Una historia de amor con sabor a tiza y pizarrón

Felix Peyre
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Elsa Palacio (82) y Pedro Denda (87), apenas recibidos de maestros iniciaron su misión docente en la escuela rural nº 28 de la localidad de Gnecco, en el año 1943. Allí comenzó la siembra de abecedarios a los hijos de colonos y chacareros. Pero allí también germinó la semilla del amor entre los dos docentes que se unieron en matrimonio en el año 1952, cuando ya habían dejado la escuela de Gnneco y habían iniciado una labor educativa más intensa en la escuela nº 34 del paraje Roger, donde vivieron y nacieron 4 de los 5 hijos que deparó la unión. Los recuerdos de Elsa y Pedro, o "Poroto" Denda como muchos lo conocen, proliferan al recorrer un álbum de fotos de aquellos tiempos. Hermoso encuentro no exento de nostalgias que realimentan el alma y llenan de brillo los ojos de los octogenarios maestros.


 Aunque de pronto cuesta hilvanar correlativamente los tiempos, fue un placer compartir con el matrimonio docente los recuerdos de una época en la figura del maestro o de la Señorita maestra, eran el fiel retrato del segundo padre o la segunda mamá. Epocas donde el respeto era moneda corriente y la admiración por el maestro una constante. Y sino como se explica, que un viejo alumno todos los años, para el día de cumpleaños o el día del maestro, lleve a Pedro un mensaje de agradecimiento escrito a puño y letra en una hoja de cuaderno. 

A medida que recorríamos el álbum de fotos, se entremezclan sensaciones y emociones de la tarea docente con la tarea familiar, que fueron siempre de la mano en la vida de Elsa y Poroto. 

 

Ambos comenzaron en la escuela de Gnecco, él en 1943 y ella en 1947. Elsa recuerda que "Él pidió traslado a la Escuela 34 y a mi no me lo dieron porque hacía poco que había entrado y mandaron una chica desde Buenos Aires, Marta Palermo, que estuvo a pensión en la estación. Después pedi traslado por matrimonio". 

Traslado a la escuela 34 que fue concedido por las autoridades educativas, rememora la octogenaria docente y añade: "Me casé en diciembre de 1952. En la escuela Roger estuvimos 7 años, ahi nacieron los primeros hijos" y al referirse a las característica de esa escuela rural, Elsa remarca: "Cuando venía un Inspector lo mandaban a nuestra escuela, porque era la más linda, estaba hasta encerada. Ahora, como está reformada, no me gusta". Surgen datos en la charla que ponen de manifiesto la tarea convocante y contenedora del Escuela 34 en aquellos tiempos. Pedro, enfatiza en forma reiterada que "Cuando llegamos a la escuela 34, había 12 alumnos y cuando nos venimos había 72". 


 

Y surgen espontáneamente, los nombre de algunos vecinos de esa época, radicados en las adyacencias de la escuela, tales como "Santillán, Ongaro, Calcagni, Bajo, Morini". Y a propósito de el espíritu contenedor de este establecimiento educativo, Pedro Denda sostiene que "para muchos la escuela rural 34 era un alivio para no mandar los hijos a la ciudad. Estaban más tranquilos y más seguros en ese lugar y no que vinieran a la ciudad". 


 

 Cuando finalizaron su misión en ese sector de la zona rural, muy cercana a la ciudad, Pedro recuerda: "Dejé la escuela 34 y me vine al Consejo Escolar y después me nombraron en Secretaría de Inspección", mientras que su esposa cumplió tareas en otras escuelas urbanas y más tarde concluyó su labor, hasta jubilarse, en la denominada Escuela Vespertina, pero con una particularidad, impartió clases al personal de la Policía de la Provincia que no había terminado séptimo grado. 

 

Al respecto, Elsa Palacio recuerda: "Después de la Escuela Sarmiento, me pasé a la vespertina, porque ya con 4 chicos no podía. Poroto iba de mañana y yo daba clases a la tardecita en la Escuela Vespertina. Di en la 48, en la 9 y volví a la Sarmiento. Y después me jubilé como maestra de la policía, porque llegó una orden de que todos los policías tenían que tener séptimo grado, y pusieron un centro en la comisaría, concurrían de la Regional, de la comisaría y de la Caminera". 

Y esta experiencia con personal policial dejó sus secuelas, porque "en verano, cuando estamos en la vereda, pasa alguien y grita "Adios señorita"... Ese es un policía que fue alumno", acota Elsa.  

 

Un pesebre muy famoso 

Entre tantos recuerdos de los años vividos en la escuela 34, se reflota un hecho que ocurría fuera del año escolar, en navidad, y un pesebre muy especial convocaba a la comunidad escolar y a la población en general. 

A propósito Pedro rememora: ""en aquellos tiempos la escuela 34 era famosa. Todas las piedras para el pesebre las traía desde las vías. Venía toda la comunidad a ver el pesebre, algunos desde varias leguas. Eso para Navidad y año nuevo era extraordinario, la gente iba a rezar", a lo que Elsa ratifica "Juntábamos piedras y todos los años, para navidad, hacíamos el pesebre. Y todos los chicos venían a rezar. Era otra época, todo se trabajaba, todo se hacía en casa". 

Y al final del encuentro, pleno de fe y esperanza, a pesar de los sinsabores y sacrificios de los cuales no tuvo exenta la vida de Elsa y Pedro, rescatamos diez palabras que brotaron de los labios del veterano maestro, que son coincidentes en el matrimonio y dejan mucha tela para cortar:

"A mi me gustó mucho ser maestro, me gustó mucho..."


 

LA HERMOSA RELACIÓN CON LOS ALUMNOS

"Se tenía una relación hermosa con los alumnos y que caso te hacían", coinciden en señalar y varios interrogantes quedan en el aire, al en estos tiempos de transformaciones tecnológicas y culturales, episodios de violencia e irrespetuosidad en el vínculo maestro-alumno.  Pepe Gómez es un alumno que recuerda siempre a Pedro. Elsa cuenta que "Todos los años, no erra una. Lo saluda a él, me saluda a mi. El día del maestro, el día de cumpleaños, el día que cumplimos años de casados. Pone un papel debajo de la puerta".


 

 

 

En la reproducción gráfica el último testimonio dejado por “Pepe” en la casa de los Denda, Varela y Rivarola, de puño y letra, en un pedazo de hoja de cuaderno, una expresión de afecto, simple pero cargada de sincero reconocimiento a sus maestros de escuela”.

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1Comentarios

  1. ¡Cuanta emoción sentí al leer la nota de la revista Mirá!. Tantos recuerdos compartidos con Elsa y Pedro... llegue a esa escuela con 20 años de edad y estuve de compañera docente de los dos. Nos unió una profunda amistad viendo crecer a nuestros hijos juntos. estuve en esa escuela hasta que me fui a vivir a La Plata con mis dos hijas Maria Isabel y Liliana, que comenzaron la facultad. Mi hija menor, concurrió conmigo cursando 1° y 1° superior. Algo agrego a lo famoso y esperado en esa escuela, eran los bailes del día 1 de mayo, se hacia en un campo rodeado de arpilleras y en el centro para calefaccionar, un fuego con brasas y alrededor se bailaba, mientras los docentes y la cooperadora atendíamos los kioscos. Sería hermoso poder reunirnos y evocar esos momentos en la inolvidable escuelita rural N° 34.
    Un gran cariño para mis amigos de tantos años felices.
    Nidia Ethel Maltas, La Plata 20/09/11

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