se les dan a los clientes especiales, entonces cuando llego a casa, agarro el zapato de mi señora, le cortó el taco y se lo pego, y en un cartón con forma de almanaque lo envuelvo. A los dos días aparece este buen hombre, se lo doy y se fue. Pasaron cuatro, cinco días y viene con una guacha esas que se usaban que era como para andar a caballo y golpear y dice “dónde está ese gracioso que me dio este almanaque”. Yo lo vi y disparé para el baño, me agarró una colitis que reventaba, jajaja… Y de abajo, me decían los muchachos: “todavía está el tipo”. Estaba comprando y al rato se fue. A los dos o tres días viene a comprar otra vez pero con cara sonriente entonces lo atiendo. ¿Qué pasó? Me felicitó y me dice: “sabés que estuviste fenómeno con el chiste. Sí, porque se lo dí a un tal García del campo que me pidió un almanaque”. “¿Sabés cómo va a quedar cuando lo abra?”, me dice.

“DICEN QUE FUI BUENO PARA ATENDER A LA GENTE”
Al momento de hacer una evaluación, Dorronsoro afirma que “el balance es bueno. Yo en el trabajo estaba bien habilitado. Los señores Pantanali eran buenas personas y nos valoraban como par. Estaba como en mi casa, y la gente me dice, no sé si para quedar bien, que fui extraordinario para atender a la gente. Cosa que no me acuerdo porque he sido tan natural para la atención hacia la gente. Solamente hubo una persona que no vale la pena nombrarla, creo que no existe más, me dijo: “deme diez tornillos de estos” y me los tiró como tres metros. El tipo todavía debe estar esperando que lo atienda”, recuerda y sonríe.

La charla fue amplia, siempre hablando de hermosas experiencias y de las cosas simples de la vida, que conforman una riqueza de imponderable valor. Pero al final del encuentro, advertimos que lleva 56 años de matrimonio, por eso lo sumamos a nuestro modesto homenaje al Día de los Enamorados, que compartimos en esta misma edición.

Su paso por el fútbol
Rodolfo jugó un año en la Giat de Berutti. “Cobraba un pesito y me venía fenómeno. Me pagaban 50 pesos partido. Iba los sábados a la noche, jugaba el domingo y me venía”, relata. También dejó su huella en un equipo de Zapala y después defendió los colores de KDT y llegó a formar parte de la selección local. “Mi sangre es de KDT, pero últimamente el fútbol no me llama. Ni de acá ni del que pasan por televisión. El fútbol profesional es un negocio abierto”, asegura.

Rodo es Calamar: “Soy hincha de Platense porque en KDT jugaba un arquero de apellido Constantito, siendo yo muy chiquitín, que jugó en la primera del Calamar y como siempre salía en el diario me hice hincha de Platense. Acá debemos ser tres: Fernando Fourcade padre, Armella, el pinturero y yo”.

-Equipo comercial de fútbol. Parados, Angelotti, Barleta, Oscar Violante, Dorronsoro y Jorge Bazán. Los dos últimos no recuerda los nombres.Hincados: Miguel Sánchez, Héctor Ascaíno, Omar Flores y Negro Gonzalez. (no se recuerda el nombre del último).

Convivencia y compromiso
“El matrimonio Dorronsoro es un ejemplo de honestidad, convivencia y compromiso con su hija y sus nietos”. Así se manifiesta su yerno, Félix Lugones, casado con la única hija, Liliana, radicada en La Plata desde hace muchos años.

“Felo”, periodista, ligado a Pehuajó desde siempre, dado que es hijo de Félix Antonio Lugones, convecino que nació en 1898 y que vivió en el viejo edificio de Mitre y Zanni (hoy funciona un gimnasio), sostiene además que los frutos de la siembra hecha por Rodo y su esposa “se ven en la cancha. Liliana, de intachable moral y entrega para con sus hijos. Hoy, dos profesionales con futuro promisorio: María Victoria en el campo de la medicina y Nicolás en el la veterinaria”.

Liliana, “Felo”, María Victoria y Nicolás, se asocian a este homenaje y hacen llegar a los ejemplares abuelos su gratitud y un fuerte abrazo en la distancia.

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