Mi padre era músico aficionado, y fue él quien me inicio en la música y, desde que tengo memoria, mi madre canta mientras realiza las tareas de la casa. Cada domingo después de almorzar nos quedábamos en familia cantando y tocando instrumentos...el bombo y la guitarra nunca faltaron, el tango, el folklore y la música melódica tampoco.
Compartir la música conmigo fue uno de los actos más bellos que realizaron mis padres. Desde esa niñez brota en mi la idea, la búsqueda y la necesidad de devolver al núcleo familiar el momento musical compartido por todos, porque por esa feliz razón, yo soy hoy profesor en educación musical.
La música es expresión, es diversión, es reflejo emocional en tiempo real, y es importante saber que el aprendizaje de cualquier instrumento musical puede llevarse a cabo por cualquier persona que tenga interés en hacerlo, no importa la edad. Aprender a expresarnos libremente, mostrar lo que sentimos cada vez que cantamos una canción o ejecutamos una obra en un instrumento, es un regalo que la música nos brinda, un regalo para el alma y para la vida.
Es el mayor deseo de quien escribe esta nota ver que padres e hijos compartan momentos musicales cantando canciones, tocando instrumentos o simplemente escuchando, porque de momentos así surge una unión afectiva que se vuelve más y más fuerte.
Es también una gran satisfacción poder afirmar que desde el trabajo realizado en los talleres de “Manos a la obra”, este deseo comienza a hacerse realidad.
Ariadna Cinel – Carlos Otero
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