Y sin duda, estos helados son un “sol”, de pureza y exquisitez

Felix Peyre
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Cada vez son menos las heladerías que elaboran los productos artesanalmente. Afortunadamente, en Pehuajó se mantiene la modalidad. Desde hace más de 50 años “Sol de Oro”, antes “El Valle Verde”, se dedica a la fabricación de helados.

Los inicios fueron en la ciudad de Bolívar por iniciativa del Sr. Gerardo Juan, auténtico heladero, radicado en Pehuajó en el año 1962. Primero funcionó en Rivarola e Yrigoyen, luego en Yrigoyen 666, donde aún persiste. Hubo un periodo de inactividad cuando Juan vendió la heladería con nombre incluido, pero al poco tiempo decide retornar con el oficio, por sugerencia médica según nos contó su hija, Nora.

El retorno fue en calle Mitre (donde funciona hoy “El Cosmo Rojo”), pero no pudo llamarla “El valle verde”, a raíz de la venta mencionada. Entonces, deciden ponerle “Sol de Oro”, porque en ese lugar había un negocio, propiedad del Sr. Schipiani, llamado “Río de Oro”, y por su pedido, Juan opta por la palabra oro pero en lugar de río elige sol.

Y así comenzó otra próspera etapa de los helados “Valle Verde”, rebautizados “Sol de Oro”. Fue impulsada por Gerardo Juan junto a su esposa Celestina González, quien había elegido en su momento el nombre de Valle Verde, al contemplar cerca de Bolívar un campo de pleno verdor.

Hace 25 años, Juan, que falleciera en abril de 2008, entregó la posta a su yerno, José Luis (“Chino”) O´Neille, esposo de su hija Nora, quien aprendió de la mano de suegro, el abc de la fabricación artesanal. Y el “Sol de oro” sigue brillando en calle Yrigoyen, para deleite de sus seguidores y para reafirmar la exquisitez y la sanidad del helado artesanal.

Es que la particularidad de los helados aquí elaborados se ha transmitido de generación a generación, y es dable ver abuelos con sus hijos y nietos, saborear el particular dulce leche, el granizado o el chocolate, que ha trascendido Pehuajó a través del tiempo. Hasta hay un ex convecino, radicado en Capital Federal, que cada verano hace reserva específica.

Hay detalles a tener en cuenta a la hora de valorar el producto. La elaboración diaria, la utilización de frutas frescas, huevos en el caso de la crema o el puro dulce de leche, dejando de lado los insumos en polvo o similares que proliferan en el mercado.

Otro dato. Hay pedíatras que aconsejan los helados “Sol de Oro” para los bebés a partir de los 6 meses, precisamente por la pureza artesanal.

Complace destacar este emprendimiento que ya superó medio siglo de existencia. Complace recordar a Gerardo Juan, que legó a los pehuajenses el innegable buen sabor de sus helados artesanales. Aquel que trabajó en confitería Torra, aquel que para elaborar helados, primero tuvo que estudiar un año cocina y otro repostería. Aquel que generó dulzuras y exquisiteces que apetecen y deleitan varias generaciones.

Que el “sol de oro” siga brillando por muchos años, con el esplendor y el sabor de siempre.



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