Acaso este Carlitos también cada día canta mejor

Felix Peyre
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Pehuajó tiene diversos motivos y personas para honrar al tango. Entre las opciones, para esta ocasión elegimos a Carlos Vidal, cantor por excelencia y buen vecino. Toda una vida dedicada al canto popular, que mamó desde niño y hoy, a los 86 años, sigue adelante. Acaso, este Carlitos también cada día canta mejor.

Hablar de su trayectoria insumiría varias páginas. Por eso nos limitamos a referencias puntuales y damos prioridad a los sentimientos que lo embargan en este momento de su vida. Como ahondando en el intimidad de un ser humano que se siente feliz. Porque ama lo que hace, su trabajo de ferroviario, su familia y ese don que le confirió Dios de cantar y cultivar amigos.

De niño, vivió con sus padres en una quinta cercana a la ciudad. Y de aquella infancia nos cuenta: “A los cinco años ya empecé a cantar. A mi viejo le gustaba mucho Gardel, compraba los discos, y cuando él no estaba y mi madre tampoco, los escuchaba en el fonágrafo. Y no dejaba de escucharlos hasta que aprendía las letras. Y cuando me viejo quería escucharlo, no podía, porque los surcos ya estaban gastados. No te imaginás las broncas que se agarraba, porque el viejo era fanático de Gardel”.

Y así empezó a cimentar su innata condición de de cantor. Dice Carlitos: “Ahí empecé a cantar, y los sábados y domingos, que no teníamos que ir a la escuela, nos reuníamos los chicos del barrio en un galpón y ahi yo cantaba lo que había aprendido de los discos. Y en cada fiesta de fin de año de la escuela, me elegían para cantar. En esa época todo folklore”.


EL CANTOR DE VARIAS ORQUESTAS
Y vinieron los años juveniles: “Me llamaron para integrar una orquesta de jovencitos y no paré nunca más”, rememora para añadir enseguida: “Después pasé a otra con gente más grande, que se llamaba “Los Diablos Rojos”. Más tarde pasé a Los Ritmicos, donde estuve 4 años. Luego pasé a la orquesta Armonía, con la que canté durante más de 20 años. Y finalmente y hasta ahora, como solista y con distintos conjuntos que se formaban, pero nunca dejé de cantar”.


UNA SATISFACCION: COMPARTIR CON LOS GRANDES
Vidal conoció a Osmar Maderna pero no hice nada con él, en cambio con Aquiles Roggero, sí. “Lo hacía junto con Adolfo Rivas, incluso cuando iba a Buenos Aires compartía algunos temas con ellos. Te imaginás la satisfacción que era”.

En su constante traginar por los escenarios tuvo la posibilidad de conocer a las grandes figuras del tango “en tiempos cuando las orquestas venían al interior. Siempre me invitaban a cantar un tema o dos. Lo que significaba eso para mí”.


SIEMPRE EN EL PUEBLO NATAL
“Me quisieron llevar más de una vez. Pero nunca me tenté, si yo estaba bien acá. Además ya estaba casado, tenía mi mujer y mi hijo. No tenía necesidad, trabajaba bien acá y el trabajo me permitía estar con la orquesta”, afirma sin arrepentimiento alguno.

HAY QUE CANTAR Y SENTIR
Entre el repertorio acumulado no hay preferencias. “Hay muchos, tanto en tango, como folklore o boleros. Hay tantos, no podría elegir uno, me gustan todos. Cada vez que salía un tema nuevo, buscábamos las partituras, lo hacíamos y metíamos el gol con la orquesta. Pero no puedo elegir ninguno en particular, depende un poco del temperamento y lo que dicen las letras. No es fácil cantar un tema y sentirlo”.

Y tampoco un ídolo determinado. Aprendí con todos, no imitando ni copiando. Escuchaba y me esmeraba por hacerlo distinto. Lo preparaba hasta estar convencido de cómo lo tenía que interpretar yo”.

ESE DON TAN ESPECIAL
“Lo único que lamento es no saber música. Una vez le dije a Aquiles Roggero porque no me enseñaba música, a tocar el piano por ejemplo. Y me dijo vos no necesitás, cantando sabes tanto como si supieras música. Es un don el que vos tenés”.

TODO TIENE UN LIMITE
“Actualmente sigo cantando, pero cada vez menos. Por la edad, debo parar, cuidarme. Ya no soy un pibe. No quiero quedar mal con la gente y conmigo mismo. Hay que comprender que hay un límite para todo”.

Considera que “en la actualidad hay renovación en el tango, pero todo es muy distinto. Antes era otra cosa. Ya casi no hay orquestas. Y nada es igual. Hay un límite para todo, para mí ya llegó”.

Haciendo balance, señala: “Empecé con folklore. Después con la orquesta tango y como había que hacer dos estilos, típica y jazz, cantaba fox trox, boleros, etc. Y como solista me dediqué también a lo melódico. Me encantan los boleros. Siendo música buena me gusta todo”.


UN FERROVIARIO FELIZ Y CONTENTO
En la charla con Carlitos, evocamos los tiempos laborales como ferroviario, ámbito donde también hizo fecunda siembra: “Entré en 1945 y me jubilé en 1986. Tuve buenos compañeros, trabajábamos bien tanto cuando dependíamos de los ingleses como después cuando se nacionalizaron. Siembre trabajé feliz y contento. No me puedo quejar”, exclama gozoso.

NO HAY LUGAR PARA LAS QUEJAS
Más de uno se sorprende gratamente al ver como sobrelleva el paso del tiempo. Si hasta lo tildan de pibe. A propósito, afirma: “Lo fundamental para mi, y me lo ha dicho mucha gente, es que me he sabido cuidar. Porque cantar era mi gusto, mi antojo, lo que quería tanto como a uno mismo.

No me puedo quejar de nada. Aparte, con el hogar que tengo, la mujer que tengo, el hijo que tengo y los amigos que más le puedo pedir a la vida. Ya con salir a la calle y que me digan “chau Carlitos” para mí es suficiente”.

ASIGNATURA PENDIENTE:

“Quizás no haberme ido a Buenos Aires y alcanzar otra posición. Pero no me arrepiento. Me alcanza con el reconocimiento que recibo de la gente acá en Pehuajó. He cantado para varias generaciones. La satisfacción más grande, siempre le digo a mi señora, es el reconocimiento de la gente, el recuerdo de los bailes, el recuerdo de jóvenes que acompañaban a sus padres, a los bailes, y me escuchaban cantar”.

UN DESEO:
“Seguir como estoy hasta ahora. Estando con una mujer como la que tengo”.

UN RENCOR:
“No sabía que existía esa palabra. Nunca pensé en la maldad o en el daño”.

UN AMOR:
“Mi mujer y mi hijo, además de la música y del canto”.

MENSAJE A LA JUVENTUD:
“Los tiempos son distintos. Cada uno hace lo que quiere. Yo diría que hay que cuidarse y respetarse a sí mismo”.

LA FAMILIA POR ENCIMA DE TODO
En tiempos de las llamadas “familias ensambladas”, superar más de medio siglo de convivencia con la misma pareja, es realmente halagador.

Carlitos Vidal demuestra, dichoso y feliz, que es posible compartir muchos años con la mujer que se ama: “LLevo 63 años de matrimonio. Convivir depende de cada uno, de la pareja que tenés. Estoy feliz y contento. Muchos me dicen que no parezco la edad que tengo. Y bueno, será porque me cuido y me han cuidado. Uno tiene que quererse a uno mismo”.
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