El patín artístico, UNA PASIÓN. Los boys scouts, UN SERVICIO

Felix Peyre
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Homenaje a ISMAEL “Cacho” ESQUIBELA - Cuando el mes de abril se esfumaba del almanaque, echamos una mirada a los tiempos idos con Ismael “Cacho” Esquibela (83) y su esposa, Anita Nelby Cipolat (83), con quien lleva sesenta años de convivencia.

Auxiliado por álbumes de fotos y de recortes periodísticos revivimos un tiempo que pasó y que dejó huellas muy significativas en la vida de los Esquibela y en Pehuajó, fruto de emprendimientos comunitarios como las escuelas de patín artístico y la agrupación de boys scouts.

Sin bien “Cacho” en sus años mozos, practicó básquet, fútbol, tenis, encontró en el patín su mayor atracción y le deparó las más hermosas satisfacciones.

Al evocar los inicios, dice: “comencé a patinar a los 8 años, en Buenos Aires, vivía en la calle Charlone y Loreto que era una cortada. Y ahí empezamos con los chicos del barrio. Primero con unos patines de fierro que no servían para nada, después tuve los “Broadway” con ruedas de aluminio, pero con esos ya no podía patinar en la calle. Entonces, me hice socio de River y ahí pude patinar en pista. Después patiné en la pista del club Comunicaciones, también en Atlanta e Independiente. Concluida su estadía en Capital, retornó a su Pehuajó natal, sin imaginar seguramente que podría desarrollar esa pasión con ruedas en los pies.

“Yo empecé solo a patinar en Estudiantes –recuerda- en 1958. Pedí permiso para patinar en la pista de básquet y después le propuse al club enseñar a patinar para formar una escuela. El club aceptó y empezaron a venir chicos. Reuní como 40 y ya en el año 1959 pude hacer el primer festival de la Escuela de Patín del Club Estudiantes Unidos”.

En apretada síntesis, señala: “ahí estuve tres años. Y después pasé al Club Deportivo, allá por 1961, donde estuve como seis años, con la llamada Escuela Azul de Patín. Y luego pasé al Sindicato de Trabajadores Municipales donde pasó a llamarse Escuela Real de Patín. Y la última etapa fue en el Club San Martín”.

Hacer referencia a todos los logros implicaría muchas páginas, pero sus impresiones, asistido en forma permanente por Anita, compañera inseparable en la vida, ponen de manifiesto su intensa labor. Luego de acotar que “Todos mis hijos, que son seis, fueron patinadores y también una nieta, Romina”, Ismael afirma: “El patín me dio las mejores satisfacciones de mi vida. Me costó una barbaridad, porque las chicas no sabían que era patín. Había que enseñar todo, desde enseñarles a ponerse los patines, después enseñarles a patinar y cuando ya dominaban el patín, enseñarles figuras. Así iba armando los espectáculos con un libreto que hacía antes”.

Se detiene a observar el libreto original de “La Casa de los Muñecos” y añade: “De acuerdo a la ductilidad de cada chico, le asignaba tal o cual número, a las más hábiles los más arriesgados. Me acompañaban en la enseñanza Romina y Viviana, mis hijas. Mi señora Anita no patinó pero siempre estuvo a mi lado, coordinando detalles del vestuario, por ejemplo”.

Cacho observa las fotos y se detiene en algunos rostros, por ejemplo en Damato, hoy cirujano, en Teresita Negreira, hoy médica, en Raúl García, hoy Director del ballet Folklorama. Y dedica un recordatorio especial, no exento de emotividad, a Dany Oyhanarte, quien musicalizó todos los espectáculos con la calidad que lo caracterizaba.

“Armar un espectáculo de patín era bravísimo. Nos lleva 3 o cuatro meses de ensayos. Algunos muy trabajados, como la Danza del Fuego que hacíamos con antorchas; Romeo y Julieta, Casa de Muñecas, entre otros”.

Se entremezclan recuerdos en un clima de placentera nostalgia. Cacho, mira atento fotos de personajes de payaso que realizara Carlitos Cipolat, hermano de Anita, y Marcela Severina, que mucho lo acompañó en su actividad. Añora, pensativo pero gozoso, aquellos tiempos de intensa actividad, cuando el patín no era competencia sino arte y creatividad plena.

Cuando transita la década hacia los 90 años, en la casa de siempre, allí en la calle Martín Coronado, donde el club San Martín tuvo su primera cancha de fútbol, “Cacho” pasa la vida tranquilo junto a su esposa y compartiendo con hijos y nietos. Justo, uno de ellos, que ese día cumplía 18 años llegó a visitar los abuelos y al conjugar los recuerdos documentados sobre la mesa familiar, Cacho exclama sonriente: ¡Quién tuviera 18 años ahora!

Esquibela marcó una época, generó escuela de la disciplina patín artístico, que se extendió hasta nuestros días, si bien con matices diferentes pero con el encanto de siempre.

Siempre listo..!

Otras de las actividades comunitarias desarrolladas por Ismael Esquibela, fue la conducción de la Agrupación de Boys Scouts “San Anselmo”, creada por el recordado padre José Miguel Keegan.
Aquí también se renovaron emociones y vivencias tan particularidad de una actividad formativa que deparó muchas satisfacciones.

“Cacho” recuerda: “un día se me apareció acá, un emisario del padre Keegan, que se había enterado que había sido scout en Buenos Aires, en Don Bosco, donde llegué a ser jefe de tropa. El padre Keegan estaba formando un grupo y alguien le dijo (nunca supe quién fue) que yo sabía conducir scouts. Entonces me mandó a buscar.”

