El amor no se divide, se multiplica

Felix Peyre
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“Si supiéramos contemplar la vida con los ojos de Dios, todo en la vida se nos convertiría en signo”

Si alguien preguntara por donde debe comenzar para mejorar su vida interior, se le podría responder, sin miedo a equivocarse: “Por cualquier parte” “Por donde quieras” Porque la vida humana es una totalidad y, cuando uno comienza a ser “bueno” en algo, terminará siéndolo en todo. Solo que hay que tomárselo en serio.

Pero si alguien insiste, la respuesta más exacta sería:

Acepta lo que eres, la realidad que vives, la de las personas que te rodean, el tiempo que te ha tocado existir y la pobreza de tus medios.

Aceptarse a sí mismo es tener bondad. Una persona bondadosa es la que tiene “intensiones buenas” con respecto a la vida propia y a la ajena.
Alguien podría preguntarse si es posible tener mala intención con respecto a la vida. Y si. A veces sin quererlo.

Por ejemplo.
Cuando alguien quiere tener el dominio sobre otro, aunque diga que lo quiere es lo mejor para él;

Cuando existen pretensiones defraudadas y se confunden con actos de “injusticia” cometidos por el otro;

Cuando, a pesar de decir que uno es “pobre”, mira a los demás con ojos de riqueza;

Cuando uno claudica en los ideales de amor porque “mucha gente no lo entiende”;

Cuando se apega a valores que terminan y uno los confunde con su propia vida;

Cuando uno confunde tolerancia con paciencia, buenas costumbre con virtud, limosna con caridad, presunción con confianza, pusilanimidad con prudencia.

Y estas para simplemente nombrar algunas.

No significa que alguien debe ser “malo” para no tener bondad. Es que no se tienen bunas intenciones porque se piensa de un modo equivocado.

Leí una vez que una señora cambio su manera de pensar luego de un encuentro que ni siquiera imaginaba.

Decía esta señora: “había ido, junto a mi único hijo de dos años, a visitar a mi madre. Cuando llegamos a su casa, llego el hombre del negocio que llevaba la comida a domicilio. Después de haberme dicho cosas lindas acerca de mi hijo, el hombre agrego que tenía ocho hijos.

¡Ocho hijos! – exclamé- ¡Quiero tanto al mio, que no puedo imaginarme dividir ese amor por ocho!
-Señora –respondió el hombre-, el amor no se divide, se multiplica.

Para vivir la bondad, nadie tiene sentimientos especiales.

Tendrá que hacerlo con los efectos que tiene. Hará uso de las mismas corrientes de afectividad que utilizó hasta ahora. La tarea será purificarlas. Una a una, vez por vez.

Habrá que descubrir aquellas regiones que están más “adentro” de lo cercado, allí donde están los paisajes desconocidos, donde se alojan los sentimientos más nobles.

Cuando mas superficiales somos, menos bondadosos obramos.

Tal vez “adentro” hay mas noche. Pero no hay que tenerle miedo porque está iluminada desde el interior.

La bondad supera el tiempo fugitivo. Es una de las formas de permanecer. La opción de bondad hace notar que no estamos tan lejos de los demás y que el tiempo es relativo con respecto al amor que pongamos a Dios, al prójimo, al a creación. Porque la bondad no fue creada para que nos hallemos más a gusto en nuestro pellejo. No fue hecha para la utilidad.

La bondad se hizo para que se experimente la libertad de Dios.

Es un desbordamiento de esa libertad.


Monseñor Ariel D. Busso

(de "Caminos de cielo limpio)

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