Fue en el año 1974 que comenzó a formarse la Agrupación de Boys Scouts San Anselmo. Y una rápida mirada por los recortes periodísticos ubica al primer grupo, que puedo conformarse luego de varios intentos. “Teníamos 110 varones, 80 mujeres eran las guías y 30 eran lobatos”, rememora. Auxiliado por Anita, surgen los nombres de Teresita Iragüen Pagate de Bolognesi, como activa colaboradora del grupo, de los hermanos Bolognesi y los hermanos Raggio. “De Yagüe –acota Cacho- que fue muy buen scout y actualmente es militar cumpliendo importante tarea en la Presidencia de la Nación, integrando el cuerpo de granaderos”.
Y se entremezclan los recuerdos de una experiencia más que positiva, que perfilaba la formación de niños y jóvenes con vocación de servicio y con elementos acordes para el desempeño personal y la convivencia.

“Los chicos aprendían a compartir y convivir. Era hermoso todo aquello”
Los campamentos eran la labor formativa fundamental de los scouts. Y Cacho se emociona y rememora: “Se formaban, por ejemplo, 6 patrullas de servicio. Eran los que tenían que asegurar lo fundamental en un campamento, el agua, la leña y el fuego, y hacer la comida para toda tropa. Teníamos que enseñarle todo, porque no sabían ni pelar una papa. Las guardias se renovaban cada dos horas. No faltaba un vivillo que hacía alguna broma, de noche especialmente, pero sin malas intenciones”.

“Los fogones, los juegos, donde además de sana diversión los chicos aprendían a compartir y convivir. Era hermoso todo aquello”.

Y entre otros recuerdos, el ahora octogenario ex jefe de scouts, señala: “Todos tomaban mate cocido, no había otra cosa. Las madres traían chocolate y se los mandaba de vuelta. Ni chocolates ni caramelos, solo mate cocido. Anita (su esposa), los domingos, hacía panqueques. Elfia Cipolla, de la Farmacia Pehuajó, les acercaba el dulce de leche. Un día a la semana se hacía asado. Era tan lindo todo, una juventud muy diferente a la de hoy”.

Por esta servicial tarea y por su actividad en las escuelas de patín, un “Gracias” enorme para Cacho Esquibela y su esposa. Gracias por apoyar y estimular a niños y jóvenes en actividades integradoras e inculcar la práctica permanente de las buenas costumbres, quizás ahora, resignadas por el auge de la tecnología y el cambio de hábitos.

La vida en campamentos
Cacho, entre otros campamentos, evocó uno, tipo supervivencia, realizado en Blaquier: “Acampábamos al lado de un arroyo. La Estancia de Zucamor nos proveía de todo, pero una tarde le dije al Padre Keegan, desde mañana supervivencia, que cada uno se arregle como pueda, para que aprendan. Fuimos a pescar, porque en ese arroyo había truchas. No tenían nada para pescar, ni una caña. ¿Y cómo hacían? … piensen, inventen, rebúsquesela. Entonces buscaron unas cañas y le hicieron puntas bien finitas. Y cuando pasaban las truchas pinchaban y atrapaban. Recuerdo que desayunábamos con manzanas de las plantas.

Día por medio había que lavarse la ropa. Y me preguntaban ¿Cómo hacemos para lavar?. Y háganse una tabla. Es muy fácil. En un cuadrado cortan palos de escoba y los ponen uno al lado del otro y ahí friegan. Todo bárbaro, lavaban y colgaban a secar. Y después el drama para planchar, porque todo estaba arrugado. Bien –les decía- muy fácil. Usar el tachito de chapa, que cada scout llevaba en su equipamiento, del fuego sacan brasitas y las ponen dentro del tachito, y lo toman con algo para no quemarse y con eso planchan. No te imaginas como planchaban”. Alrededor de cada carpa cada uno hacía la zanja por sí llegaba a llover. Y también ponían ajos toda la vuelta para evitar que alguna víbora se acercara”.


La familia siempre estuvo presente
Los hijos de “Cacho” y “Anita”, siempre respaldaron las actividades, tanto en los emprendimientos de las escuelas de patín artístico como en el quehacer de la Agrupación de Scouts “San Anselmo”. Si hasta una de las nietas, acompañó al abuelo Ismael en los escenarios de patín. Entre tantos recuerdos gráficos, compartimos algunos del álbum de patín y uno más íntimo, cuando Cacho cumplió los 80 años.

El “clan” Esquibela en pleno, gozoso y feliz.





Un recuerdo: “Manejé el camión regador”
Anita rememora cuando Pablo Landa“vivía al lado de la fábrica de dulce de leche Belchita y se venía a jugar con nosotros”, mientras que Cacho recuerda que cuando vino de Buenos Aires “no tenía pique”. Entonces mi suegro que era muy amigo de Pablo le habló. “Mandamelo”, le dijo el entonces Intendente.

Me llamó y recuerdo que me preguntó “¿qué sabes hacer?”. “Mire –le conteste- yo en Buenos Aires era chofer profesional, trabajaba en un lavadero y viajaba a todos lados”. Y me respondió: “Ah! andá verlo a Gino Bertoldi al depósito y decile, de parte mía, que te de trabajo. Fui y Gino me dijo espérame dos días que viene un camión regador nuevo que compramos.

Y así fue, con Núñez trabajaba, y estuvimos como dos años y pico regando las calles de tierra que eran muchas”.
Más tarde, Landa se deleitó con sus producciones de patín artístico. Si hasta soñó con un sector dedicado exclusivamente al patín, en la plaza principal, para que los chicos pudieran practicar. Pero, por esas cosas de la política, el sueño no pudo concretarse.
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